Antes de hablar con James Ellroy (Los Ángeles, 1948), le oímos contestar “sí, por supuesto” a la pregunta de si merece el Nobel. “Más que Bob Dylan, desde luego. Si se lo querían dar a un estadounidense, se lo tendrían que haber dado a Philip Roth. Y si no, a mí”. La chulería del ‘demon dog’ de la novela negra sigue intacta y la va derramando con simpatía por donde va. Eso y su camisa hawaiana son atributos suyos casi más consustanciales que su calvicie o su gran estatura.
Ellroy está de nuevo en España. No le gusta viajar, pero sí el trabajo, y viajar es parte de él, así que lo afronta con energía y buena disposición. Además, confiesa que este es su país favorito de Europa por el carácter de la gente (¿dirá lo mismo en cada sitio?).
El ‘demon dog’ de la novela negra americana vino el año pasado para recibir el Premio Pepe Carvalho de BCNegra y presentar la reedición de su autobiografía Mis rincones oscuros, marcada, como toda su obra de ficción, por el brutal asesinato de su madre cuando él tenía 10 años. En 2017 también estuvo en nuestro país presentando Perfidia, primer volumen de su segundo ‘Cuarteto de Los Ángeles’, precuela de aquel que lo consagró (La Dalia Negra, El gran desierto, L.A. Confidencial y Jazz blanco).
La continuación de Perfidia lo trae de nuevo por aquí. Se titula Esta tormenta (Literatura Random House) y transcurre una vez más en Los Ángeles entre la Nochevieja de 1941 y el 8 de mayo de 1942. En las calles continúa la tensión racial entre irlandeses, mexicanos, chinos y sobre todo hacia los japoneses, que tras el ataque a Pearl Harbor son recluidos sistemáticamente en campos de concentración. En plena Segunda Guerra Mundial, cobran importancia en la trama también los comunistas y los simpatizantes nazis mientras un puñado de policías, más o menos corruptos, más o menos desalmados, cumplen con su obligación y con su propia agenda (proxenetismo, por ejemplo) a ambos lados de la frontera con México.
Como en todas las novelas de Ellroy, no dejan de pasar cosas: incendios provocados, robos, accidentes, persecuciones, asesinatos, cadáveres que vuelven a la superficie tras un corrimiento de tierra… Todo ello despachado con el característico estilo telegráfico y torrencial del autor, plagado de jerga, juegos de palabras, onomatopeyas, palabras arrastradas. Un trabajo titánico para un traductor (en este caso, Carlos Milla Soler). Tras su paso por Madrid, Ellroy visitará el Hay Festival de Segovia, Bilbao, Barcelona y el Festival Ex-Libris de Murcia.
Pregunta. ¿Considera este su mejor libro hasta la fecha?
Respuesta. Sí.
P. ¿Por qué?
R. Es mi libro más maduro, el que expone la mayor diversidad de personajes y motivaciones, hay política, hay traición, y también es el más divertido.
P. Usted dibuja una California llena de comunistas y simpatizantes de los nazis soterrados. ¿Qué importancia tuvo ese fenómeno en Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial?
R. El Partido Comunista de Estados Unidos se había infiltrado en el Departamento de Estado de EE. UU. y también en Broadway y la industria del cine. Tenían un apparatchik cultural, un tipo llamado V. J. Jerome, encargado de dar forma a las obras que se presentaban en Broadway y las películas que se hacíanen Hollywood y las novelas, para que encajaran dentro de la ideología marxista-leninista. Un ejemplo es la novela What Makes Sammy Run? [de Budd Schulberg, 1941]. Ellos querían hacerla más proletaria. También se infiltraron en los sindicatos y demonizaron el New Deal de Franklin D. Roosevelt, porque consideraban que se había quedado corto.
»En cuanto a la quinta columna japonesa, esta se limitaba a los hablantes japoneses. En gran medida era indetectable por parte de la población general normal y corriente de Estados Unidos. Y la quinta columna alemana se manifestó fundamentalmente insertando propaganda nazi en los periódicos de lengua alemana dirigidos a la población norteamericana de origen alemán. Además se crearon fraternidades alemanas y a medida que los nazis fueron creciendo y mostrando más abiertamente sus malvados objetivos, fueron incluyendo más y más contenido antisemita en esa propaganda.
