Gabrielle Bell o cómo convertirse en una silla
La autora de cómic independiente alterna memoria, ficción y realismo mágico en las historias de 'Cecil y Jordan en Nueva York'
18 diciembre, 2019 09:12Hipersensible, con tendencia al aislamiento y talento para dibujar. Miles de personas en todo el mundo reúnen estos atributos, pero en el caso de Gabrielle Bell (Londres, 1976) se mezclaron además con otra habilidad que la ha convertido en una autora de culto del cómic independiente: la de contar historias sencillas, muchas de ellas autobiográficas, con ojos de outsider y toques de realismo mágico, que hacen de la vida cotidiana un mundo fascinante y al mismo tiempo familiar para los lectores.
Así ocurre en Cecil y Jordan en Nueva York —que da título a la colección de relatos que acaba de reeditar La Cúpula, sello que también ha publicado en España otras obras suyas, como Afortunada y Voyeurs, y que planea editar próximamente Everything is Flammable, su último libro— cuando la chica protagonista se convierte en una silla y gracias a eso se siente útil al fin y encuentra su lugar en el mundo. Aunque no conozcan a Bell, quizá recuerden haber visto esta kafkiana metamorfosis en el cine, ya que el director francés Michel Gondry, que fue pareja de la autora y un personaje importante en sus diarios en viñetas, la adaptó al cine en la película colectiva Tokyo!, que firmó junto a Leos Carax y Bong Joon-ho —este último, por cierto, acaba de estrenar en nuestro país Parásitos, ganadora de la Palma de Oro en Cannes—.
Esa mezcla de cotidianidad y fantasía también está presente en otras historietas de Bell, como Mi dolencia, con gigantes secuestradores, levitaciones y pájaros malhablados. Pero la autora no siempre se sirve de estas alegorías oníricas; a menudo la narración de hechos y diálogos ‘normales’ son suficientes para enganchar al lector con sus recuerdos de infancia en las afueras de un pequeño pueblo de California, su vida en Nueva York, los gajes de su oficio, su adicción a Internet y los pequeños dramas emocionales y existenciales a los que cualquiera se enfrenta en su día a día.
Tras su paso por el Salón del Cómic de Getxo, donde participó en un coloquio sobre cómic autobiográfico con la autora Ulli Lust, Gabrielle Bell atiende a El Cultural en una librería de Madrid para explicarnos las claves de su trabajo y sus fuentes de inspiración.
Pregunta. ¿Cuál es la clave para que los eventos de la vida cotidiana sean atractivos para los lectores?
“Hay algo mágico en tomar un evento real y reducirlo a sus elementos básicos en un cómic. Parece alquimia”
Respuesta. La vida cotidiana es muy interesante. Por qué sucede algo y cómo eso lleva al suceso siguiente. Los cómics son una buena manera de explorar eso. Aunque me gusta el realismo mágico, también hay algo mágico en tomar un evento real y reducirlo a sus elementos básicos en un cómic. Parece alquimia. No sé por qué la gente crea superhéroes, supongo que es interesante crear algo de la nada, una fantasía, pero plasmar la vida real en un cómic es un proceso alquímico, catártico.
P. ¿Cómo decide qué hechos cotidianos merecen aparecer en un cómic?
R. Creo que tiene que ver con los sentimientos fuertes. A veces los pequeños acontecimientos pueden inspirar tristeza, humor o algún tipo de intensidad mayor que otros hechos a priori más interesantes. Creo que consigo conectar con el lector inspirando sentimientos. La gente quiere sentir.
P. Algunas de sus historietas parecen sueños, como Mi dolencia. ¿Cómo se le ocurren? ¿Son realmente sueños?
R. Cuando hice esa historia estaba muy deprimida porque tenía el brazo derecho lesionado, así que estaba aprendiendo a dibujar con la mano izquierda. Adopté un método de trabajo en el que dibujaba una página al día y recuerdo que cada noche mientras me estaba quedando dormida pensaba qué pasaría después. Las cosas venían a mí de manera intuitiva y al día siguiente trabajaba en ello. Fue un proceso realmente mágico y me encantó la historia, pero nunca fui capaz de replicar ese método de nuevo. Creo que parte de su éxito fue mi depresión profunda, lo cual no compensa… Me alegro de estar más feliz ahora, pero ojalá pudiera hacer cómics como ese de nuevo.
P. “Los cómics te destruirán”, dijo este verano cuando tuvo otra lesión en la mano. ¿Le ocurre muy a menudo?
R. Es una lesión recurrente que viene y va. Antes haciendo yoga se me quitaba, pero ahora no, aunque está bajo control. Cuando me pasa eso dibujo con la izquierda, es un ejercicio muy interesante. Aunque me siento torpe, lo disfruto, y cuando vuelvo a la derecha noto que dibujo incluso mejor que antes.
P. ¿Dibujar cómics le sirve de terapia psicológica?
R. Sí, tengo que admitir que es mi manera de lidiar con emociones fuertes. No es realmente mi objetivo y no sé si funciona, pero creo que todos los artistas tratan de lidiar con sus contradicciones psicológicas a través de su obra, sea autobiográfica o no. No recuerdo qué crítico dijo que los artistas intentan curarse a través de su trabajo, pero fracasan una y otra vez, por suerte para el público y por desgracia para ellos, ya que están atrapados en ese bucle intentando curarse. A veces, mientras trabajo en una historia intensa, lloro y siento alivio. Otras veces me río en voz alta yo sola. Creo que me ha ayudado, pero no es un reemplazo para la terapia de verdad.
