Dirigida por Catherine Corsini y basada en una novela de Christine Argot, Un amor imposible es una película que parece una cosa y luego resulta ser otra y que nos atrapa durante más de dos horas por la sensibilidad que desprende cada uno de sus fotogramas. Cuenta la historia de Rachel (Virginie Efira), una joven judía y pobre de provincias que conoce a Philippe (Niels Schneider), un apuesto y sofisticado estudiante de una familia rica del que se enamora. Gracias a la magnífica interpretación de Efira, a la que conocemos a lo largo de varias décadas, descubrimos con pequeños gestos la pasión de ella y la forma en que de manera sutil pero contundente las diferencias sociales entre ellos se expresan a través de gestos y pequeñas locuciones que delatan que a pesar de su romance un abismo los separa. Rachel se enamora perdidamente del enigmático, cínico y refinado Philippe que la deslumbra con su verborrea y su actitud indolente de artista torturado pero el futuro de la pareja parece condenado porque él es muy rico y ella muy pobre.
Un amor imposible, sin embargo, no se refiere al romance truncado de la pareja protagonista por motivos sociales sino a la relación de Rachel con su hija, a la que Philippe durante años se niega a reconocer. El padre se convierte entonces en una figura distante que desaparece durante unos años después de casarse con otra mujer y formar con ella una familia hasta que su reaparición remueve la paz entre madre e hija. Escritora que basa en su propia experiencia sus novelas, Christine Angot sufrió abusos sexuales durante su infancia y acabamos descubriendo que ese padre tan digno de ser odiado por su insoportable clasismo pero al mismo tiempo tan misterioso como atractivo se revela como un monstruo. Y entonces descubrimos que esta preciosa película trata en realidad sobre una madre y una hija marcadas por la brutalidad del mismo hombre.
Directora conocida en nuestro país por películas como la reciente Un amor de verano (2015), Corsini nos cuenta una tragedia con delicadeza y pudor, sintiendo compasión por esa desdichada Rachel condenada a sufrir por culpa de sus sentimientos más allá de lo imaginable. Hay un cierto fatalismo en este filme en el que también se habla de la forma en que podemos permanecer ciegos ante lo evidente por nuestros miedos e inseguridades. El gran mérito de la directora es contar una historia terrible sintiendo una profunda compasión por sus débiles y humanos personajes. La vida, con toda su fragilidad, acaba irrumpiendo en las imágenes de una película extraordinaria.