“Cuando uno ve los horrores del mundo siente que la tarea no es hacer arte, sino un mundo mejor, más vivible. Ante ese fracaso generalizado, cualquier reconocimiento literario produce un poco de vergüenza porque uno piensa, bueno, no era esto, no era nada de esto”. Galardonado por su “ejemplo poético para sobreponerse al dolor”, el poeta chileno Raúl Zurita (Santiago de Chile, 1950) siente “alegría y orgullo” ante el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana que recibió el pasado miércoles, pero admite no poder evitar cierto pudor.
El autor de Purgatorio (1979), Anteparaíso (1982), Canto a su amor desaparecido (1985) o La vida nueva (1994), que tras ser encarcelado en 1973 después del Golpe de Pinochet, entendió que la poesía chilena necesitaba nuevos caminos ajenos a la ironía de Nicanor Parra y al poderoso lenguaje de Neruda, abogó por comprometerse con un lenguaje poético en el que todo cabe, en el que el idioma puede ser a un tiempo, testimonio, dignidad, libertad y belleza.
Aquejado de un párkinson apenas perceptible, echando de menos el tabaco —“la vida es más pobre sin cigarro, desde luego”— y con una cadencia susurrada que parece una declamación de versos, el poeta —que desprecia “esa palabra tan manoseada que hasta el momento no tiene reemplazo”— charla con El Cultural sobre la muerte, el amor, la lucha, sus maestros y amigos y sobre un futuro mejor “que ojalá llegue con la menor violencia posible”.
Pregunta. "El lenguaje es nuestra forma de convivir con los muertos", nos decía hace unos años. Ayer también se refería a esa lucha contra la muerte. ¿En qué sentido puede la literatura, la poesía, vencer a la muerte?
Respuesta. No es que la venza, sino que en una lengua está todo. Cuando usamos palabras como libro, mesa o silla, estamos diciendo lo que alguien dijo antes que nosotros. Entonces, en cierto sentido, cuando uno toma la palabra también lo hacen todos los que los han precedido. Uno mismo se vuelve otras caras enmascaradas, sus padres, sus abuelos, y así hasta remontarse a cien mil, a un millón de años atrás. Todo este ciclo termina en nosotros como nosotros terminaremos en otros. El lenguaje es el puerto adonde llega un río inmemorial de difuntos, una cadena que no se cortó y siguió. Y representa todo lo que ha pasado desde una cacería paleolítica hasta lo que uno es hoy. La lengua es el lugar donde reaparecen los muertos, porque reaparecen en nuestras hablas.
P. Ha vivido experiencias muy difíciles, llegó a autolesionarse y ha vivido con mucha muerte alrededor, ¿cuál es su relación con la muerte? ¿Qué piensa de ella?
R. La muerte es algo tan inevitable que es tan absurdo temerla. Sin embargo, por ejemplo, sí temo esta muerte solitaria y desconocida hasta hoy que nos trae la pandemia. Toda muerte solitaria es atroz. Incluso para morirse uno necesita una ilusión, que lo tomen de la mano o ver con alguien un partido de fútbol, lo que sea. Pero en los últimos meses está habiendo muchos muertos sin ilusión. La muerte desnuda, sin nadie que nos acompañe, es terrible. Esa muerte no la conocíamos y creo que nos va a marcar profundamente.
"La poesía está más cerca del sufrimiento real que cualquier otra literatura, por eso es importante hacer poesía ahora, aunque no se lea"
P. Ayer en su discurso hablaba también de la poesía como defensa ante "todas las pandemias". ¿La situación actual le inspirará versos? ¿Cómo trasladar toda esta incertidumbre y angustia al papel?
R. No sabría decir cómo, pero siempre surge. Los poetas sabemos y no sabemos cómo hacer poesía. Si algo puede captar esta situación insólita es la poesía, que es mucho más íntima que una novela. Es un recogimiento más interior. El género poético está más cerca del sufrimiento real de hombres y mujeres, por eso hacer poesía es importante en este momento, independientemente de que se lea o no se lea. Crea un ambiente, un tipo de comunicación necesaria, más espiritual, con más alma, como se diría antiguamente, que cualquier otro género literario.
Una revolución sin violencia
P. También defiende el papel de la poesía como instrumento de lucha, como medio para recobrar la dignidad. ¿Cómo puede la literatura influir en la vida? ¿Es tarea del escritor significarse, denunciar, luchar?