“Los artistas intentan curarse a través de su trabajo, pero fracasan una y otra vez, por suerte para el público y por desgracia para ellos”
P. Creció en las afueras de un pequeño pueblo y después se mudó a Nueva York. ¿Cree que ser una forastera le ha servido para describir la vida urbana con otros ojos?
R. Creo que sí. Estuve muy aislada cuando crecí y me sentía una outsider. Muchos artistas tienen esa sensación de manera natural aunque no crecieran aislados. Yo vivía en las afueras de un pueblo pequeño y no me sentía cómoda allí. Quería mudarme a la ciudad porque pensaba que vivir allí sería romántico y excitante, por lo que había visto en los libros y las películas. Así que me mudé a la ciudad y me encantó. Es un lugar donde puedes vivir tu vida de manera anónima y con privacidad, mientras que si tienes poca gente alrededor te defines por cómo te ven. Antes sentía que el mundo era muy pequeño y que si me alejaba de allí en línea recta me caería por el borde, mientras que en la ciudad el mundo parece infinito. Aún me siento incómoda casi todo el tiempo, pero es un tipo mejor de incomodidad.
P. ¿Es esa incomodidad vital el motor de su creatividad?
R. Posiblemente. Es una cosa con la que todo el mundo tiene que lidiar. En el budismo lo llaman Dukkha, “sufrimiento”, no como una tortura, sino como el desasosiego de la vida cotidiana. Cualquier persona puede sentirse afortunada si es capaz de transformar eso en algo productivo.
P. ¿Qué leía de pequeña? ¿Cuáles eran sus cómics favoritos?
R. Me encantaba leer la revista Mad, Archie, Jughead, Tintín, Astérix, el cómic underground, los Freak Brothers —me encantaba el gato de Fat Freddy— y cosas extrañas al estilo de Robert Crumb; no leía tanto cosas suyas como de otros autores a los que él influyó con Zap Comix: un montón de cosas de hippies, sexo, drogas y bromas que no entendía. Me resultaba cautivador porque era raro y no lo entendía. Me gustaría volver a leer algunos de esos cómics otra vez, probablemente me parecerían absurdos ahora, pero entonces eran un misterio para mí.
P. ¿Cómo empezó a hacer sus propios cómics?
R. Empecé muy joven, aunque no me lo tomé en serio hasta los 18 años. Me pasaba todo el tiempo dibujando y escribiendo. Pensaba que sería una artista o una escritora tradicional. Tenía la sensación de que los cómics eran de menor categoría, y yo quería ser una artista de alto nivel, sofisticada. Pensé en dibujar cómics hasta que me convirtiese en una artista importante. De hecho de pequeña tuve una fantasía en la que mis padres iban a la cárcel y yo me quedaba sola cuidando de mis cuatro hermanos. Entonces dibujaría una tira como Snoopy o Calvin y Hobbes y la mandaría a un periódico sin que ellos supieran que era una niña, y así nos mantendría a todos. Luego crecí y empecé a hacer bellas artes, pero cuando descubrí a Julie Doucet y Daniel Clowes pensé que eso era lo que quería hacer el resto de mi vida.
P. En algunas de sus historias habla de su adicción a Internet. ¿Le afecta mucho?
R. Sí, es fuerte. A veces me deshago de mi teléfono y uso otro sin Internet. Es bueno porque mi cabeza se aclara, pero es complicado hoy en día. Te pierdes sin los mapas, dejas de conectar con otros, sin saber qué pasa… A veces también hago que algún amigo me bloquee el wifi de casa, es útil porque te permite concentrarte en otras cosas, pero en cierta medida me hace más adicta porque cuando vuelvo a tener Internet me doy un atracón. Lo cierto es que lo necesito para promocionar mi obra, mantener contactos e incluso Instagram me sirve de fuente de inspiración viendo el trabajo de otros artistas. Además, Voyeurs surgió a raíz de empezar un blog en el que publicaba cómics todas las semanas y también publico regularmente en Instagram. Tener lectores al otro lado comentando y dándote apoyo es algo que realmente te ayuda a motivarte y seguir. Internet es algo maravilloso, es una pena que sea tan adictivo.
P. Hábleme de Inappropriate (Inapropiado), su próximo libro que verá la luz en el mercado anglosajón.
R. Es una colección de historietas que he hecho en estos diez años que han pasado desde Voyeurs. Hay solo un par de historias autobiográficas, el resto son sobre todo cosas raras y extravagantes, realmente inapropiadas, como dice el título. Hay muchas historias de animales, perros que hablan y muchas cosas embarazosas.
P. ¿Dibujar es una obsesión para usted?
R. Solía serlo. Antes siempre estaba dibujando en mi cuaderno de bocetos. Era incluso antisocial, cuando estaba rodeada de gente la ignoraba y me ponía a dibujar. Ahora conecto más con el mundo, así que dibujo menos. Echo de menos esa obsesión, pero dibujar no es todo, es un sustituto de la vida real. Aunque es una adicción mucho mejor que otras.