Premio Nacional de Literatura y Premio de la Crítica, Luis Mateo Díez (Villablino, León, 1942) vuelve la vista atrás en su última novela, Juventud de cristal (Alfaguara), para abordar ese irreversible período de la vida que Wordsworth definió como la hora del esplendor en la hierba. El escritor, que participará la próxima semana en el Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE) que se celebra en Sevilla, regresa aquí al universo literario que conforman sus particulares “ciudades de sombra” en la voz de una mujer, Mina. Una peculiar protagonista que con “la cabeza alborotada y fantasiosa”, dueña de “una imaginación muy altruista”, recrea, a modo de fotograma, los recuerdos de una época  en la que los días pasaban demasiado volátiles entre el Cine de los Sustos y el Baile de los Corales, mientras ella se esforzaba en salvar a los demás como una enfermera de la I Guerra Mundial. “Un tiempo  que pasa pronto –advierte su autor-, porque lo que eres de joven no lo vas a volver a ser más”.

P. La juventud es el tema central de esta novela, una juventud que es, además, de cristal, ¿siente que se trata de un período frágil de nuestras vidas o que, por el contrario, puede ser cortante e hiriente si se rompe?

R. Yo he hecho una novela de la juventud en su sentido un poco mítico o legendario. No he intentado hacer una novela en la que hay elementos sociológicos ni testimoniales, es una novela que funciona por otro lado. La juventud como una edad de tremenda fragilidad pero llena de contradicciones. Sobre todo de emociones profundas y de decisiones muy radicales pero siempre precarias. Esta es una edad que empieza pronto y termina. Y se vive con mucha intensidad. Está llena de ensoñaciones, disparates, quimeras, emociones, sentimientos y de muchas contrariedades por eso sí, puede ser de un cristal que se rompe y que te hiere. No es solo la fragilidad de aquello, también te puede dejar heridas profundas. Como se ve en los personajes diríamos que da la impresión de que todos viven algo muy cotidiano y muy pequeño, muy sencillo, pero con cierta radicalidad. Como dice Mina, aquí todos se han suicidado y no ha muerto nadie. Ella es una salvadora.

"La juventud es una edad que empieza pronto y termina. Está llena de ensoñaciones, disparates, quimeras, emociones y muchas contrariedades"

P. En este sentido, ¿considera que esta es quizás una de las etapas que más nos marcan en la vida?

R. Sí. La juventud deja una huella honda y profunda. Lo que hemos sido siempre deja un poso de experiencia a veces grato, a veces ingrato y otras doloroso. En la juventud si de verdad tiene este componente tan explosivo y radical ese poso es grande. No es una edad inocua. Pero ninguna edad lo es. La infancia es eterna, es muy duradera y está llena de inocencia. La adolescencia es una época llena de indecisiones, en la que no se aclara uno, tienes la conciencia de que has perdido la inocencia pero no has ganado nada. Y claro la juventud es un momento muy crucial. Deja esa huella. Indudablemente. Por eso la novela está contada cuando Mina es más mayor y tiene esos recuerdos. Eso es lo que le ha quedado a ella. No sabemos más de su vida, si se ha casado, si es feliz, pero lo que queda en Juventud de cristal es lo que fue.

P. Y ¿por qué le interesaba abordar ese periodo en concreto?

R. Bueno, lo fundamental en mi obra son las atmósferas y luego las tramas que están vividas siempre por muchísimos personajes. Me interesan mucho las edades. Las transiciones que hay. No es la primera vez que escribo de la juventud. He escrito mucho sobre la adolescencia. Y por ejemplo mi próxima novela se titula Los ancianos siderales. Como ves, vuelve a haber el determinante de una edad final como sustancia de la historia que quiero contar que va a ser muy surrealista. La juventud es además una época en la que puede haber ya una primera conciencia de lo que uno es, cosa muy difícil todavía en la adolescencia e imposible en la infancia. Entonces es una época de grandes descubrimientos de uno mismo y también de la ambigüedad de nuestra existencia y de lo contradictorio que es todo. Y de ahí los peligros también. Y los riesgos. La juventud no es eterna y no te vas a quedar en ella. Esa conciencia de fugacidad sí que es muy decisiva. Y ya cuando te haces un anciano, esto no tiene remedio. En la vejez ahí estamos engañados. Los viejos estamos llenos de fantasmas.

P. Uno de los espacios por los que se mueve en su novela es el Cine de los Sustos, además, los recuerdos de su protagonista a veces parecen películas, ¿se considera un gran aficionado al séptimo arte?

R. Sí, totalmente. Eso forma parte, en los elementos simbólicos, de toda mi obra. Siempre hay cines, casi siempre de ruidos. Son como esos palacios del sueño que ya se han hundido. Y yo sí, yo soy un cinéfilo tremendo y lo he vivido muy intensamente. Para Mina es también muy importante. Su fantasía es muy cinematográfica y de hecho muchas de las cosas que cuenta ella son en tecnicolor, en blanco y negro, a veces es un melodrama, otras de piratas... Todo ese mundo de su fantasía está muy tamizado por el cine. Pero un cine del ruido en el que ella construye. No es un cine donde se sienta a mirar lo que pasa en la imaginación cinematográfica.

