Cuenta Elvira Lindo (Cádiz, 1962) que lleva toda la vida preparándose para escribir su última novela. Publicada por Seix Barral, en A corazón abierto la escritora se desnuda para contar su verdad más honda. A partir de un recuerdo de la infancia de su propio padre, situado en el Madrid de 1939, Lindo recrea la tormentosa y apasionada relación de sus padres, que se transforman para ella en personajes literarios, y establece un diálogo con ellos y consigo misma a partir de diferentes edades y momentos de su vida.

“En este libro –analiza- he tenido que inventar la verdad, por así decirlo, para ser fiel a su peripecia vital. Para mí ha sido un buen ejercicio de algo que la literatura nos ha enseñado que es a tratar de comprender a una persona sin juzgarla”. Construida a modo de puzle, que el lector completará con su último capítulo, la autora investiga el carácter íntimo de sus progenitores. “Por qué fueron así, por qué contaban algo y no lo otro, por qué nunca quisieron victimizarse… Mi padre entendía la valentía como una de las mejores cualidades que puede poseer un ser humano. Yo hago ese viaje hacia atrás, como si se tratara de personajes históricos, más que mis padres, convirtiéndoles en personajes literarios, rastreando en sus vidas”.

Pregunta. ¿Fue difícil escarbar en su pasado? ¿Qué fue lo que le resultó más complicado en todo el proceso?

Respuesta. Encontrar los puntos de vista. Estaba claro, yo podía contar esto en primera persona, pero sentía que era demasiado lineal y quería escribir literatura, no simplemente contar un recuerdo. Entonces pensé que podía contarlo desde distantes edades de mi vida. Eso hacía que el punto de vista cambiara y también la estructura. Eso fue lo más difícil. Y luego tratar de contar las aristas del carácter de cada uno de ellos pero sin que sonara a ajuste de cuentas. Quería mirarlos con comprensión y humanidad pero sin ocultar tampoco cosas que yo no entendía o que me parecían injustas. Vivimos en un presente en el que el pasado se entiende todo el tiempo a través de las ideas o de las ideologías que están en funcionamiento. Y yo quería abordarlo de otra manera. Quería hacer que actuaran con total libertad y no estar allí como juez ni de su comportamiento ni de su pensamiento.

P. Pero al tratarse de algo tan personal, ¿se autocensuró en algún momento?

R. Bueno, yo no quería que fuera escabroso. Es como si ahora la gente contase sus biografías pensando en ver quién lanza el órdago más grande. Si lees el resumen de algunas memorias te encuentras con: mi padre era alcohólico, mi madre estuvo enganchada al crack, mi hermano está en la cárcel… Como ahora mismo hay muchos libros híbridos entre ficción y realidad, hay una tendencia a lo escabroso como si fuera lo único interesante. Y yo a mis padres los consideraba interesantes en toda la complejidad. Yo no creo que dejaran ni de amarse ni de amarnos en ningún momento por mucho que su comportamiento fuera reprobable. Pero con todas sus sombras, sus aristas, hay mucha gente que va a encontrar a su propia familia ahí.

P. De hecho, hace gala de su sentido del humor…

R. Tenía claro desde el principio que tenía que hacerlo con valentía. He contado lo que quería contar y aquello que no quería contar, no lo he contado. El humor es algo que forma parte de mi personalidad y en ningún momento lo he rehuido. Hay páginas donde hay una situación que parece dramática y de repente hay un giro humorístico. Eso está muy presente en todo el libro y también tiene que ver con la educación que nos dio mi padre. El humor era la manera de envolver lo dramático. Era inevitable para mí. Además es una especie de respiro en una historia que tiene tensión.

P. En algunos momentos de la novela, su narradora habla del miedo al olvido, ¿lo teme también?

R. Yo no soy una persona nostálgica, pero siempre he vivido con el recuerdo. En ese sentido creo que tiene que ver con la relación que yo veía que algunas personas mayores de mi familia tenían con los muertos. Los muertos tenían una presencia en las casas muy importante. En mi caso, esto ha sido así. Al quedar huérfana de adolescente, el diálogo con mi madre no se ha interrumpido jamás. Es una cosa extraña. En vez de centrarme en la nostalgia yo he podido sentir que su presencia ha sido como mantener una especie de diálogo fantasmal continuo. 

P. Además, homenajea a la gente que se quedó en España durante la posguerra, muchas veces ponemos la atención en el exilio, pero ¿qué pasó con los que se quedaron?

R. Yo misma generacionalmente viví una adolescencia y una juventud muy politizada. Había como una especie de idealización del exilio y de las personas que habían tenido una participación heroica durante la guerra, desde fuera de España o después cuando comenzaron las libertades democráticas en el país. Pero ahí quedaba esa generación perdida y olvidada y que estúpidamente a nosotros nos parecía poco heroica que era la de nuestros padres.

