El Barroco es hoy, dentro de las minorías que moviliza la clásica, un repertorio mainstream (o casi). En cambio, a mediados del siglo XX estaba recluido en un cubículo de especialistas. Fueron pioneros como Harnoncourt, Gardiner, Jacobs, Leonhardt y Savall los que poco a poco le devolvieron el protagonismo. En ese grupo también hay que incluir, por supuesto, a William Christie (Búfalo, 1944), que fundó hace exactamente 40 años Les Arts Florissants (LAF), conjunto de referencia en la interpretación historicista. Lo hizo tras escapar de las levas forzosas a propósito del moridero de Vietnam. Se asentó en Francia, concretamente en Thiré, un pueblo de la Vendée, donde plantó un precioso jardín y urdió su revolución barroca. El próximo 15 de diciembre celebrará el aniversario en el Auditorio Nacional con un despliegue de greatest hits de sus amados Händel, Purcell, Rameau, Charpentier… Antes, en su visita a Valencia para escanciar La finta giardiniera de Mozart, charla con El Cultural en un hotel frente al Palau de la Música de su peculiar carrera musical, del concierto madrileño y de sus planes futuros, entre los que no se encuentra bajarse del podio.

Pregunta. ¿Soñó alguna vez, en los comienzos, que LAF cumpliría 40 años siendo uno de los más prestigiosos ensembles de música antigua del mundo?

Respuesta. No. Que íbamos a tener éxito, sí. Que mis músicos iban a ser apreciados, también. Nacimos con ambición. Pero básicamente lo que he hecho estos años es vivir al día e intentar que nuestro público disfrutara con música de calidad.

P. Los comienzos fueron duros. Mucha gente no compartía su entusiasmo por el Barroco. Creo que incluso hizo algún que otro enemigo, ¿no?

R. Cuando llegué a Francia no era un país, digamos, a la vanguardia de la música antigua. Estaba por detrás de Londres o los Países Bajos. La formación de los conservatorios empezaba ya por Mozart, o incluso por Beethoven. Los planes lectivos se centraban sobre todo en el siglo XIX. Todo con técnicas e instrumentos modernos. Eso ya está superado aunque todavía encuentras figuras prominentes como Baremboim que permanecen totalmente de espaldas al Barroco. O las escuelas del Este de Europa. O la Orquesta Nacional de España. Hace 10 años era casi imposible que abordaran un programa barroco. Ahora se esfuerzan por aprenderlo y tocarlo apropiadamente. Y París es hoy sin duda una de las capitales de la música antigua.

La pasión barroca de Christie afloró tempranamente. Su profesor de piano vio muy claro que se deleitaba mucho más con Bach o Scarlatti que con Beethoven o Schumann. Hay otros hitos que afianzaron esa querencia, como su excursión por España a finales de los 50. “Fue increíble escuchar los órganos de algunas catedrales, como Segovia, Toledo…”, recuerda. Y su debilidad por el repertorio francés quedó sellada cuando un compañero en Harvard le pasó un disco con la ópera Hippolyte et Aricie de Rameau. “Lo escuché obsesivamente, hipnotizado por la voz de Janet Baker. Ahí fue cuando me dejé de tonterías y me puse en serio con la música”.

P. Su programa de Madrid ofrece una colección de hitos barrocos. ¿Cómo lo confeccionaron?

R. Lo hablé con Paul Agnew y la orquesta y decidimos que debíamos tocar las obras y compositores más importantes para nosotros en estos 40 años: Händel, Purcell, Lully, Charpentier y Rameau. Incluimos piezas para orquesta, coro y también para solistas, entre los que se cuentan nombres que nos han acompañado en esta andadura. Será como una reunión de amigos. Agnew es el sucesor designado por Christie para que Les Arts Florissant le sobrevivan y evitar así tristes despedidas como la de Il Complesso Barocco de Alan Curtis, que se desmanteló tras la muerte de este en 2015. Es el problema de conjuntos totalmente asociados a la personalidad de su líder. Christie está preparando el traspaso de poderes con tiempo, lo cual no significa que se vaya a bajar del podio y a concentrarse en la floricultura. “Yo pienso en mi jardín cada día. Es casi como tener un hijo. Siempre tienes el alma en vilo. El otro día se vio afectado, por ejemplo, por una tormenta que causó algún destrozo. Pero ¿sería feliz concentrándome en él? La respuesta es no; la música es demasiado importante para mí”.

