El año pasado, el Museo de Escultura de Valladolid dedicaba una de las mejores exposiciones de la temporada a un sinfín de piezas que llevaban tiempo amontonadas en sus depósitos. Lo importante no era cada una de ellas sino la coreografía que creaban juntas, una danza de los invisibles como rezaba su título [Almacén. El lugar de los invisibles]. El montaje resultaba novedoso y era extremadamente pedagógico. Otros museos como el MNAC de Barcelona han invitado a artistas a bucear en su acervo. De la propuesta de Francesc Torres, por ejemplo, pudimos después ver un capítulo en la galería Elba Benítez de Madrid donde colgaba varias piezas vandalizadas de Josep M. Sert (“pinturas que el tiempo había hecho abstractas”). Repasando estas imágenes, no puedo dejar de pensar en el lienzo destrozado que introducía la muestra de Las invitadas, en el Museo Prado, una propuesta que, por otro lado, también ha pasado por sacar a la luz lienzos que habitan habitualmente en sus sótanos.

Este es el hilo del que tira, también, Obres els dipòsits (Abre los depósitos) un propuesta coral en la que 10 artistas han creado propuestas específicas a partir de los fondos de una selección de museos y archivos catalanes de ciudades de tamaño mediado (de Gerona, a Figueras o Tortosa). Detrás está Transversal, un Consorcio de municipios que lleva tres años poniéndose de acuerdo para urdir proyectos conjuntos. El resultado en este caso es variado: una conferencia que anuncia una investigación por venir (Ignasi Prat), un relato dibujado (Elia Llac), vídeo-ensayos (como el de Marla Jacarilla), performances (Anna Dot), experimentos de resonancias textiles (Regina Gimenez) o un libro (Martin Anson).

Lúa Coderch: 'La parte que falta', 2020

Muchos no podremos visitar todas estas exposiciones y algunas de las acciones suceden en un sólo día, pero lo que hace especial a este proyecto es la manera en la que se ramifica, física y conceptualmente, y cómo afecta y puede ser disfrutado directamente por los vecinos de las instituciones anfitrionas. Su comisario, Frederic Montornés, dio unas instrucciones de uso a los artistas participantes: tenían que elegir 3 obras en un museo o archivo concreto, algo que Marti Anson, por ejemplo, se tomó al pie de la letra: echó mano de un programa de ordenador para seleccionar entre todos los fondos del Museo del Empordà y Fundación Museo del Juguete de Cataluña. La obra resultante -una publicación y un vinilo (ya disponible en la librería del Reina Sofía, entre otras)- apela al juego, a los sorteos y al azar. Mientras que Oriol Vilapuig ha reflexionado sobre el tema de la expresión y de la historia de lo antiguo, apoyándose en la imaginería popular en el Museo de los Santos de Olot (hasta el 29 de noviembre). Sombras chinescas en las que se reconocen a personajes de la imaginería popular, aquí en una retroproyección y fotografías.

La memoria es el hilo invisible que teje esta urdimbre de historias: visitas ilustres, costumbres o piezas guardadas

Me llama la atención la vitrina de aires futuristas de Lúa Coderch en el Museo de Mataró (hasta el 3 de enero). Encierra en su interior fragmentos de materiales encontrados en los almacenes del museo, cristales, huesos y trozos de cerámica, y todo ello iluminado con luces que van cambiando de color. Tienen su eco en una proyección en la que estos elementos aparecen aislados y en primer plano, como si fueran meteoritos en órbita. Y hay una pieza que me parece de una poética extrema: La formación de la formación del paisaje, de Mariona Moncunill, que se enzarza en su vídeo en un viaje a las entrañas de una vitrina envuelta en papel de burbuja en los almacenes, averiguando su contenido y todas las personas que estuvieron implicadas en su fabricación, desde el carpintero que la construyó hasta el científico que seleccionó las piezas que contiene. En el vídeo, la cámara se detiene en imágenes veladas que vemos a través de la rugosidad del papel de burbuja y deja entrever, sin enseñarlo, detalles. Encierra además cierto misterio, lo que se ve y lo que se nos oculta, lo que nos cuentan y lo que imaginamos.

Mariona Moncunill: 'La formación de la formación del paisaje', 2020

La memoria es el hilo invisible que teje esta urdimbre de historias. Regina Giménez muestra sin mostrar las huellas de las visitas ilustres –Miró entre ellas- a la Manufactura Aymat de Tapices y Alfombras con un trabajo que parte del álbum de fotografías de las personalidades que pasaron por ahí (en el Centre Grau-Garriga de Arte Textil Contemporáneo de Sant Cugat, hasta el 5 de enero). Y el vídeo-ensayo de Marla Jacarilla, en el Museo de Reus (hasta el 28 de noviembre) habla con imágenes encontradas de nuestro comportamiento ante la cámara, los gestos que repetimos, los momentos que decidimos capturar y por qué. Un collage de vidas e historias que podría protagonizar cualquiera de nuestras familias.

El arte arroja nuevas miradas y da una segunda vida a lo que habitualmente no vemos. Este es un buen ejemplo de cómo se puede trabajar con los fondos en tiempos de incertidumbre. Quizá, no siempre sea necesario acudir a lejanos préstamos sino que se puede investigar lo que tenemos y a veces olvidamos. Los formatos son múltiples y ya los conocemos: invitar a comisarios y artistas a bucear en las colecciones siempre funciona.

@LuisaEspino4