"Me encuentro en un buen momento pero he tenido muchas inseguridades. Y eso que yo me he ganado la vida escribiendo pero sentía que no se me aceptaba plenamente en el universo literario"

P. ¿Se ha escrito poco sobre esa generación?

R. Se ha escrito poco, sí. Tal vez nos hemos puesto muy pesados tratando de convertir en heroica la juventud de mi generación con el principio de las libertades y la movida y hemos mirado poco, nos hemos desinteresado de la vida de nuestros padres y no los hemos convertido en material literario. Realmente hay menos novelas o menos películas sobre ese periodo de esa posguerra tan larga y si se hacen siempre son muy sombrías. Se habla poco de la vida íntima de los seres humanos. Pero creo que ahora hay gente joven que sí está poniendo atención sobre esa generación de sus abuelos. Por ejemplo, en los últimos tiempo he leído dos novelas gráficas –Cosas nuestras, de Ilu Ros y Estamos todas bien, de Ana Penyas- que están mirando a esa generación con mucha curiosidad algo que no supimos hacer nosotros. Siempre los hijos somos un poco arrogantes con nuestros padres. 

P. ¿Diría que A corazón abierto es su novela más personal?

R. He escrito cosas muy personales, pero creo que hay algo de verdad muy hondo en esta. Hay algo diferente. Yo también soy una persona diferente. Es como haberla escrito en un estado especial, no de trance, pero sí muy arrebatadamente.

P. ¿El paso del tiempo le ha permitido volver la mirada hacia atrás de otra manera?

R. Dicen que los novelistas son mejores con el paso del tiempo, yo no lo sé la verdad. En mi caso es porque yo he ido madurando poco a poco y también porque he hecho muchas cosas por el camino y de repente he puesto mucha atención en lo que estaba haciendo. Soy una persona más madura.

P. Y literariamente, ¿en qué momento se encuentra?

R. Me encuentro en un buen momento. Yo he tenido muchas inseguridades porque he trabajado en muchas cosas y era como que nunca llegaba a ser aceptada en el oficio de escritora. Y eso que yo me he ganado la vida escribiendo. Escribiendo en mil géneros y para mil medios, pero yo misma sentía como que no se me aceptaba plenamente en el universo literario. Ahora por fortuna creo que hemos dejado de vivir en un país tan formal en ese aspecto y me siento más reconocida por gente joven que entiende mejor mi trayectoria de lo que se entendía cuando empecé a publicar. En ese aspecto, me siento con más seguridad. 

P. ¿Cómo vive el día internacional de la mujer que se celebrará el 8M?

R. Todo este proceso tiene mucha importancia. Aunque me entristece un poco este año la cantidad de polémicas que hay dentro del propio feminismo. No por evitar la discusión o el debate sino porque creo que a veces no se acepta que haya una complejidad dentro del propio feminismo. Un movimiento que es tan transversal… Hay ciertas reivindicaciones que son las que nos unen pero también evidentemente hay algunas cosas con las que algunas feministas están radicalmente en desacuerdo. Yo me veo beligerante en la defensa de la igualdad y de los derechos de las mujeres pero hay veces que comprendo un sector y otras que comprendo otro. Y hay que tratar de sumar voluntades en esto. Por eso precisamente hay algo muy grosero contra el feminismo también ahora. Se ve que es un movimiento que está para quedarse pero me entristece que estemos aquí hablando en ocasiones de la letra pequeña, cuando hay que tratar de pensar que es un día de reivindicación y también de celebración. Eso no se puede olvidar.

P. ¿Y en el plano personal, como escritora?

R. Yo llevo muchos años trabajando, porque empecé además muy pronto, a los 19 años. Como comprenderás he visto la transformación en los lugares de trabajo y celebro que todas esas cosas hayan evolucionado. De verdad. Hay otras cosas que siguen. Hay gente que no puede evitar ser condescendiente contigo por ser mujer, que enseguida tiende a despreciar lo que tú piensas por ser mujer o a darte menos crédito o a colocarte solo en literatura hecha por y para mujeres y que no entres en el universo literario. En esas cosas hay que estar alerta y defender las libertades todos los días porque puede haber retrocesos. Otras me parecen muy saludables. Por ejemplo, cuando yo era joven, cuando el hecho de ser una chica joven provocaba en un compañero o un jefe un desprecio o te infravaloraban por eso, estabas muy sola. Completamente. Eso me enseñó a defenderme sola y ahora me doy cuenta de que uno se puede apoyar también en otras personas.

P. ¿Y cree que es necesario que se sigan reivindicando a las escritoras?

R. Yo creo que lo que hay que hacer es atraer a los hombres al terreno de la literatura escrita por mujeres. Todavía sigue existiendo un prejuicio de algunos hombres en cuanto ven una portada que les pueda resultar sentimental que está escrita por una mujer en la que a lo mejor aparece alguna madre o algún niño. Eso para ellos son señales de que es de un mundo femenino y de que no les interesa.

P. Por ejemplo, ¿esta novela, A corazón abierto?

R. Tengo la esperanza de que la lean buenas lectoras y buenos lectores. Esperanza y fe. Hay que empezar a decirles a los hombres que a lo mejor te estás perdiendo algo por tener esos prejuicios. La defensa de la literatura escrita por mujeres la tenemos que hacer porque hay libros que merecen mucho la pena y tenemos que atraer al público lector en general porque los hombres se han perdido también muchas novelas. Por ejemplo, la generación de mi padre. Eran malos lectores porque se perdían todo aquello que pudiera sonarles a un universo femenino. Yo siempre reivindico el acercamiento de los hombres a la literatura de mujeres y creo que es una labor de seducción, en el mejor sentido de la palabra, que tenemos que trabajar.

@mailouti