Lejos de las multitudinarias presentaciones a las que está habituado tras encabezar durante cuatro décadas la nómina de autores más leídos del mundo, Ken Follett (Cardiff, 1949) presenta hoy en un encuentro con periodistas de todo el mundo la que es quizá su novela más esperada. En 2017 el escritor culminaba —tras un parón de cuatro años para escribir su Trilogía "The Century", ambientada en el siglo XX— el camino iniciado en 1989 con Los pilares de la Tierra una historia en torno a la construcción de una catedral medieval que a día de hoy ha alcanzado ya los 27 millones de copias vendidas en todo el mundo. En aquel entonces el escritor no cerraba la puerta a un universo que le ha proporcionado su mayor satisfacción como escritor, ya que “hubo mucha gente que no quería que escribiera aquel libro, incluso un editor me dijo que arruinaría mi carrera. Y mira hoy. Me encanta escribir sobre Kingsbridge y a los lectores les encanta, así que… sí, es posible que haga otro libro”, decía hace tres años.
Por ello no sorprende que sea de nuevo esta ciudad, “que a pesar de ser inventada tiene su propio sitio web”, como bromea Follett, la que sirve de marco a Las tinieblas y el alba (Plaza & Janés), una historia, cuajada como todas las del escritor de peligros, luchas de poder y ambición, odio, muerte, pero también amor, nacimiento, esperanza y batallas contra las injusticias. Todo ello ambientado en un periodo complejo y caótico como son los albores del año 1000, especialmente en las Islas Británicas, donde tras siglos de dominio anglosajón, la llamada Edad Oscura, otras fuerzas entraban en liza: los vikingos escandinavos, que sembraron el terror con sus razias, y los normandos, oriundos de la homónima región francesa y quienes finalmente se impusieron por la superioridad de su civilización.
Para ilustrarse sobre esta época en la que la documentación escasea, el escritor, dedicó un año entero a leer y a viajar, algo que hace siempre antes de arrancarse a escribir. “Los anglosajones no escribían mucho, casi no han dejado pinturas y gran parte de sus construcciones estaban hechas de madera y hace mucho que se acabaron pudriendo. He examinado la mayoría de las iglesias anglosajonas de Inglaterra, y he pasado tiempo en el pueblo anglosajón reconstruido de West Stow, pues creo que la arquitectura es un buen medio para conocer una sociedad”, detalla el escritor.
Para ilustrarse sobre esta época en la que la documentación escasea, el escritor, dedicó un año entero a leer y a viajar, algo que hace siempre antes de arrancarse a escribir. “Los anglosajones no escribían mucho, casi no han dejado pinturas y gran parte de sus construcciones estaban hechas de madera y hace mucho que se acabaron pudriendo. He examinado la mayoría de las iglesias anglosajonas de Inglaterra, y he pasado tiempo en el pueblo anglosajón reconstruido de West Stow, pues creo que la arquitectura es un buen medio para conocer una sociedad”, detalla el escritor.
"Si uno no tiene los detalles hay que inventárselos. No conseguí saber qué tipo de ropa interior llevaba la gente, así que ahí entra en juego la imaginación"
“También visité el Museo de Barcos Vikingos de Oslo y he estudiado en profundidad el Tapiz de Bayeux [un gran lienzo bordado del siglo XI que describe los hechos previos a la conquista normanda], un maravilloso retrato que nos enseña cosas sobre la vida cotidiana, lo que tiene un valor enorme, porque muchas veces no sabíamos cómo vivía la gente”, añade un Follett que si bien se muestra partidario de la veracidad histórica reconoce que “si uno no tiene los detalles hay que inventárselos. Por ejemplo, no conseguí saber nada de qué tipo de ropa interior llevaba la gente, porque nadie tiene ni idea, así que ahí entra en juego la imaginación”.
Luchar contra el aburrimiento
Más allá de la ambientación, el escritor permanece fiel a ciertos rasgos que le acompañan desde sus inicios como escritor de thrillers de espionaje que firmaba con seudónimo, esa escritura absorbente que atrapa a los lectores en sus páginas y le han hecho vender más de 170 millones de libros y cobrar, según se dice, 33 millones de libras como anticipo de este. “Normalmente empiezo escribiendo tres párrafos que condensan en qué me voy a centrar en la novela, y después busco escenas, escenas dramáticas o románticas o trepidantes. Constantemente debe haber acción, una lucha contra el aburrimiento. Soy incapaz, incluso como lector, de aguantar cinco páginas de pura descripción, así que esa es la forma en la que construyo mis relatos”, asegura un Follett harto de asegurar que su vida, que consiste en un trabajo de escritorio en horario fijo de lunes a viernes, no es interesante. “He pasado los últimos 35 años sentado en una mesa escribiendo novelas. Toda la emoción está en las historias que escribo”.
