“El 6 de enero me llamó mi editorial y me dijo: tu libro está en la televisión justo ahora”, relata un sonriente y bromista Chuck Palahniuk (Washington, 1962) hablando del ya histórico asalto al Congreso de Estados Unidos. “Es cierto que muchas de las imágenes que se vieron son como las que recreo en mi libro y me encantaría decir que fui un catalizador de esto, pero sería decir demasiado”, reconoce. Las escenas de las que habla el escritor son el cuerpo de su nueva novela, El Día del Ajuste (Literatura Random House), una distopía política en la que los jóvenes estadounidenses, espoleados por el manifiesto de un misterioso Talbott Reynolds, elaboran una lista de todos los miembros de la élite política, social e intelectual que deben matar para ocupar ellos el poder. Y la ejecutan.
Pero más allá de paralelismos, el autor de El club de la lucha no ve nada preocupante en lo ocurrido, que muchos se han tomado como un punto de inflexión en la democracia. “Me pareció el paso natural de los acontecimientos, una forma de expresar una gran frustración, caldeada además por toda la etapa de confinamiento”, confiesa. “Este tipo de manifestaciones son la forma en que elegimos a nuestros líderes en Estados Unidos. Desde hace décadas los líderes han surgido de movimientos, desde la lucha por los derechos civiles a Occupy Wall Street. Lo del Congreso fue una especie de prueba que hará aparecer a los líderes de la siguiente generación, que los prepara para ocupar el poder político cuando llegue el momento”.
Una opinión a contracorriente pero que no nace como un exabrupto, sino como una cuestión meditada, pues como siempre ha reconocido el escritor, “mis novelas nacen de mis frustraciones, que amplío hasta más allá del límite, hasta agotar completamente mi reacción ante esos problemas”. Fue reflexionando sobre la crispación política, que le recordaba a las fuertes discusiones entre sus padres que soportó durante toda su infancia, como a Palahniuk se le prendió la mecha de la novela.
"Mis novelas nacen de mis frustraciones, que amplío hasta agotar completamente mi reacción ante esos problemas"
“Quise escribir un libro sobre lo que significa abolir el gobierno y empezar de cero. Y hacerlo plasmando esa fantasía de Estado balcanizado integrado por pequeños estados, que, a juzgar por las tensiones separatistas en auge, muchísima gente, de izquierda y derecha, quiere en mi país”, explica. Así, tras la purga e las tradicionales élites de políticos, pensadores y periodistas, Estados Unidos queda dividido en la distopía del autor en tres países: Negrotopía, un lugar poblado por afroamericanos que han conseguido grandes avances tecnológicos; Gaysia, un paraíso LGTBQ, donde se persigue la heterosexualidad; y Caucasia, donde los blancos han vuelto a un régimen prácticamente feudal que reprime a las mujeres al estilo de El cuento de la criada.
El egoísmo de los baby boomers
Pero una vez construida esta utopía, Palahniuk no echa el freno a la hora de cargar las tintas grotescamente en el sinsentido de esta realidad. “Una vez que esa fantasía se hace verdad de forma realista y física, lo que quise fue mostrar, con toda la violencia que he podido introducir, qué puede ir mal cuando estamos divididos, cuando cada cual vive en el país de sus sueños. Cuáles serían las terribles consecuencias de cumplir las fantasías racistas, fascistas, machistas y separatistas y cómo todo se desmoronaría igualmente de formas diferentes”, reflexiona el escritor.
Volviendo al presente, Palahniuk confiesa que el resultado de las últimas elecciones le trae sin cuidado, pues se mantiene al margen de la política. “Estoy tan resignado… Realmente me da un poco igual quien esté en la Casa Blanca. Nuestro gobierno es un desastre tal que sea quien sea quien la ocupe no puede hacer mucho daño extra”, opina. “Simplemente ignoro al presidente. Pasé cuatro años ignorando a Donald Trump y haré lo mismo los próximos cuatro con Joe Biden”.
