Es la gran estrella mundial del videoarte y uno de sus pioneros. Bill Viola (Nueva York, 1951) lleva 40 años usando la imagen en movimiento con una cualidad casi pictórica y de manera simbólica para reflexionar acerca del paso del tiempo, la muerte, el sentido de la vida y las emociones humanas. Algunas de sus obras más importantes pueden verse ahora en el Espacio Fundación Telefónica de Madrid, en la exposición Bill Viola. Espejos de lo invisible, que puede visitarse hasta el 17 de mayo. Kira Perov, pareja del artista, directora de su estudio y comisaria de la exposición, nos explica en este vídeo las claves de esta búsqueda creativa.
Bill Viola. Espejos de lo invisible ofrece un amplio recorrido por la trayectoria del artista, cuya obra ha evolucionado en paralelo con el desarrollo de la tecnología del vídeo. La muestra abarca obras de los setenta como The Reflecting Pool (1977-1979), en las que Viola explora, usando su propio cuerpo, las posibilidades que puede ofrecer la imagen electrónica, hasta la actualidad con obras de la serie “Mártires” (2014) donde incorpora la tecnología más puntera realizando producciones muy complejas con actores y sofisticados efectos de cámara. El uso de técnicas como el slow motion o cámara lenta y el montaje en bucle permiten al espectador ver en detalle la acción y la expresión de las emociones en las caras de sus actores, revelando así su mundo interior.
Viola se ha inspirado a menudo en grandes maestros de la pintura de otras épocas, como la Edad Media y el Renacimiento. Influencia más que palpable en piezas como Study of Emergence (2002), y su inquietud artística le ha llevado a crear rupturistas escenografías para ópera, como el Tristán e Isolda que presentó junto a Peter Sellars en el Teatro Real en 2014, durante la era Mortier.