Fueron las dos primeras deportistas españoles en acudir, en 1936, a unos Juegos Olímpicos de Invierno. A pesar de su gesta, una republicana, la otra de derechas, los nombres de Margot Moles y Ernestina Maenza fueron silenciados hasta casi olvidarse. ¿Por qué? Benjamín Prado (Madrid, 1961) se lo pregunta en su última novela, Todo lo carga el diablo (Alfaguara), quinta entrega de su personaje Juan Urbano que investigará la existencia de estas dos mujeres y una tercera ya ficticia, Caridad Santafé, que fueron esquiadoras, atletas y montañeras en aquella España de los últimos días de la Segunda República. Prado regresa así a la época de la Institución Libre de Enseñanza, el Instituto Escuela, la Residencia de Señoritas y la Residencia de Estudiantes, un tiempo donde proliferan los medicamentos milagrosos, los psiquiátricos como medida de coacción y el escándalo de la poliomielitis. “Es la España de los cafés de la otra Generación del 27 –cuenta-, de Edgar Neville, Jardiel Poncela, las revistas de humor y Enrique Herreros”.
Pregunta. ¿Cómo llega a Margot Moles y Ernesita Maenza?
Respuesta. Resulta que las dos han desaparecido, las borraron de los anales deportivos y de los libros de historia en general y yo me pregunté por qué. En el caso de Margot Moles se podía entender más porque era una atleta decididamente republicana, su marido era militar republicano, de hecho fue capturado y fusilado, pero Ernestina Maenza, ¿por qué? Y luego sorprende cómo llegan ahí, cómo participan en condiciones de inferioridad manifiesta... Si ves las fotos de la pobre Ernestina, va con una cazadora de cuero que parece que va a tomar unas copas al Madrid de la movida en vez de a hacer esquí olímpico, pero oye, aguantaron, se cayeron, se levantaron, se rompieron, se volvieron a levantar, acabaron haciendo una proeza extraordinaria. Pero entonces… ¿por qué estas mujeres desaparecieron?
P. ¿Y por qué? ¿Tiene ya una respuesta?
R. Yo empecé a indagar en la vida de las dos y pensé en introducir un personaje puramente inventado. En mi caso es una tercera en discordia que se llama Caridad Santafé, que se supone que es la que va en calidad de suplente del equipo español que compite en las Olimpiadas. La historia de Margot Moles era un poco más conocida pero la de Ernestina Maeza es absolutamente desconocida porque no hay nada. Sabemos que nació en Lucena (Córdoba), que se casó con Enrique Herreros y poco más. Así que yo diría que en la novela hay dos personajes reales y uno ficticio y de los dos personajes reales uno es ficción porque a Maeza me la he tenido que "inventar", aunque no sé si esa es la palabra. Hay una biografía muy inquietante de una persona que es la que tienes que hacer sumando todo lo que no se ha dicho de ella, todo lo que se ha ocultado, todos los sitios en los que no está, y tú sabes que debería estar. De hecho, estuvo. Esa biografía fantasmal de lo no dicho, de lo tachado, borrado o recortado, cuesta más trabajo pero es muy apasionante hacerla. Y yo tengo la ilusión de haber reconstruido a la pobre Ernesita Maenza que estaba ahí despreciada como si no hubiera sido nadie y haberle dado un perfil que espero que se parezca algo a la realidad.
P. ¿En su opinión se ha escrito poco de las grandes gestas deportivas femeninas?
R. Muy poco, no solamente se ha escrito muy poco sino que en algunos casos como en el de Margot y Ernestina se las ha borrado. A una por razones ideológicas y a otra por razones morales pero el caso es que las dos vieron cómo arrancaban sus nombres de las páginas del deporte. Y son unas mujeres que tienen que tener un papel preeminente, ser las primeras olímpicas y en las condiciones en las que van ellas, con la bravura con la que defienden la misma bandera a pesar de los puntos ideológicos distintos y las declaraciones que hacen cuando salen… ese orgullo es extraordinario. Se menciona, de paso, otro asunto también de actualidad en la novela, que es el de la muerte de Blanca Fernández Ochoa. Mira cómo murió ella, la única atleta española que ha ganado una medalla en los deportes de invierno y se ha muerto pidiendo un trabajo de lo que fuera en la Federación y ni le han contestado. Y estamos en el siglo XXI. Por eso digo que no está mal recordar lo que fueron las cosas y compararlas con lo que son ahora porque a veces te llevas sorpresas.