"Hoy todo tiene que ser actual. Eso me ha hecho huir de la actualidad pero no del compromiso con lo contemporáneo. Vivo el tiempo que vivo con todas sus contrariedades"

P. En este sentido ¿qué opinión tiene del cine actual? ¿Vive un buen momento?

R. La verdad es que sigo menos la actualidad. Hubo un tiempo en que a mí me gustaban más los cines que el cine. Pero ahora cuando me preguntan qué es lo que más me gusta de la televisión, digo que el televisor. Porque es el que me ha permitido repasar a través del DVD y de las ediciones especiales todo el mundo del cine. Sigo aferrado a mi condición de cinéfilo así que no es nada raro que vea tres películas diarias. Y por eso todo ese tipo de imaginación está muy supeditada a la fascinación del cine y de los ensueños.

P. ¿Cuáles diría que son esos directores a los que siempre vuelve?

R. Es infinito. Pero si tuviera que elegir tres, te diría: John Ford, Jean Renoir e Ingmar Bergman. Con esos tres al lado de otros tres mil –bromea-. Esos tres me parecen sustanciales y yo he encontrado ahí siempre una referencia de lo que es contar grandes historias.

P. ¿Y sigue el cine español contemporáneo? ¿Le gusta?

R. Sí, lo sigo. Lo que sigo poco son las cosas actuales. He vivido una cierta angustia de pensar que estamos viviendo un mundo que está demasiado invadido por la actualidad. Parece que todo tiene que ser actual. Estamos comprimidos. Y eso desgraciadamente me ha hecho huir un poco de la actualidad. No del compromiso con lo contemporáneo. Yo no he hecho una huida para refugiarme por ahí en un tiempo pasado que fue mejor. Eso no me interesa para nada. Vivo el tiempo que vivo con todas sus contrariedades y sus tragedias. Pero sí, eso me has desligado en el mundo del cine y de las lecturas. Me ha hecho mucho viajar un poco a la relectura a la revisión de grandes películas. Tal vez porque eso me alimenta también como escritor, a lo mejor es también una reacción interesada.

P. El otro escenario que menciona es el Baile de Corales, ¿qué nos puede contar de él?

R. Es también un baile de ruido, donde hay otro tipo de reconstrucción de las emociones y de los sentimientos sociales, que son los bailes, los bailes públicos, no la cosa privada. Eso tiene una aureola un poco legendaria con sus lámparas caídas. Por eso los personajes construyen ahí también un mundo de lápidas, como de recuerdos de los amigos que pasaron. Es una atmósfera que los envuelve. Tiene un punto mágico, por el tono irreal que tiene el libro que no es nada documental. En vez de un escritor realista, soy un escritor irrealista. Pero en casi todos mis libros la realidad que hay es reconocible, la identificas, no trabajo en la fantasía pero es como una realidad paralela. 

P. Además, ya que le he preguntado por el cine, le tengo que preguntar por la literatura, ¿cómo la vive?

R. Igual que el cine. Con esta especie de invasión de la actualidad... pero tengo siempre mucha curiosidad y además tengo la sensación de que con las generaciones que vienen, y los nuevos escritores y escritoras que hay, me parece que tenemos un panorama excelente. No me cabe la menor duda y además yo soy partidario de los cambios generacionales en la narrativa española y ahora hay un panorama muy interesante. Pero también viajo mucho a mis clásicos. Tengo una biblioteca totalmente desordenada porque soy muy desordenado y lo que hago son hallazgos allí. Es como un descubrimiento. Entre los muchos libros y las películas que tengo en casa siempre descubro algo. Y luego está la vejez. De las pocas cosas buenas que tiene, bueno, de las pocas cosas terribles que tiene, es que se te diluye mucho la memoria. Entonces yo puedo volver a ver una película entregado por completo a la fascinación de la trama y casi sin sabérmela o  sin que me interese descubrir un final sorprendente sino solo por el disfrute de cómo aquello está contado.

P. Participará en el Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española, entre el 4 y el 8 de noviembre, ¿qué balance hace de la situación de nuestro idioma?

R. Nuestra lengua es el bien mayor que tenemos que compartimos con toda la orilla americana y que nos lleva a ser como 600 millones de hablantes y además de manera expansiva. El español va creciendo, va tomando posiciones respecto al inglés y sobrepasándole ya en muchas dimensiones. Hay que cuidarlo mucho. Es una lengua que no se puede dejar en el descuido. En ello está la Academia. La Academia tiene mucha responsabilidad y la asume. Tenemos actualmente un director -Santiago Muñoz Machado- que es muy activo y que tiene una conciencia muy clara. Esa tradición siempre la ha habido, anteriormente también era así, pero como ahora es un momento crucial tenemos la suerte de tener un director muy acorde a las necesidades que hay.

@mailouti