P. Siempre se niega a comentar la actualidad política, así que nos ceñiremos a 1942: ¿Cómo eran las relaciones fronterizas entre EE. UU. y México, que tienen mucho peso en la novela?
R. Los mismos gobiernos corruptos mexicanos, ya fueran comunistas, como el de Plutarco Calles, izquierdistas como el de Lázaro Cárdenas, o más orientados hacia la derecha, como Manuel Ávila Camacho, promovían el turismo estadounidense e incluso Camacho y el gobernador de California, Culbert Olson, aprobaron un programa de trabajadores agrícolas mexicanos invitados por Estados Unidos. No sé mucho sobre el tema y además esto fue en agosto de 1942 y Esta tormenta termina en mayo.
P. En cuanto a las tensiones raciales (otro tema candente hoy en Estados Unidos), ¿cómo era entonces? Vemos un Los Ángeles con rivalidades o recelos entre blancos, negros, mexicanos, chinos y japoneses.
R. Había rivalidades raciales, pero no hasta el punto de que hubiera violencia entre bandas de distintas razas. Sí que se veía entre chinos y japoneses porque Little Tokyo y Chinatown eran adyacentes, pero incluso durante el tiempo de los internamientos de japoneses, no hubo apenas violencia de los blancos contra los japoneses en las calles, incluso después de Pearl Harbor.
P. Entre los secundarios reales que aparecen en su novela, figura Orson Welles, nada menos que asistiendo a una orgía nazi. ¿Por qué decidió incluirlo y en una escena semejante?
R. Porque Orson Welles era un tipo pretencioso y no me gustan nada sus películas. Ciudadano Kane me parece muy aburrida. En 1941 estaba en boga en Hollywood, así que me encajaba meterlo en la novela.
P. Sus libros están llenos de policías corruptos o, como mínimo, poco ortodoxos. Aun así, a usted le encanta la policía.
R. Me encantan los polis. Me encantan. Son mis mejores amigos. El departamento de policía de Los Ángeles me pateó el culo tres veces y me lo merecía.
P. ¿Literalmente?
R. Oh, sí, me pegaron. Me lo merecía. La última vez que me pasó, había robado algo en una tienda. Me patearon y supe que lo que había hecho estaba mal, así que dejé de robar.
P. ¿Significa eso que el fin justifica unos medios rudos?
R. Sí.
P. Sus novelas están plagadas de personajes con dobleces morales, partes oscuras, que a veces se redimen y a veces no. ¿Qué importancia concede a la moral en su obra?
R. Soy un moralista. Esto se nota cuando describo las consecuencias que acarrean actos inmorales y también en algunos personajes que consiguen enderezar sus vidas y redimirse.
P. Cuando le entrevisté por Perfidia, me dijo que no le gustaba nada True Detective, que estaba muy de moda entonces.
R. Cierto, pero la tercera temporada sí me ha gustado.
P. ¿Y Mindhunter? Acaba de salir la segunda temporada.
R. Es una mierda. Muy aburrida. Otra serie de asesinos en serie…
P. Tengo entendido que la última de Tarantino sí que le ha gustado mucho.
R. Sí, me ha encantado. Es decorosa, comedida, muy hermosamente compuesta. Hay un sentido de la amistad muy fuerte diluido entre los dos hombres protagonistas, los que interpretan Leonardo DiCaprio y Brad Pitt. Habla de esas relaciones ilusorias de Hollywood, con un hombre fuerte que simboliza el peligro, mientras el otro es débil pero domina la relación porque él es el actor conocido, aunque esté de capa caída. Además es un placer ver a la “perra bonita” matar gente mala. Transcurre en 1969 y yo tenía 21 años. Ver la película me retrotrajo al pasado, a los olores y al aspecto de las cosas. Me transportó en muchos aspectos.