P. Menciona que tampoco importó demasiado la ideología de estas dos mujeres, una de izquierdas, la otra de derechas, porque las dos acabaron olvidadas igualmente, ¿al final importaba ser de un lado o de otro?
R. Claro. También creo que la muestra de que las ideas de derechas o de izquierdas te convierten en mala o buena persona por decirlo así, lo combate perfectamente esta otra Generación del 27. El propio Enrique Herreros, Neville o Miura eran gente muy decente, buena gente que apoyaban ideas que obviamente yo no comparto. Y seguramente después se arrepintieron de haber puesto más esperanzas de las que merecían en un dictador. A mí me gustan las personas que son capaz de escuchar las ideas ajenas y, sobre todo, que son buenan y estos eran, la mayoría de los personajes en mi opinión, buenas personas. Unos apoyaron una causa equivocada y creo que bien que se arrepintieron.
"Hay una biografía muy inquietante de una persona que es la que tienes que hacer sumando todo lo que no se ha dicho de ella, todos los sitios en los que no está, y tú sabes que debería estar"
P. Es su quinta novela de Juan Urbano y ha comentado en alguna otra ocasión que su ilusión es que sean diez, ¿tiene pensado ya lo que ocurrirá en las próximas?
R. Yo creo que los temas de las novelas no hay que ir a buscarlos, hay que dejar que te busquen ellos a ti. A mí me gusta escribir sobre temas que ya me obsesionaban. Eso tiene sus ventajas. Si llevas años pensando en algo es como cuando coges una chaqueta porque llega el otoño, te la pones y te encuentras dentro 20 euros. Esto es un poco igual. De pronto abres el cajón y te encuentras que tienes muchísima información sobre algo que no sabía que estabas coleccionando. En esta novela, toda la primera parte, la época de las residencias, el Instituto Escuela, la lucha por que la mujer ocupe su lugar en el mundo científico, académico, en este caso el deporte, en la política y demás, sobre eso llevo mucho tiempo trabajando, he leído mucho y tenía que salir. No tenía ni idea de toda la historia de los escándalos y el desarrollo de la industria farmacéutica española antes y después de la guerra, tampoco del asunto de los manicomios. Eso es lo que más me entretiene. Porque a mí me divierte mucho la parte en que Juan Urbano soy yo, es decir, el investigador soy yo. A veces descubres cosas maravillosas.
P. Ya que lo menciona uno de los temas que aborda es el de la industria farmacéutica y el escándalo de poliomelitis, ¿le costó recrear esa parte?
R. Reconstruir toda esa publicidad farmacéutica de la posguerra fue muy divertido. Todas las medicinas que salían al mercado en un país devastado con muy pocos medios industriales para fabricarlas, todo, se hacía con cuatro hierbas. Todo eso era el bálsamo de Fierabrás del Quijote, un invento que curaba desde los problemas de la vista hasta los dolores de la regla pasando por el de cabeza o las depresiones. Tampoco ha cambiado tanto en realidad. La publicación de la novela ha coincidido con una época que está a la orden del día. Mira que esperanzas estamos depositando todos en una vacuna que es un cóctel de fármacos.
P. Además, en Todo lo carga el diablo, también hay espacio para el amor, ¿no? ¿Cómo fue recuperar al personaje de Isabel Escandón, protagonista de Ajuste de cuentas?
R. Cuando haces una serie de este tipo, tiene sus ventajas y tiene sus inconvenientes. Sobre todo tiene sus normas. Tienes que dejar claro que el paso del tiempo se nota por el personaje. Juan Urbano no puede ser el mismo en Todo lo cargo el diablo que el de Mala gente que camina. En este caso también hay algo simbólico dado que es una novela que reivindica los espacios que les han quitado a las mujeres en la vida general del país y todavía siguen. Así que me ha gustado mucho ver cómo Isabel le va quitando sitio a Juan. Ella es clave en una historia de amor compleja, difícil, que implica unos cambios emocionales muy grandes en el personaje de Urbano que en Mala gente que camina era un cínico terrible o en Operación Gladio no creía en las relaciones personales y ahora está enamorado hasta el fondo. Al final ella es casi más protagonista, se va haciendo con la historia, se va encargando de las investigaciones que lleva a la resolución del caso más importante. Ese trasvase de focos me ha divertido mucho hacerlo.