"La generación política del 'baby boom' sufre un egoísmo crónico. No quiere ceder el poder a los jóvenes, lo que crea conflictos"
Aunque sí reconoce que, como ocurre en su libro, el gran problema es una cuestión generacional, y no duda en tildar de egoístas a los actuales mandatarios. “La clase política y la gente del sector público están a día de hoy atrincherados. Han sido políticos toda su vida, durante décadas, y por eso vemos tanto desasosiego”, apunta. “La generación del baby boom, que paradójicamente se rebeló contra eso mismo en su día, sufre un egoísmo crónico. No quiere renunciar a su posición y pasar el poder a la siguiente generación. Los conflictos nacen de que la transferencia de poder no se está produciendo y los jóvenes se sienten muy frustrados".
El poder de los personajes
Una frustración que Palahniuk, formado como periodista, extiende también al bien más preciado del siglo XXI, la información, pues considera que el auge de las teorías conspiranoicas y el control de la opinión pública nace de que “hoy en día no hay ninguna autoridad central desde el punto de vista periodístico, ninguna voz que todo el mundo pueda aceptar como incontestable. Nadie marca lo qué es la realidad y todo el mundo puede elegir su propia verdad a través de internet”, defiende.
Por eso, opina que “ahora mismo el único elemento dominante en el mundo de la información es el atractivo emocional de las historias, que hace que la gente cambie de punto de vista y elija una u otra verdad de todas las que se ofrecen”. Y es en ese elemento emocional donde el escritor juzga capital el papel de la literatura, que considera el agente más influyente de cambio social. “Desde un punto de vista histórico no son los libros polémicos, los panfletos y manifiestos —o yéndonos a más recientemente los grandes reportajes en prensa— los que hacen que la sociedad cambie de opinión, sino los libros que tiene personajes empáticos”.
"Lo que hace cambiar a la sociedad no son los manifiestos políticos, sino las novelas que tienen personajes empáticos como 'Matar a un ruiseñor'"
Y cita varios ejemplos. “La cabaña del Tío Tom funcionó como catalizador del fin de la esclavitud o La Jungla, del trabajo fabril, porque sus personajes conectaron con la gente. También Matar a un ruiseñor, tuvo una influencia enorme, incluso política, en el Movimiento por los derechos civiles”. Así, sentencia Palahniuk que “la ficción siempre es mucho más eficaz para cambiar la realidad que cualquier ensayo o reportaje periodístico, porque atrae las emociones de la gente. La gente puede discutir opiniones, pero no emociones, ahí es donde hay que conectar. Y eso es lo que un escritor intenta hacer cuando escribe ficción, buscar esa conexión”.
Cabalgando entre los géneros
Amante de explorar nuevas maneras de escribir y consciente de que “ya no hay productos de masas, sino un espectro más amplio de contenidos dirigido a públicos muy concretos”, Palahniuk ha dedicado el año pasado a colaborar en una serie de televisión, a publicar Considering this, unas memorias, sobre cómo se convirtió en escritor y una novela “de puro terror que trata de gente que compra gritos utilizando seres humanos donde quería explorar cómo el sufrimiento humano se compra y se vende”, cuenta.
El mundo audiovisual le interesa para “descubrir cómo pueden cambiar de lo literario a lo visual determinados aspectos para hacerlos más dramáticos”, para lo que está leyendo Favores vulgares, la novela sobre el asesinato de Gianni Versace que inspiró una temporada de la serie American Crime Story. En ese sentido, apunta que está tratando de escribir sin buscar la fluidez, sino a través de “escenas fragmentadas y potentes que el lector no pueda olvidar, como en el cine. Cuando la gente dice que le gusta una película, se centra en tres o cuatro momentos que le han impactado y olvidan el resto. Esa es la idea”.
Pero lo que más entusiasma visiblemente a Palahniuk es el mundo del podcast. “Estoy tratando de hacer una serie de historias de media hora con actores porque me fascina poder crear un relato con sonido”, explica. “Podemos hacer cosas fantásticas con el sonido, utilizar efectos y reacciones sonoras para introducir humor, cosas grotescas, terror, cosas que no podría hacer en palabras. Voy a volcarme en ello a tope”, concluye emocionado el escritor.