Jacobo Castellano. Chiste o Chapa. Galería F2
Doctor Fourquet, 28. Madrid. Hasta el 8 de noviembre. De 1.500 a 22.000 euros
Los artistas se encuentran a menudo con el engorro de tener que destripar la imagen, lo que tenemos frente a nosotros, algo que en ocasiones blinda al espectador la posibilidad de indagar y sacar sus propias conclusiones. Así, del mismo modo que no caemos en el error de pedir al mago que explique el truco o entendemos el fracaso del chiste cuando el humorista ha de aclararlo, erramos a menudo cuando, ante la ausencia de hoja de sala, nos sentimos desnudos si un artista decide no incluir en ella unas palabras a modo de prólogo.
Chiste o chapa, la muestra con la que Jacobo Castellano (Jaén, 1976) abre temporada en la galería F2, se introduce por medio de un conjunto de diez imágenes extraídas del archivo personal del artista que buscan destacar la importancia que tienen en el desarrollo de su práctica los encuentros fortuitos. Funcionan a modo de determinación frente a las palabras vacuas, las que por narices han de explicarlo siempre todo.
Si el pasado año pudimos ver, en el CAAC de Sevilla, y este en el Artium de Vitoria, su primera gran retrospectiva titulada riflepistolacañón, Chiste o chapa echa de nuevo la vista atrás, reflexionando acerca de cuáles han sido sus intereses a lo largo de estos años. En esa búsqueda se ha encontrado con algunos de sus primeros trabajos, donde ya aparecían elementos recurrentes como el torno de los conventos de clausura, una arquitectura que ha operado históricamente en este tipo de espacios, y que permite aquí y allí establecer un contacto entre el adentro y el afuera. La función del torno es abordada por Jacobo Castellano en primer lugar desde la fascinación por su mecánica, el giro sobre sí mismo y lo mágico de la aparición de los objetos en sus diferentes baldas, pero también en lo sonoro al referirse al traqueteo que origina su rotación y a las conversaciones que la estructura se ocupa de filtrar.
Es uno de los creadores más honestos del panorama artístico nacional, con una obra sin aspavientos ni golpes de efecto
Un pequeño collage permite a Castellano volver ahora a esos primeros apuntes, resolviendo algunos ensamblajes con la misma rotundidad que sus piezas de carácter monumental. De este análisis surge en primer lugar una gran escultura, Torno (2019), que supone quizás un nuevo horizonte para el artista en lo relativo al ensamblaje y la estabilidad de los materiales. Si habitualmente sus estructuras actúan desde la provisionalidad y la tensión que han simbolizado siempre sus juegos de palillos, Torno se presenta definitiva, armada como para quedarse. Cerrando el paso al espectador, dos Personajes se sostienen precariamente y permiten volver a ese Jacobo Castellano de los antihéroes. Peleles o bebedores que, como salidos de una novela picaresca, rescatan ese tono socarrón con que se llama a alguien personaje, figura o incluso artista.
Al fondo, en la trastienda, una de sus sugerentes constelaciones introduce a una pequeña escultura que, quizá entendiendo la peana como se entienden los botones en los Personajes previos, recrea uno de esos trucos de infancia en que el primo mayor o el tío chistoso simulaban el desplazamiento de la punta del dedo índice. El cierre lo aporta un ágil y desternillante autorretrato, que despierta como siempre la duda acerca de si todo esto tiene sentido más allá del humor.
Para Castellano, cuyos primeros trabajos se remontan más de veinte años atrás, esta exposición es otro paso en la evolución paulatina de un trabajo que lo ha ido confirmando como uno de los creadores más honestos del panorama artístico nacional, sin aspavientos ni golpes de efecto que lo hayan hecho crecer a destiempo.