Hace unos meses publicaba su obra poética en Visor y ahora, su particular oda a la Alegría le ha convertido en finalista del Premio Planeta 2019. Manuel Vilas llega a la editorial creada en 1949 por José Manuel Lara con la historia de un hombre de mediana edad que, a pesar de haber gozado de un éxito profesional en su vida, se encuentra atormentado por sus propios demonios en su día a día. “Es una novela de carácter autobiográfico y no me importa confirmarlo”, se sincera su autor.

“Con una mirada lúcida y descarnada hacia la sociedad española”, en palabras de Juan Eslava, miembro del jurado del Premio Planeta, Alegría vuelve también a los orígenes poéticos del escritor con un título que tiene que ver con una obra de José Hierro, según explica el propio Vilas. “Cuando Hierro sale de la cárcel en 1947 con un paisaje histórico como el que se tenía en España en ese año -recuerda-, escribe un libro que se titula Alegría, que es también como una especie de desafío. Como decir, ahora donde todo está tan mal, yo digo alegría”.

De fondo, subyace una reivindicación de esta emoción vital como "un derecho de todos los seres humanos". Una lectura positiva “en un tiempo donde hay mucha desesperación colectiva”, continúa el autor, que hace que “recordar esa verdad atávica que es el principio de la alegría, el principio de la celebración de la vida, la conciencia de que estar vivo es un éxito”, se convierta en una necesidad.

Pregunta. El jurado del Premio Planeta destacó además de su novela que tiene mucho de sonrisa pero también de autorreflexión, ¿está de acuerdo con ese análisis?

Respuesta. Alegría es una novela sobre la vida de un hombre de cincuenta y tantos años que quiere certezas ya, quiere saber qué demonios es esto de la vida, y ve dibujado un sentimiento importante en su pasado y en su presente. Lo ve dibujado como un anhelo de alegría, que es una especie de gran sentimiento de la vida. Y tiene que ver con el mero hecho de estar vivo, no necesita muchos añadidos, ni políticos, ni sociales ni culturales. Es simplemente alguien que respira, que ve el sol, que ve la mañana, que sale al campo... y es un sentimiento absolutamente primitivo y atávico. Es una reivindicación de algo lejano en el tiempo que es el sentimiento de la alegría, la idea de que el éxito en la vida es simplemente estar vivo. A partir de ahí ya es una reflexión sobre muchas cosas. El tema dominante es la relación entre padres e hijos, la familia, los afectos, la amistad... Todo eso se encarna en distintos personajes de la novela. También tiene mucha reflexión histórica y política sobre España. Sale la monarquía. Sale Felipe González. Supongo que mis novelas a veces son muy caleidoscópicas.

P. Habla del presente político y social que nos rodea, ¿cómo vive estos momentos convulsos de los que es protagonista nuestro país hoy?

R. Lo vivo con tristeza porque el gasto de energía política en cosas que no suponen progreso ni modernidad me parece un desperdicio. El concepto de modernidad me parece un concepto importante que va más allá de las siglas de cualquier partido político, y veo con enorme preocupación que no hay acuerdo ni consenso en eso. Eso sí que me parece preocupante y eso lo digo en la novela. Perder el tren de la modernidad es perderlo todo.

P. Al Premio Planeta se presentó con el seudónimo de la actriz sueca Viveca Lindfors y el título de Tal como éramos, ¿por qué este guiño tan cinematográfico?

R. Es una actriz de una película maravillosa, una secundaria de Tal como éramos, que contaba la historia de amor entre Barbra Streisand y Robert Redford, una película del 73, dirigida por Sydney Pollack. Soy muy fan de esa película. Es preciosa. Esa película es un poco la filosofía de la novela. En Tal como éramos surge esa paradoja entre dos enamorados que se dan cuenta de que no iban a ser felices de haber seguido juntos y que separados, cada uno con su pareja, tampoco lo han sido. Esa paradoja de la vida, cuando ya uno tiene ciertos años, no se vive con dolor, sino que se ve como un enigma de la existencia. Un enigma detrás del cual hay alegría.

P. Ha comentado además la importancia del rol de la familia en su obra, ¿qué papel juega y por qué es tan relevante?

R. Porque la familia es el lugar de los sentimientos puros. El lugar donde el capitalismo no entra, donde no hay relaciones de mercancía, no se comercia. En todos los ámbitos de la vida hay relaciones de interés. En la amistad hay relaciones de interés. En las relaciones de pareja también y en las laborales ni te cuento. Vi que en la familia, sobre todo en las relaciones de los padres y madres hacia los hijos e hijas hay puro atavismo. Y me interesaba lo atávico y lo primitivo porque creo que ahí todavía sigue latiendo lo mejor del ser humano. El amor hacia el otro sin pedir nada a cambio me parece un enigma de la condición humana y creo que es el lugar que cabe recordar en este momento que estamos viviendo. Me interesa recordar ese lugar porque es el vislumbre de una certeza. En un mundo de tantos agobios, de tanto drama político, social, económico o laboral, recordar el hecho de que existe ese lugar especial del amor de los padres hacia los hijos me parecía importante.

P. Suena positivo, ¿diría que su novela lo es?

R. Sí porque es una novela de afirmación. Aunque parta del dolor, toda mi literatura acaba en el vitalismo. Siempre. Mis libros son una invitación a la vida. Estamos aquí para sentir la vida y para que nos vaya bien, para alcanzar la plenitud, una buena relación con la vida. Y todos esos temas están.

P. Deja atrás la editorial Alfaguara en la que hasta ahora publicaba habitualmente, ¿qué va a pasar a partir de este momento? ¿Publicará con Planeta en el futuro?

R. Tengo una relación maravillosa con ellos. Tengo allí grandes amigos y toda mi obra literaria está publicada por ellos. Nunca se sabe. De momento, no hemos hablado del futuro.

@mailouti