El californiano James Ivory (Berkely, 1928) siempre ha sido el más inglés de los americanos. En los 80 y 90, su cine, firmado junto a su pareja Ismail Merchant, se convirtió en el epítome de lo british con sus cuidadas adaptaciones de grandes autores decimonónicos como Henry James en Las bostonianas (1984) o E.M. Forster en las célebres Una habitación con vistas (1985) y Maurice (1987). No es casualidad que Ivory figure como productor de esta Los papeles de Aspern, una novela corta de James inspirada en la historia real de un norteamericano obsesionado con el poeta Percy Shelley, compañero de correrías de Lord Byron.
Ambientada en la Venecia de finales del siglo XIX, el protagonista es un editor de Londres, Morton Vint (Jonathan Rys Meyers) que alquila por una fortuna una habitación en un “palazzo” veneciano a una anciana, la señora Bordereaub (Vanessa Redgrave), con veladas intenciones. La señora vive con su sobrina Tina (Josely Richardson), una mujer de unos cuarenta años que ha pasado toda su juventud encerrada en la casona cuidando de la vieja. Ocultando su verdadero nombre, la estrategia del intruso es ganarse la confianza de ambas para que le permitan acceder a los “papeles de Aspern”, las viejas cartas de amor que un poeta, Jeffrey Aspern (interpretado en su juventud por Jon Kortajarena), le escribió al personaje de Redgrave cuando era joven.
Debut en la dirección del francés Julien Landais, la crítica internacional ha sido muy poco piadosa con esta adaptación y le han caído todo tipo de calificaciones poco amables. Es cierto que la película tiene un tono algo acartonado y una fotografía como de anuncio de perfume barato con pretensiones, no ayuda mucho que Rys Meyers, con el rostro abotargado por el botox interpretando a un hombre más joven, no está en su mejor momento a pesar de que resulta evidente que se siente identificado con su obsesivo personaje. El destrozo, sin embargo, no es tan grande. Partiendo de un material literario de excelente calidad, los momentos de Redgrave son electrizantes y Josely Richardson le da humanidad a un personaje oscuro. Hay cierta pomposidad en Los papeles de Aspern, cierta grandilocuencia un poco antigua y por momentos muy graciosa.