P. ¿Hay versos en ese cajón del que hablaba antes? ¿Publicará pronto algo de poesía?
R. Tengo la ilusión de publicar un libro el año que viene, tengo bastantes poemas ya, lo que pasa es que yo en escribir un libro de poemas lo mismo tardo ocho años. Me asombra y envidio a esta gente que es capaz de publicar cada dos o tres años. Pero yo no puedo. Y también es verdad que las novelas me llevan mucho tiempo. Me gustaría escribir una cada dos años, lo que pasa es que no me sale. De las cinco de la serie, Ajuste de cuentas y esta, las he hecho en dos años, pero las otras me han llevado cuatro. Hay mucha documentación y el problema de la documentación no es acumularla, es destilarla. Para empezar una novela tiene que entretener. Reivindico mucho la palabra entretenimiento en la literatura. Creo que es una palabra que se ha abaratado, no sé si con la telebasura o con qué, pero el entretenimiento es una función muy noble. Fíjate cómo ha agradecido la gente en estos tiempos de pandemia que le leyeran poemas o se hicieran actividades, conciertos... Necesitamos todos dejar de contar muertos y que nos entretengan un rato también. La cultura también sirve para eso. Por eso te digo que a mí me encantaría hacer cada dos años una novela y cada cuatro un libro de poemas, pero soy más lento escribiendo.
P. Además ha compuesto letras para músicos como Sabina, ¿qué opinión tiene del panorama actual español?
R. Creo que si de algo podemos presumir en España es del talento que nos sale por todas partes. Desde luego a nivel creativo sale continuamente gente con talento. Ahora mismo en España hay grupos y solistas haciendo cosas maravillosas. Además en estos tiempos en que la música ha sufrido tanto, con la piratería y demás, han demostrado que no estaban aquí por el dinero solo. Todos necesitamos dinero para vivir y para pagarnos las facturas pero hay una pasión detrás por hacer las cosas bien y por ofrecer lo mejor a la gente que me resulta muy emotiva. A mí me impresiona mucho ver el amor que ponen los creadores en su trabajo, así que aquí saltamos también. Podemos tener una Ana Belén y luego una Rozalén a los dos minutos, y podemos tener unos Burning pero luego hay unos Vetusta Mola, que no tienen nada que ver, y podemos tener un Sabina pero luego tenemos un Ismael Serrano o una Vanessa Martín. Está continuamente saliendo gente con talento y con una gracia verdaderamente maravillosa. En el mundo de la literatura pasa igual. Estoy muy orgulloso de la gente que viene por detrás, muy contento, viendo que esto queda en buenas manos.
P. Queda en buenas manos pero, ¿se debería apoyar más a la cultura?
R. Desde luego lo que es impensable es que salga otro ministro de otra cartera diciendo que lo suyo no importa nada como ocurrió con la de cultura, esto es una cosa que no se me ocurre que la pudiera hacer la o el titular de industria, trabajo, de asuntos exteriores o economía. Hombre, cómo que no es tan importante... La cultura es importante siempre, es una de las bases de la educación de los seres humanos. Estamos en el país de Cervantes, Quevedo, Góngora, Picasso, Goya, Pardo Bazán, Galdós y la Generación del 27 y la del 50... Aparte de esto, es que hay mucha gente que vive de esto. No todos son Serrat sino que son los músicos de Serrat, los técnicos de Serrat, los iluminadores, el que conduce la furgoneta donde viaja, las taquilleras que venden las entradas, etc. Hay mucha gente viviendo de la cultura. Y además la cultura cuando se la cuida tiene también su puntito de importancia en nuestro producto interior bruto, produce mucho dinero y da muchos puestos de trabajo. Así que creo que tenemos la obligación de cuidarla. Hay que cuidar de la cultura y los y las creadoras de los que yo creo que este país tiene que estar muy, muy, muy orgulloso.