R. No me gusta hablar de tarea, porque basta que le pongas a algo ese nombre para que devalúes todo lo demás. Ahí empieza inmediatamente el nazismo, que es decir esto sí y lo otro no. Para mí, la poesía no es ni íntima, ni política, ni social, ni amorosa… solamente debe ser gran poesía, y si lo es, ya es todas esas cosas. Puede leerse en voz alta frente al mar o recitarse en voz baja en un lecho de muerte. Un poema es un gran poema o no lo es, aunque eso es bastante cruel, porque uno no sabe en qué categoría queda uno mismo. Pero sí creo que no caben divisiones, uno lee a Shakespeare y encuentra todo lo que puede dar la poesía, porque es grande.
P. Desde finales del año pasado su país se ha lanzado a las calles para reclamar esa dignidad arrebatada, ¿cree que una revolución es hoy posible? ¿Por qué medios debería hacerse?
R. Ojalá que haya una revolución, un cambio, y ojalá que sea precedida de la menor violencia posible. Yo sueño con algo así, creo que debemos aspirar a lograr finalmente una sociedad sin clases. Pero no me atrevo a decir mucho más. Ojalá que sea sin violencia, aunque no sé si es posible. En Chile nos dimos cuenta de que, sin un poco de violencia, a pesar de haber salido más de dos millones de personas a la calle, no hubiera pasado nada. Que sin cierta violencia es imposible que las cosas se revuelvan y cambien. La clave es que no sea demasiada.
"En Chile nos dimos cuenta de que, sin un poco de violencia, a pesar de haber salido más de dos millones de personas a la calle, no hubiera pasado nada"
P. ¿Sigue siendo comunista hoy, es posible serlo?
R. Yo soy un comunista del 2020. Creo que en Latinoamérica no es algo extraño. Después de injusticias seculares, injerencias sociales, las grandes diferencias materiales… lo lógico aquí es ser comunista. Siempre ha habido castas que han sido dueñas de casi todo y sé que las revoluciones, incluidas las comunistas fueron un gran fracaso porque simplemente convirtieron a los dominadores en otros, pero la dominación siguió siendo la misma. Le puedes poner el nombre que quieras al Estado, pero el problema es la dominación de unos seres humanos por otros. Y eso, lamentablemente, en la historia del mundo ha sido hasta el momento la regla. No es mayor ahora que antes y no sé si es corregible, pero creo que podría serlo, por eso soy comunista. Me da pena no poder estar aquí 400 años más para poder comprobarlo, pero por ahora me queda solamente el sueño y la esperanza de que alguien que venga lo vea. Mantengo la esperanza de hacer un mundo mejor, ojalá que se logre sin violencia. He visto caer a muchos tiranos y he sentido un inmenso placer al hacerlo, pero no soporto los linchamientos, la violencia física. Ojalá que el mundo cambie sin linchamientos.
Arte, amor, Dios y sexo
P. Ha dicho en varias ocasiones que el artista debe coquetear con el mal, que para ser artista hay que ser capaz de matar. ¿En qué sentido?
R. En efecto creo que en el ser humano hay una parte de oscuridad, una zona oscura, que si no te metes en ella no vas a entender nunca nada de nada, no eres un poeta. Todas las artes implican una reserva de criminalidad, sino ¿cómo Sófocles habría podido escribir Edipo rey? El artista es patrimonio de la libertad en ese sentido, puede escribir lo que quiera sin miedo al castigo, porque si no todo pasaría a ser un nuevo puritanismo. Sin ninguna reserva de mal no hay arte. Si no eres capaz de matar a un hombre, aunque sea en el pensamiento, no eres un artista, no puedes expresarlo y para expresarlo debes sentirlo. Ahora bien, si lo ejecutas te vuelves un vulgar asesino y debes ser juzgado y apaleado. Puede que yo haya escrito para no matar, es muy buena conclusión.
P. ¿Qué sabe del amor que no sabía con 18 años? ¿Cuántas veces se ha enamorado?
R. Yo tengo 70 años ya y uno va acumulando decepciones, desilusiones… pero una vida sin amor es como una muerte en vida. Realmente a quien ha vivido sin una experiencia de amor, sin querer o haber querido, que los hay, yo los conozco, los enviaría directamente al cielo si pudiera, para compensarlos. Creo que el amor es lo más importante de la vida. No sabría decir cuántas veces he amado, pero sí que puedes vivir con una persona quince años y a lo mejor no la amaste y, sin embargo, puedes amar a alguien en un segundo. Llevo con mi mujer veinte años y con ella me salió la muela del juicio, digamos. Creo que el amor más importante no es el primero, es el último. Aquel con el que morirás, que es siempre un deseo.
