Un conflicto entre una comunidad maya y la Iglesia Católica por la propiedad de unas tierras es el desencadenante de Carta de un ateo guatemalteco al Santo Padre (Alfaguara), la última novela de Rodrigo Rey Rosa. La misiva a la que alude el título la envía un estudioso interesado en el caso, un comparador de religiones llamado Román Rodolfo Rovirosa que decide terciar en la disputa pidiendo auxilio al papa Francisco, y al que no cuesta imaginar, por la coincidencia de iniciales, como trasunto del propio autor, lo cual inclina al lector a pensar que el caso relatado guarda también relación con uno real. Una rápida búsqueda en las hemerotecas digitales lo confirma, pero la sorpresa llega cuando el escritor confiesa que también en la vida real envió una carta al pontífice, que aún no ha tenido respuesta. Para saber si la que envía el desdichado protagonista de la novela —que por hacerse el héroe acaba enfrascado en una peligrosa aventura— tiene respuesta, y si todo es como aparenta ser, habrá que esperar al final del libro.

“El libro parte de una reunión a la que asistí invitado por juristas mayas guatemaltecos especializados en comunidades mayas. Comenzaron a hablarme de una excomunión que fue raíz y producto de una expropiación de tierras, y me dieron a leer varios legajos de pleitos en tribunales que me hizo querer llegar un poco más allá en el asunto”, explica Rey Rosa a El Cultural.

"En la época colonial no había más opción que catolicismo o muerte, por eso muchas organizaciones mayas adoptaron formas católicas para sobrevivir"

La novela da cuenta de un curioso sincretismo religioso en Guatemala. Comunidades mayas que, por obligación en tiempos del imperio español, se constituyeron en cofradías adscritas a la Iglesia católica, pero que siguieron manteniendo sus costumbres y ritos ancestrales. Hoy ya no solo están vinculadas al catolicismo, sino también al culto evangélico e incluso al anglicano y al siro-ortodoxo. “Hasta el fin de la época colonial y un poco más allá no había más opción que catolicismo o muerte, por eso muchas organizaciones religiosas mayas adoptaron formas católicas para sobrevivir”, explica el escritor. Adoptaron a Dios, a Cristo, a la Virgen y a algunos santos, y aunque hoy hay libertad religiosa, ya están demasiado imbricados en sus costumbres religiosas como para renegar de ellos.

El conflicto que relata Rey Rosa tiene su raíz en unas tierras que desde hace siglos, y con documentación oficial, pertenecieron a una de estas cofradías mayas, sobre la que se construyó una iglesia, con ayuda de todo el pueblo, tras el incendio de la anterior, y ahora la Iglesia Católica reclama su propiedad. “El caso es calcado de la realidad, y cuando investigaba me sorprendió comprobar que la Iglesia Católica tiene conflictos similares en muchos lugares, también en España hay cientos de casos, lo que ocurre es que aquí no está relacionado con el racismo, en Guatemala sí”, afirma el escritor. En nuestro país, además de conocerse que este año la Iglesia recibirá un récord de 284 millones de euros gracias a la casilla correspondiente en la declaración de la renta de las personas físicas, hay otro tema de debate encima de la mesa: el posible fin de la exención del pago del Impuesto sobre Bienes Inmuebles de la que han gozado hasta ahora las propiedades de la Iglesia.

En Carta de un ateo… aparecen los expertos juristas de distintas etnias mayas a los que aludía Rey Rosa al principio. Personas muy instruidas e influyentes que chocan frontalmente con el estereotipo que normalmente se tiene de los pueblos indígenas. “Hay una percepción del mundo maya que los retrata como campesinos sin recursos, eternas víctimas, pero también hay una elite maya que siempre ha tenido un poder, no económico pero sí político e intelectual, mucho más desarrollado de lo que el estereotipo refleja”. Lo que ha cambiado en los tiempos modernos es “la posibilidad de manifestarlo, organizarlo y ponerlo en acción”.

"Guatemala es un país que estuvo en guerra mucho tiempo, con muchas comunidades desplazadas forzosamente por culpa de lo que ahora ya oficialmente se puede llamar genocidio"

En la novela se menciona la Oficina contra la Discriminación y el Racismo del gobierno guatemalteco, lo que refleja una preocupación “oficial” por la situación de los pueblos mayas, con una veintena de etnias y lenguas diferentes. Pero ¿funciona de verdad? “Es un arma de doble filo, algo así como el ministerio de protección de la selva de Brasil, que se ha convertido en el agente de venta de tierras indígenas para grandes compañías”, opina Rey Rosa. “En Guatemala este organismo también hace de bisagra entre un mundo y otro, donde la corrupción hace nido y se convierte en lo contrario de lo que se supone debería ser. Los juegos de poder entre las dos formas de gobierno que hay en Guatemala, la occidental y la maya, darían para otra novela”, asegura el escritor.

Los conflictos de tierras son el principal problema de Guatemala hoy, según el autor. “Son los más numerosos y virulentos”, asegura. “Es un país que estuvo en guerra mucho tiempo, con muchas comunidades desplazadas forzosamente durante más de 20 años por culpa de lo que ahora ya oficialmente se puede llamar genocidio. Muchas de estas personas vivían en tierras comunales, según el sistema de propiedad colectiva indígena. Con la emigración masiva a causa de la guerra genocida, esas tierras fueron ocupadas por gente que no peretenecía a estas comunidades, a menudo favorables a la facción de la derecha, que todavía ocupan muchos de estos lugares pero no tienen títulos de propiedad. Los retornados, que se han establecido alrededor de estas zonas, sí tienen los títulos de propiedad para poder usar la tierra”, explica Rey Rosa. “Parece un problema imposible de solucionar, pero es necesario encontrar alguna manera de reconciliar o recompensar a quienes fueron desposeídos de su tierra”.

En Carta de un ateo…, uno de los abogados mayas le pregunta al comparador de religiones: “¿Qué sentido tiene escribir libros hoy en día en un país en donde nadie lee?”. La pregunta parece hacérsela así mismo el autor, y aquí su improvisada respuesta: “En el ocaso de la era Gutenberg, lo cierto es que escribir no tiene sentido. Pero nada lo tiene. Escribes porque te causa placer, y porque no encuentras nada mejor que hacer”.

@FDQuijano