Apasionado, vehemente, de una calidad intelectual y humana poco común, Rafael Narbona (Madrid, 1963) confiesa que Peregrinos del absoluto surgió "de forma inesperada", cuando el director de Taugenit, Carlos Javier González Serrano, le sugirió la posibilidad de publicar en el nuevo sello "y yo le propuse el tema de la mística". En ese momento, destaca, "yo albergaba pocas certezas y muchas incertidumbres, pero sabía que emprendía una aventura fructífera. Es cierto que llevo toda una vida leyendo a los místicos, pero no intenté tanto llegar a conclusiones definitivas como invitar a la lectura de sus obras, trazando semblanzas que destacaran su lado humano".
El libro se gestó en seis meses de trabajo intenso, y ahora Narbona reconoce que cree haber cumplido lo que se propuso. Por eso, subraya, "no cambiaría nada, salvo alguna errata, siempre inevitables y siempre muy irritantes. Quizás me habría extendido un poco más. He dejado muchas cosas fuera. No quería hacer un texto académico, sino algo que pudiera leer cualquier persona con cierta cultura. Mi intención era muy humilde: acercar la mística a los lectores que se resisten por los prejuicios y lograr la aprobación de los que conocen bien el tema".
Pregunta. ¿Por qué doce peregrinos del absoluto y por qué estos doce precisamente?
Respuesta. El doce es un número con una gran resonancia espiritual: los doce apóstoles, las doce tribus de Israel, las doce puertas de la Jerusalén Celeste. Escogí a los autores que han dejado una profunda huella en la posteridad, abriendo nuevos caminos que ya pertenecen a todos. No hace falta ser católico para leer a San Juan de la Cruz o a Thomas Merton. Quise –además- introducir contrastes. Por eso abordé la obra de Bataille, un místico de la transgresión que buscó el absoluto en el erotismo y en las conductas antisociales, fantaseando con el crimen.
Bloy y Sade, descartados
P. ¿Cuál ha sido el criterio de selección; a quién hubiese querido incluir y por qué al final lo eliminó?
R. Quizás debería haber introducido a Pablo de Tarso, el primer místico de la tradición cristiana, pero no lo pensé en su momento. En cambio, sí se me vino a la cabeza Léon Bloy, el loco de Dios, que se definía a sí mismo como un “peregrino del absoluto”. Me dio el título del libro. También pensé en Sade, pero lo descarté. Demasiada truculencia. Bataille se mueve en un plano más teórico. Tal vez debería haber dicho algo de Platón, al que Simone Weil consideraba un místico.
P. ¿Se equivoca quien piense que el primer peregrino del absoluto a quien retrata en su libro es a usted mismo?
R. Creo que no. La experiencia mística no es tan solo el contacto directo con lo sobrenatural. La sensación de haber experimentado un absoluto —la belleza, el bien, la comunión con el otro— ya merece ese nombre. La mística significa salir de uno mismo, trascender nuestra subjetividad, vivir algo que no se puede explicar solo con la razón. En mi caso, sentí que renacía cuando superé una larguísima depresión. Poco a poco pasé de la angustia y la tristeza a la serenidad y la alegría. La vida se me reveló en todo su esplendor. Mi peregrinaje por el desasosiego se transformó en una pasión sostenida por las cosas. Comprendí lo que decía Spinoza: un hombre libre no piensa en la muerte. Solo repara en su existencia para renovar sus lazos con el prodigio de existir.
"Mi peregrinaje por el desasosiego se transformó en una pasión sostenida por las cosas. Comprendí lo que decía Spinoza: un hombre libre no piensa en la muerte"
P. ¿Quién es su peregrino favorito y por qué, con quién se identifica más?
R. Paradójicamente con Cioran, al que no trato muy bien. He frecuentado sus libros desde la adolescencia. Sus aforismos me han acompañado durante muchos insomnios. Yo también soy apasionado y vehemente. Y he pensado muchas veces en el suicidio. Eso sí, conseguí bajar de las cimas de la desesperación y ahora me irrita el viento helado que azota esos lugares.
P. ¿No es una temeridad, en estos tiempos marcados por el pesimismo, lo contingente y el vértigo de las redes, apostarlo todo por la trascendencia y por la mística? ¿No pertenecen al pasado? ¿Por qué resultaría obligado acercarse a ellas hoy?
R. La pandemia nos ha recordado nuestra fragilidad. Nuestra época ha hecho todo lo posible por esconder la enfermedad y la muerte, pero de repente las dos han irrumpido en nuestras vidas, destruyendo nuestro ficticio bienestar. Como dijo Schopenhauer, el hombre es un animal metafísico. Necesitamos encontrar un sentido a las cosas. No nos basta con existir. André Malraux pronóstico que el siglo XXI sería religioso o no sería. Yo creo que debería haber dicho “místico”. Seguimos mirando más allá, intentando escapar de lo contingente, del simple aquí y ahora.
