Cuenta que ha estado un poco dispersa estas últimas semanas. “Supongo que como todo el mundo, pero he conseguido terminar una novela juvenil, leer mucho y tomar las primeras notas para la siguiente novela, que comenzaré a escribir después del verano. Me ha sentado bien la dispersión, no obstante. Creo que a los novelistas nos conviene, de vez en cuando, pensar en las musarañas”. Care Santos (Mataró, 1970) puede presumir como pocos de llevar ya 25 años dedicándose a la escritura. Autora de más de diez títulos para adultos, además de sus obras de literatura infantil y juvenil, fue Premio Nadal en 2017. Su última novela, Seguiré tus pasos (Destino), llevaba almacenada en cajas desde el pasado 16 de marzo a la espera de una nueva fecha de publicación que hoy ha llegado. En ella cuenta la historia de Reina y su padre, muerto en extrañas circunstancias hace 44 años, y de un viaje al pasado a la localidad leridana de Conques y a 1939, cuando las tropas de Franco tomaron Barcelona.

Pregunta. Seguiré tus pasos concluye la aventura de una bilogía que inició en 2018 con Todo el bien y todo el mal ¿con qué se encontrará ahora el lector?

Respuesta. En primer lugar, con una historia que puede leerse con independencia de la primera, o en el orden que quieran los lectores, que para eso son soberanos. Si ya conocen a Reina, su protagonista, les gustará saber en qué ha pasado los últimos meses. Si no la conocen, creo que conocerla no les dejará indiferente. Hay quien no la soporta, pero también despierta muchas simpatías, e identificaciones. La trama habla de qué hacemos con la memoria, con el pasado. Hay personas que quisieran saberlo todo (Reina es de éstas) y otras que prefieren vivir en la ignorancia, lo cual es muy legítimo. Es un debate importante, también en nuestra actualidad: están los que creen que olvidar es positivo y los que defienden la necesidad de recordar. Esta novela habla de cómo a veces el pasado puede emerger de pronto, incomodando a quien se tropieza con él. Y como las acciones pasadas tienen consecuencias mucho más allá de cuando ocurren. 

P. Continúa indagando en las relaciones familiares con Reina, ahora también en el papel de hija, ¿qué Reina nos vamos a encontrar?

R. Es una mujer más reflexiva, acaso, pero también está más aburrida. Dejó de trabajar para atender a su familia, pero no soporta estar apartada del movimiento constante al que está acostumbrada. No es una mujer que sirva para esposa y madre abnegada, como muchas de las mujeres de su generación, entre las que me cuento. Es decir, que es una mujer en conflicto con ella misma, con las decisiones que ha tomado, con lo que está haciendo y lo que de verdad desea hacer. Por lo demás, es la misma de siempre: mandona, resolutiva, autosuficiente, imperfecta.

P. Escribe de la importancia del pasado y de nuestras raíces, ¿cómo nos influye el pasado en el presente?

R. La historia que Reina persigue es la de su padre, José, un hombre que luchó en la Guerra Civil siendo apenas un adolescente, y que al regresar a casa comete un error grave. Solo hay que ver un rato un debate parlamentario para darse cuenta de hasta qué punto la Guerra Civil sigue viva entre nosotros, cómo el pasado sigue influyendo en nosotros, cómo lo manipulamos y lo esgrimimos. El pasado forma parte de nosotros y deberíamos hacer lo posible por vivir con él en paz.

P. Además se remonta hasta 1939, ¿hay cierta reivindicación por la memoria histórica? ¿Necesitamos saber para poder continuar?

R. La novela habla de lo que ocurrió en Barcelona el 26 de enero de 1939, el día en que las tropas de Franco entraron en la ciudad. Es un momento fronterizo en varios sentidos, y las transiciones siempre ofrecen buen material para los novelistas. Sí, creo que nos entenderíamos mejor a nosotros mismos, a nuestro entorno, incluso a las reivindicaciones políticas que llenan nuestro día a día, si supiéramos un poco más de historia. Nada es nuevo ni ocurre ahora por primera vez. Sería fantástico si aprendiéramos de nuestros errores.

