“Ya habrá tiempo para reflexiones más profundas. Este ensayo sirve para poner sobre la mesa los principales problemas que esta crisis ha puesto de manifiesto ahora que sentimos su importancia”, explica Paolo Giordano (Turín, 1982), que siempre precoz, como cuando ganó el Premio Strega con 28 años por La soledad de los números primos, se ha convertido en el primer escritor en el mundo que publica un libro cuyo protagonista es la pandemia de coronavirus, hoy ya un problema global.

No lo era tanto a finales de febrero, cuando el autor terminó “con urgencia y visceralidad, dejando de lado los patrones habituales de precaución y distancia” el ensayo En tiempos de contagio (Salamandra). Un compendio de vivencias, reflexiones y advertencias, ya disponible en ebook y audiolibro, que nos conmina a resistir y a sentar las bases de un futuro diferente, porque “el riesgo, si no lo hacemos, es que al final de la emergencia todo volverá a ser lo mismo que antes, con los mismos problemas, y volveremos a incubar la próxima epidemia”.

Pregunta. Habla en el libro de tres fases en el encierro que vivimos: fuerza, sacrificio y paciencia, y dice que esta última será la más difícil. ¿Por qué?

Respuesta. La fase de paciencia es en la que ya estamos entrando en Italia. Los datos, por horribles que sean, comienzan a mejorar, y esto, más que avivar la impaciencia, debe ser una fuerte motivación para seguir resistiendo en casa. Porque cualquier precipitación echaría por tierra todos nuestros esfuerzos y conduciría a un desastre aún mayor.

"Una pandemia es una enfermedad de la globalización, no se puede pensar en enfrentarla sin un esfuerzo global"

P. Asegura que el coronavirus demuestra lo interconectado que está el mundo, ¿es también una manera de recordar lo ridículo del racismo y de las fronteras que en los últimos tiempos parecen haber ganado terreno en nuestros países?

R. Totalmente, se hace obvio que el virus no reconoce nuestras fronteras. Sin embargo, la reacción de todos los países hasta ahora ha sido idéntica: la misma incredulidad, la misma demora. Y la cooperación que necesitamos está muy lejos de ser la que estamos viendo, especialmente por parte de la Unión Europea. Pero más allá de nuestro continente, debemos pensar ya en cómo ayudar a los países más desfavorecidos, porque cuando la infección llegue a ellos, se convertirán en los nuevos reservorios desde los que se propagará. Una pandemia es una enfermedad de la globalización, no se puede pensar en enfrentarla sin un esfuerzo global.

P. Desde que escribió el ensayo el aumento del virus ha sido imparable, y la escalada en Italia e España, atroz. ¿Ha cambiado su percepción en este mes o todas sus reflexiones siguen siendo válidas?

R. Las que están siguen siendo válidas, pero hoy podría agregar otras nuevas, pues todos los días aprendemos, de forma dolorosa, algo nuevo. Porque una cosa es especular con las cifras de manera abstracta, pensar que algo como lo que está sucediendo puede suceder, y otra muy distinta es ver las imágenes de hospitales atestados y ataúdes transportados por camiones militares.

P. Recuerda como al principio de todo esto la gente no era consciente del peligro e incluso se enfadaba ante las medidas más básicas como no tocarse o mantener cierta distancia, ¿hemos pecado los ciudadanos de irresponsables o quizá los políticos y técnicos deberían haber sido más previsores y efectivos?

R. Creo que nos comportamos en su mayoría de acuerdo de acuerdo a la información que se nos proporcionó. Los mensajes de las primeras semanas fueron confusos y contradictorios, tanto desde la política como desde los medios de comunicación, e incluso por parte de los expertos. En Italia se debatió durante dos semanas si se trataba de una gripe estacional sobrevalorada. Los políticos salieron por televisión invitando a los extranjeros a visitar Italia jurando que "era seguro". Nuestra clase dominante, y creo que es algo global, tiene una tendencia a escuchar poco y actuar demasiado a la ligera, y esto debería cambiar.

"Si la Unión Europea no encuentra la unidad y comienza a reaccionar adecuadamente, su existencia estará en riesgo"

P. ¿Es entonces esta crisis es un elemento más que aviva la desconfianza y el rechazo hacia las instituciones políticas, nacionales y europeas?

R. Pienso que sí. La efectividad de los gobiernos nacionales afectará a cómo los valoren los ciudadanos, pero esto será así especialmente en el caso de la UE. Si Europa no encuentra la unidad y comienza a reaccionar adecuadamente al virus, su existencia estará realmente en riesgo. Merecidamente. Y lo digo con el corazón roto, porque amo la idea paneuropea y la considero un activo invaluable.

P. En nuestra revista hemos pedido a varios pensadores y científicos españoles que reflexionen sobre la serenidad y las formas de afrontar una situación como esta. ¿Cree que nuestras sociedades están preparadas para un desafío de esta magnitud?

R. Ante algo tan nuevo no podíamos estar preparados, pero podemos esforzarnos por pensar de nuevas maneras y abandonar viejos paradigmas. Los virus son muy efectivos porque mutan rápidamente, así que nosotros debemos cambiar también. Si pretendemos hacer las cosas como siempre las hemos hecho, pronto nos veamos abrumados. Pero soy optimista. El ser humano tiene una habilidad extraordinaria para reaccionar ante lo inesperado.

P. En este sentido, ¿qué lecciones cree que podemos extraer a nivel individual y colectivo?

R. Muchas de las distorsiones de nuestra forma de vida que ha provocado el coronavirus nos demuestran que nuestra civilización, al menos en muchos aspectos, no es sostenible. Además, creo que esto nos puede servir para aprender el valor de hacer ciertas renuncias y para recordarnos nuestra capacidad de hacer ciertos sacrificios necesarios para el bien común.

"El coronavirus nos demuestra que nuestra civilización, al menos en muchos aspectos, no es sostenible"

P. Esta no es la primera epidemia que sufre la humanidad y una de las maneras de contextualizar lo que vivimos es la literatura, desde Boccacio y Defoe, hasta Camus. ¿Qué nos puede aportar la lectura de estas obras, o la lectura en general, en estos momentos?

R. Confieso que, personalmente, estoy luchando para poder leer literatura en este momento. Mi cabeza y mis ojos están llenos de actualidad y no puedo abstraerme. Quiero entender los datos, los movimientos, las evoluciones, todo. Más adelante llegará el momento en que sentiré la necesidad de esa comprensión diferente y más profunda que solo la literatura puede dar. Pero aún no.

P. Hacia el final del ensayo reflexiona sobre la necesidad de dotar de sentido a todo este tiempo, de que no sea perdido. ¿Qué repercusiones tendrá, o debería tener, esta situación en nuestras vidas?

R. Es muy temprano para decirlo. Depende de cuánto dure la crisis, pues no sería lo mismo vivir así tres meses que un año. No obstante, debemos estar muy atentos, pues esta emergencia ha llevado a los gobiernos a tomar decisiones de urgencia en multitud de temas sociales y laborales. Y las consecuencias de estas decisiones permanecerán entre nosotros mucho después de que esto acabe. Tenemos que asegurarnos de que vayan en la dirección que queremos, porque sería un fracaso no aprovechar el coronavirus para mejorar la sociedad. Por eso no son días de parálisis. Puede que el cuerpo esté en espera en casa, pero el cerebro debe carburar al doble de velocidad.