Poetas de la noche
P. ¿Qué relación existe entre Santa Teresa y Simone Weil?
R. Las dos quisieron ser felices. No se conformaron con existencias cómodas, pese a proceder de familias con una buena posición social. Eligieron el camino más difícil. Ambas asumieron grandes desafíos, despertando la incomprensión de sus contemporáneos. Las une, además, algo esencial. Las dos relataron que Cristo se les apareció. A muchos les costará trabajo creerlo, pero cuando recrean sus experiencias, lo hacen con una intensidad que parece incompatible con la impostura.
P. ¿Y entre Rilke y Cioran?
R. Ambos eran poetas de la noche. Sus libros podrían describirse como paisajes nocturnos. Cioran identifica la noche con la nada. Rilke con una revelación inminente. Ninguno es cristiano. Y los dos aman profundamente a España, donde aprecian una honda espiritualidad
P. En el libro reivindica a Etty Hillesum, y la mística de la alegría; ¿en dónde encuentra usted esa alegría que puede iluminar toda su existencia, a pesar de los momentos tan duros que ha vivido recientemente (su madre y su hermana murieron hace poco; su padre, siendo usted apenas un niño; su hermano mayor se suicidó...) y de haber declarado públicamente que es bipolar?
"Las ideas positivas pueden producir cambios en el cerebro. La alegría que experimento no es algo artificial, sino una vivencia muy real que se refleja en mi trabajo"
R. El dolor psíquico es un enemigo implacable. Intenta acabar contigo y, lo que es peor, a veces te transforma en otra persona. Yo no soy bipolar. He sufrido los estragos de la bipolaridad. La enfermedad no es lo que me define, como no definía Virginia Woolf o Hemingway, también bipolares. En 2013 publiqué Miedo de ser dos, donde hablaba de mi experiencia con la depresión y la manía. Dije entonces que la bipolaridad era un contrato indefinido con el sufrimiento. Ahora sé que me equivoqué. Viktor Frankl afirmó que siempre se puede elegir. No las circunstancias, pero sí la forma de enfrentarse a ellas. En vísperas de ser deportada a Auschwitz, Etty Hillesum afirma que sigue creyendo en Dios y en el hombre, que la vida merece la pena. Es una gran lección. A mí me ha ayudado muy poco la medicación. Un día decidí ser feliz, reemplazando las ideas negativas por ideas positivas. Desde ese momento, experimenté un proceso ascendente hacia la alegría y la gratitud por el don de la vida. Según algunos estudios, las ideas positivas pueden producir cambios morfológicos en el cerebro. No puedo demostrar que sea así, pero algo ha cambiado en mi interior. La alegría que experimento no es algo artificial, sino una vivencia muy real que se prolonga día a día y que se refleja en mi trabajo.
P. Es autor de uno de los blogs más populares de El Cultural: ¿Cuál es su secreto para tratar temas trascendentes y ganar lectores? ¿Cómo consigue llegar a un público masivo sin perder profundidad ni rigor?
R. Creo que tengo una forma amena de contar las cosas. Cuido mucho la prosa e intento ser lo más claro posible. Me documento a fondo. Cada texto es un pequeño ensayo. Pienso que los lectores aprecian el esfuerzo, agradecen la claridad y se contagian de mi entusiasmo. La mayoría de los escritores son escépticos y pesimistas. No es el caso —por ejemplo— de Fernando Aramburu, Francisco Javier Irazoki o Javier Gomá, tres autores a los que aprecio muchísimo y cuya amistad me enorgullece. Desde perspectivas diferentes a la mía, transmiten esperanza. Yo también intento hacerlo. No es frecuente. Quizás esa es la nota distintiva de mi blog.
"En sus álbumes, Hergé denunció la violencia de la civilización occidental contra los pueblos nativos, criticó el imperialismo, defendió el medio ambiente, condenó el racismo"
P. Creo que los tintinófilos estamos de enhorabuena, porque tiene ya en marcha su próximo libro, y está dedicado a los personajes de Hergé: ¿qué nos puede adelantar de este proyecto?
R. Si logro cumplir los plazos y espero que sí, el ensayo sobre Tintín aparecerá en PPC en septiembre de 2021. Ojalá en esas fechas la pandemia esté relativamente controlada. Mi idea es hacer un recorrido lineal por la vida y la obra de Hergé. Mi aportación consistirá en describir su evolución ideológica y espiritual. Se le ha acusado de nazi, racista, misógino, pero creo que son afirmaciones injustas. Hergé tardó en deshacerse de la influencia del padre Wallez, un sacerdote católico antisemita y abiertamente fascista que tuteló sus primeros pasos como creador, pero cuando lo hizo abrazó la causa de la libertad y la tolerancia. En sus álbumes, denunció la violencia de la civilización occidental contra los pueblos nativos, criticó el imperialismo y las dictaduras, defendió el medio ambiente, condenó el racismo. Eso sí, cuando los nazis invadieron Bélgica aceptó seguir publicando en Le Soir, enviando a Tintín a escenarios exóticos. Optó por la evasión pura. No quiso problemas. No era un luchador antifascista. Su conducta no fue heroica, pero no se puede censurar el miedo. Hergé partió del catolicismo y terminó en el taoísmo, pero sin abandonar nunca sus posiciones humanistas. Fue uno de los grandes protagonistas del siglo XX.