"Soy incapaz, incluso como lector, de aguantar cinco páginas de pura descripción, así que esa es la forma en la que construyo mis relatos"
Sobre el salto que dio en su día a la novela histórica, el autor opina que en esencia los thrillers no son tan diferentes de éstas. “Mi enfoque es muy similar, siempre hablo de gente en peligro, enamorada o enfrentándose a injusticias. Un thriller siempre trata sobre gente en peligro y la clave está en hacer que el lector comparta y sienta la ansiedad del héroe. En toda ficción popular el objetivo del autor tiene que ser conseguir que el lector sienta las emociones de los personajes. Eso es lo que hace que el lector pase las páginas”.
No obstante, sea en la época que sea las tramas de Follett no pueden evitar verse impregnadas de temas políticos y sociales que siguen trascendiendo a todas las épocas. Por un lado, la idea de ambientar este libro en un Kingsbridge pequeño y rural enfrentó al escritor con el conflicto que siempre genera el progreso. “Ver como un pueblo se transforma en una ciudad con su mercado, su catedral… me permite explorar la lucha entre los innovadores y quienes se niegan a los cambios, ese conflicto perpetuo entre quien está abierto a lo nuevo, la integración y el progreso y quien quiere vivir en el pasado y en los tiempos antiguos, una tensión tan real que todavía la vivimos a día de hoy en todos los países”, dijo el escritor en sutil alusión a un Brexit ya en marcha sobre el que se posición totalmente en contra en su gira The Friendship Tour.
Dos pasos hacia delante
También aludió el escritor a un tema recurrente en sus libros históricos, la búsqueda de la libertad, tamizado en este caso por la esclavitud que juega un papel clave en esta novela. “Mis relatos normalmente versan sobre cómo la gente lucha por conseguir algún tipo de libertad: religiosa, política, personal. Me gustan los personajes que encarnen ideales superiores y comunes, no egoístas. Uno de los cambios clave durante la Edad Media, que se dio en esta época en torno al año 1000, fue que la gente empezó a exigir lo que llamamos ‘el imperio de la ley’, lo que significa que las disputas se resuelven según unas normas, sin importar lo rico o poderoso que seas. Y este es un componente fundamental de la libertad”.
“Es curioso cómo esto, presente en una historia medieval tiene su eco en el mundo actual”, reflexiona el escritor, que afirma no querer mandar mensajes ocultos a sus lectores. “Por ejemplo, nuestro Primer Ministro actual no respeta ciertas leyes, igual que el polaco o el brasileño. Hoy en día los gobiernos que deben aplicar la ley se están cuestionando su supremacía, haciendo resquebrajarse cosas que dábamos por hechas desde hace siglos, como que nadie puede estar por encima de la ley”, se lamenta el escritor, que afirma rotundo que "el gobierno debe aplicar la ley, la libertad moderna está basada en ese supuesto y no podemos ponerla en juego”.
"Si observamos detenidamente la historia, vemos que en la lucha por la libertad siempre se dan dos pasos hacia delante y uno hacia atrás"
En este sentido, Follett, desde la experiencia que da la historia quiere mostrarse optimista ante el futuro y pensar que seguimos viviendo en el alba al que aludo su título. “Si observamos detenidamente la historia, vemos que en la lucha por la libertad siempre se dan dos pasos hacia delante y uno hacia atrás. Por ejemplo, en los siglos XV y XVI las luchas de religión provocaron mucha muerte, destrucción y horrores inimaginables, pero a trompicones fuimos avanzando y la libertad de culto es hoy algo se da por hecho en Europa”, ejemplifica el autor, que se plantea que el que Reino Unido debatiera en su día si los católicos podían votar hoy sería un mal chiste.
“Espero que lo que estamos viviendo con el populismo, el aumento del racismo y los ataques a la democracia, no sean más que ese pasito hacia atrás que nos impulsará para dar los pasos hacia delante", confía el escritor. "Estamos en un momento difícil, pero espero que mis nietos puedan decir que la segunda parte del siglo XX y el principio del XXI fue un momento de avance interrumpido por alguna dificultad".