"Una vida sin amor es como una muerte en vida. A quien haya vivido sin una experiencia de amor, sin querer o haber querido, lo enviaría directamente al cielo"
P. ¿Qué relación tiene con Dios?
R. Es para mí una cosa tan extraña… Dios es cuando todo se ha derrumbado a tu lado, tu amor, tu vida, tu religión, tu política… y hay un hilo infinitamente tenue que te hace pasar de este momento al otro. Eso para mí es Dios, no más. Sin embargo, encuentro que la Biblia es un libro maravilloso, de una belleza increíble. Yo me definiría como un ateo cristiano.
P. Hablábamos antes del amor, pero ¿qué relación tiene con el sexo y qué importancia tiene este en la vida y la poesía?
R. El sexo en la vida es todo, y en la poesía también. Leí un poema de Ginsberg que me gustó mucho, algo así como: “lo que necesito ahora es poner mi mano sobre tu rodilla, que seas hombre o mujer qué me importa”. Es algo crucial para todos los seres humanos y cuando falta esa dimensión debe ser triste, antinatural. Son pasiones que se pueden encauzar, pero no reprimir. El ser humano nace sexual y muere sexual, y eso va evolucionando con la edad. En la vejez el sexo es interesante, no me atrevería a decir más.
De maestros y discípulos
P. Aparece citado como personaje en la última novela de Alejandro Zambra, Poeta chileno, ¿qué opina de su descripción del ambiente poético de su país? ¿Realmente es Chile “un país literario, donde la poesía es curiosamente, irracionalmente relevante”?
R. La novela de Zambra, que es un gran amigo y con quien dejé de fumar, me encantó, me reí mucho. Lo que relata es más o menos Sudamérica, los poetas sudamericanos, no solamente chilenos. Refleja muy bien la fauna literaria de los poetas jóvenes. Y sí, creo como dice que en nuestro país la poesía es “irracionalmente relevante”. Será porque tenemos en un país tan chiquitito dos premios Nobel poetas, pero me parece que es una buena definición, un gran hallazgo.
P. En el libro también sale retratado Nicanor Parra. Acaba de llegar a España la biografía de Rafael Gumucio sobre el poeta, ¿qué le parece el retrato que ofrece? ¿Qué fue para usted Parra, su amigo durante tantos años y qué significó en la poesía chilena?
"Me revienta la palabra poeta, la encuentro llena de pose, de bohemia. Pero hasta el momento no veo con qué otra se podría remplazar"
R. Creo que es un buen retrato, una buena aproximación. Superficialona por momentos, pero está bien, hecha con cariño, no como otras. Parra para mí, y para todos significó mucho, porque desmitificó la poesía, usó el lenguaje de la calle incluso en el sentido más vulgar, más grueso, y nos mostró un mundo que no era el de Neruda, ese gran lenguaje. Personalmente pienso que la poesía es ambas cosas, el gran lenguaje de Neruda y el lenguaje de la calle de Parra, y ambos abrieron el camino. La antipoesía fue una parte importante de mi aprendizaje y él fue una muy buena persona conmigo.
P. ¿Tiene la sensación de que la palabra poeta se ha devaluado?
R. A mí me revienta la palabra poeta, la encuentro llena de pose, de bohemia. Hay toda una serie de cosas asociadas a ella que no me gustan para nada. Se supone que uno tiene que escribir con rima y cantarle a la luna. Hay un manoseo de la palabra. Pero hasta el momento no veo con qué otra se podría remplazar. Parra se llamaba a sí mismo antipoeta, estuvo justo ahí, fue un gran hallazgo el que hizo. Pero también espero que la escritura vaya más allá de los nombres con que la quieren constreñir.
P. ¿Qué poetas lee? ¿Quiénes han sido sus maestros y qué jóvenes disfruta?
R. De entre los grandes del pasado leo mucho a Walt Whitman, a Shakespeare, a Rimbaud, a Neruda, a Miguel Hernández, a Lorca, un tremendo poeta. De los actuales me gustan, por ejemplo, poetas españoles como Olvido García Valdés, Sonia Betancort, Esther Ramón y Juan Carlos Mestre. Chilenos, leo mucho a Héctor Hernández Montecinos, Rafael Rubio, Paula Ilabaca o Damsi Figueroa…pero hay tantos.