P. ¿Cuál es el peso de la historia real y de la guerra civil en su novela?

R. Tienen más importancia las consecuencias de la Guerra Civil que la guerra en sí. No quería contar la Guerra Civil: hay muchos que lo han hecho antes mucho mejor que yo. Quería contar cómo el pasado en realidad no ha pasado en absoluto, porque sus consecuencias marcaron y marcan la vida de personas inocentes. En realidad, es una novela que ocurre en buena parte en nuestro tiempo, que es el de la búsqueda de Reina, sobre el que se proyecta la sombra de lo anterior. En parte, eso es lo que nos pasa a todos: la guerra civil sigue proyectando su sombra en nuestras vidas, de un modo y otro. Y mi generación la cuenta con menos pasión, con menos implicación. Creo que esa distancia es interesante y da sentido a la novela.

P. Opina que escribir siempre es una forma de tratar de entender, ¿qué respuestas ha encontrado con su escritura?

R. ¡Por supuesto! Mis novelas siempre surgen de preguntas, a veces docenas, y para responderlas me embarco, primero en una documentación lo más exhaustiva posible y más tarde en la escritura. Es un proceso estupendo, la mejor parte de escribir, sin duda alguna. En esa búsqueda no encuentro respuestas, o no una única respuesta. Las novelas que me interesan no son tampoco las que ofrecen respuestas claras ni contundentes. Son las que multiplican las preguntas, las que reflejan la complejidad de la verdad, de la vida. Eso es lo que busco cuando escribo novelas.

P. Lleva 25 años dedicándose a la escritura, ¿cómo los ha vivido, cómo ha evolucionado y en qué momento se encuentra ahora?

R. Puede sonar cursi, pero me siento agradecida. No esperaba que me ocurriera ni la mitad de lo que he vivido. No esperaba poder ser lo que deseaba ser de mayor.  Me siento afortunada de tener tantos lectores, de edades muy diferentes, pero al mismo tiempo siento más responsabilidad que antes. No es presión, no es algo negativo, simplemente siento que ellos me piden que no publique cualquier cosa, que dé lo mejor de mí, y eso intento, una y otra vez, libro tras libro. También ha habido cambios en mi modo de trabajar. Sé más de ese arte tan inasible de contar historias, pero al mismo tiempo soy mucho más lenta (¿más vieja? ¿más autocrítica? Quién sabe) que antes. Me cuesta mucho más escribir una página. Me da terror autoplagiarme. No quiero conformarme. Lo que no cambian son las ganas de escribir. Me queda mucho, muchísimo por decir. Necesito, por lo menos, 25 años más.

P. Además, la hemos visto en otras facetas como la de la narrativa juvenil o infantil, el año pasado mismo publicó Miedo, ¿qué encuentra en este tipo de narrativa que no le aporte la de adultos y viceversa?

R. La diferencia fundamental es que cuando escribo para adultos lo hago para lectores convencidos. Gente a quien le gusta leer. No hay que convencerles de que leer es estupendo, porque ya hace mucho que lo saben. Cuando escribo para jóvenes sé que una gran parte de mis lectores aún no han descubierto que leer es maravilloso, y me empleo a fondo en demostrárselo, en entusiasmarles. Más allá de eso, no percibo grandes diferencias. Los adolescentes son lectores más críticos, más exigentes, pero también más entusiastas. Lo mejor de escribir para ellos son, precisamente, ellos. El resto es devoción y oportunidad. Hay que conocer bien a los adolescentes para acertar con los temas y las tramas. Aunque no siempre aciertas, claro. Muy a menudo en literatura hay que dejarse guiar por la intuición. Y cruzar los dedos.

P. ¿En España se escribe buena novela juvenil e infantil?

R. Creo que mejor que nunca. Hemos recorrido un larguísimo camino. Cuando yo era niña apenas había autores que cultivaran la LIJ, solo algunos precursores como Joaquim Carbó, Jordi Sierra i Fabra, Joan Manuel Gisbert, Sebastià Sorribes... Yo crecí leyendo autores nórdicos y anglosajones, a veces mediocres. Es maravilloso que hoy exista una LIJ que cuide del lector, que les hable de su mundo en su propia lengua, y desde el conocimiento y el compromiso con ellos y con la literatura juvenil. Y también lo es que existan tan buenas editoriales dedicadas a ello, haciendo un gran trabajo. No debemos olvidarlo. Los lectores del futuro dependen del entusiasmo que sepamos despertar en los jóvenes lectores de hoy. Hay que tomárselo muy en serio.

@mailouti