Buenos días!

Han estado muy cerca -cerquísima- de ganar tres excelentes poemas:

Pablo Cavero García

Los bosques huyen

de lenguas de fuego forajidas

como oasis de pulmones oxidados.

Desde esa huida inicial nos vamos acercando a esas “lenguas de fuego forajidas” del lenguaje que huye, de la propia expresión poética que escapa de un tiempo sin respiración, como vemos en la magnífica imagen final, corpórea y elocuente.

Carlos Rutilo

Me alejo de las flores mordidas en el sol

y muerdo el anhelo de aflojar mi carne

sobre el pétalo de un tulipán helado.

La carnalidad del poema se convierte en una escritura del cuerpo, con su esperanza de perder esa musculatura, la tensión propia de la composición poética, que se “muerde” por desesperación, antes de caer en una laxitud que nos congela. Metafórico y rotundo.

Huracanblue

Mares de roca tallada a pulso de cincel

Oleadas de voces hastiadas de verano

Levantan en el aire su piel pulida de granito

Todo el poema está también cincelado con esa fuerza interna que es una escritura mineral, yendo acertadamente desde lo colectivo hasta lo íntimo, en una fragmentación del escenario que se va izando por puro hartazgo existencial, antes del hermoso final.

Pero el ganador es

Anthony g. Wellcome

Llueve sobre la tersa blancura

Del desierto de sal que te habla

Llueve sobre los vapores que aspira el filósofo

La placidez del comienzo, desde ese lienzo abierto sobre el mundo que está todavía por pintar, se vuelve misteriosa en esa “sal que te habla” en mitad de la nada, en un paisaje lunar desértico y sombrío que establece un diálogo con el sujeto poético y la lectura, para decirnos que la lluvia nos redimirá, y también la palabra con su sombra infinita.

Tema de la semana: “Ciudades invisibles”. Las ciudades se vuelven invisibles, son desiertos con mapas delineando la tarde, con los pasos lejanos del último habitante del abismo. Escribamos sobre esto, en 3 versos y no más de 140 caracteres: escribamos sobre las ciudades desiertas en verano, las que parecen no verse o no mirarnos a nosotros cuando las recorremos; pero también de esas otras ciudades habitadas por la soledad, al otro lado de las persianas eternamente bajadas, o por la cruz del deseo, con el fuego de sábanas dibujando los cuerpos con su caligrafía. Escribamos sobre las avenidas vacías que se ven, pero también de lo que se adivina al otro lado del silencio.