“Todavía hay figuras que dan la espalda al Barroco, como Barenboim. Pero ya está muy superado lo de empezar a estudiar por Mozart”

P. Por cierto, ¿por qué decidió plantarlo en Thiré, ese pequeño pueblo que pilla tan a desmano?

R. Bueno, fue por una historia de amor, básicamente. Las emociones han movido mi vida.

P. ¿No le resultan muy duras hoy las ciudades grandes y ruidosas cuando sale de Thiré?

R. Debo protegerme, sí. Por eso siempre que he de pasar un tiempo en una gran ciudad busco espacios de paz. En Madrid me instalo junto a El Retiro. Cada tarde me adentro en él para dar un paseo. Si no, me meto en El Prado. En Nueva York vivo justo al lado de Central Park, que cruzo cada día para ir a dar mis clases a la Juilliard School. He de convivir con las grandes ciudades porque no puedes tocar un oratorio de Bach en medio del campo. No queda más remedio. De todas formas, siempre me ha encantado viajar y conocer mundo. Hay, por otro lado, algunas que amo desesperadamente. En España me encanta Segovia, Ávila… Ideales para dormir [ríe pícaramente]”.

Un insulto en el auditorio

Aunque España también le ha deparado desagradables sobresaltos. En el Auditorio Nacional interrumpió el Mesías de Händel en 2016 cuando sonó un móvil. “Aquello fue un insulto para la orquesta y para el resto del público”, rememora contrariado. “Cuando suena un teléfono en un concierto lo siento como una descarga eléctrica”. A pesar del incidente, dice que nuestro país no está entre los peores: “Nueva York es horrible, exceptuando espacios como la Morgan Library. En Japón, en cambio, son extraordinariamente respetuosos. Reino Unido está muy bien. Francia está mejorando mucho. Italia es terrorífica, particularmente en los teatros de ópera. Lo bueno es que ahora muchos de mis colegas reaccionan. Rattle también ha parado algún concierto. Y Anne-Sophie Mutter, cuando vio, por ejemplo, a una espectadora haciéndose selfies”.

El carácter inflexible de Christie en este terreno ha generado alguna que otra jugosa anécdota. Una vez, moldeando a Monteverdi en el Teatro de los Campos Elíseos de París, pidió a sus músicos que pararan de tocar, se volteó y afeó al respetable el aluvión de toses y carraspeos. “No estáis en un sanatorio sino en un auditorio. Si estáis constipados, deberíais haberos quedado en casa”, dijo. Al cabo de unos días, recibió una carta de un doctor que le reprochaba su dureza. Venía a decirle que era normal que la gente tosiera en invierno, que estadísticamente una de cada veinte personas en el teatro estaría resfriada. “Le escribí de vuelta agradeciéndole su carta y explicándole que, tras llamarles la atención, ya no se volvieron a escuchar toses. Quedó claro que era una cuestión de autocontrol”.

"Orban, Le Pen, Trump y Salvini nadan a favor de la corriente, proponiendo soluciones fáciles en tiempos inciertos”

Autocontrol del que carecen muchos dirigentes mundiales, que de un tiempo a esta parte han dado rienda suelta a su testosterona autoritaria. Christie anda muy preocupado. Es tan europeísta que confeccionó su jardín como una metáfora de la UE: en él se combinan el estilo francés, el inglés, el italiano… Hoy luce mucho mejor que el proyecto de convivencia impulsado por De Gasperi, Monnet, Adenauer y Schumann. “Es realmente uno de los periodos más tristes que he vivido en los últimos 40 años. El nacionalismo está diseminando el odio, el miedo y la desinformación. Orban, Salvini, Trump y Le Pen nadan a favor de corriente, proponiendo soluciones fáciles en tiempos inciertos. Me gusta Macron porque va en dirección contraria. Él cree en Europa y en el hecho de que estando juntos podremos contribuir más eficazmente a mejorar el mundo. Hay asuntos como el de la inmigración que son muy paradójicos. Muchos se quejan de que vengan musulmanes pero es que antes los europeos conquistaron sus países y los convirtieron en colonias. Y normalmente llegan para ocupar los puestos de trabajo más penosos. No aprendemos mucho de la historia”.

P. En un año se celebrarán elecciones presidenciales en Estados Unidos. ¿Tiene alguna esperanza de que Trump caiga?

R. Es díficil porque la mayoría de la gente quiere respuestas sencillas y Trump se las da. Él abona el miedo y la polarización. En Washington hay hoy una inquina brutal entre los partidos políticos, y eso tiene que ver mucho con la personalidad del presidente, un megalómano narcista que gobierna el país como si fuera una empresa de construcción. Ahora tendrán que votar por primera vez muchos jóvenes. Creo que eso tendrá su efecto. Eso espero al menos. Pero no me atrevo a hacer cálculos. Espero que no gane porque, si lo hace, me temo que a Estados Unidos le llevará mucho tiempo recuperarse de los estragos.

@albertoojeda77