Habitamos un mundo lleno de ruido que se vuelve cada vez más complicado. En este contexto, la tecnología nos está planteando retos y, al mismo tiempo, oportunidades en sectores como la educación y la economía. Pero también en la creatividad y el pensamiento. La exposición de Joanie Lemercier en el Espacio Fundación Telefónica es un buen ejemplo de ello “porque hace de la tecnología una aliada para ayudarnos a mirar el entorno de una forma distinta y nos pone frente al impacto que el ser humano está causando en el medio ambiente”, comenta Pablo Gonzalo, responsable del área de cultura de la fundación.
Esta es la primera gran exposición en España de este artista pionero del videomapping y cofundador del colectivo AntiVJ. Paisajes de luz acerca al público la “innovación tecnológica, cómo se aplica la creatividad y cómo se manifiestan las inquietudes actuales a través de herramientas digitales”, añade María Brancós, responsable de exposiciones del espacio. Lemercier, que lleva enfocado en una propuesta personal que ha virado hacia el trabajo artístico desde 2010, hace uso de la luz proyectada para generar experiencias que alteran nuestra percepción visual. Los paisajes que crea llevan al público a observar algunas majestuosas montañas realizadas por ordenador y, al mismo tiempo, nos enfrenta a la realidad de una naturaleza sobreexplotada. Para conseguir un impacto visual mayor “Lemercier escapa de la superficie plana de la pantalla y crea espacios inmersivos. Si bien la primera parte de la exposición es más literal, la segunda se torna figurativa. Se trata de tener dos caras de la misma moneda”, sostiene la comisaria Juliette Bibasse.
Paisajes de luz está compuesta por siete grandes instalaciones divididas en dos partes: una que nos acerca a paisajes inspirados en lugares reales, leyendas y experiencias personales, y una segunda en la que denuncia el cambio climático y el impacto que el ser humano está causando en la naturaleza. La pieza que abre, Edges, se remonta a los inicios de su actividad hace 15 años. “Es estática, muestra la belleza de la luz y cómo las líneas iluminan diferentes planos. En ella trato de reencapsular los elementos basándome en patrones y geometrías”, explica el artista. Esta obra, aunque sirve para situarnos en su producción, es la más reciente, acabada hace tan solo unos días y con su carácter lento y mudo incita a “la relajación”, añade Bibasse.
Como vemos, la luz y la percepción son el leitmotiv de esta exposición que se podrá ver hasta el próximo 25 de julio (con reserva de entrada por medio). En Montagne, cent quatorze mille polygones (Montaña, ciento catorce mil polígonos), pieza que ha ido evolucionando con el paso del tiempo, llega la introducción a los paisajes. En ella vemos una tormenta invernal en el monte Fuji. Para su creación Lemercier “usa las herramientas digitales para cambiar nuestra percepción de la realidad”. Parece que la pieza, comenta el artista, está hecha con una rejilla pero "al acercarte te das cuenta de que es una construcción digital. El núcleo de la visión es la red, una red que nos lleva por toda la muestra y que se convierte en una metáfora de la red de poder que necesitamos para dar potencia al proyecto”.
Quizá uno de los momentos más intensos de la exposición llega con la confrontación de Eija y Fuji, dos instalaciones en las que los protagonistas son dos volcanes. El primero, Eija, tiene su propia historia: en el año 2010 tenía prevista una residencia artística en Estados Unidos. Un día antes de coger el avión el volcán irlandés Eyjafjallajökull entró en erupción causando grandes estragos en el tránsito aéreo. Por supuesto, su vuelo fue cancelado. “Hablaba con producción todos los días para poder ir, empezaba a estar obsesionado con el volcán. Conseguí llegar a la residencia dos días antes de la inauguración y lo único que podía hacer era dibujar eso que tanto me había conmovido. Con el poco tiempo que tenía no podía hacer nada muy ambicioso, tenía que ser algo rápido y preciso. Entonces descubrí el mapping inverso. Puse el proyector con el archivo, proyecté mi silueta y dibujé todo lo que pude”, recuerda. Así, consigue transportarnos al escenario en el que la naturaleza se mostró en toda su grandeza.
La idea para Fuji era diferente. El creador se inspiró en El cuento del cortador de bambú, una leyenda japonesa del siglo X, sobre una pequeña princesa que viene de la luna y la encuentran en una caña de bambú. “Basamos la narrativa de la instalación en los capítulos de esa historia. Aunque no vemos a la princesa contamos la historia a través de la luz, vemos el bambú, la luz y la luna”, aprecia. Aquí, el monte Fuji sirve de ascensor para llegar a la luna. Con Paysages possibles se aprecia un cambio pues en ella usa un plóter que actúa como extensión de su mano y dibuja, cada vez, un particular universo de montañas. “La idea de estas imágenes viene de la frustración. Las instalaciones se proyectan pero no hay nada físico. Ese es el problema de lo digital, que es un archivo en un dispositivo y con el plóter podía crear una imagen física”, cuenta. Tras varias horas de trabajo cuelga el dibujo que ha generado el software observando que, en ocasiones, comete errores “que nos recuerdan a la parte humana”.
La segunda parte nos muestra la naturaleza y sus cicatrices desde un punto de vista activo. En The Hambach forest and the Technological Sublime el creador introduce la deforestación de uno de los bosques más antiguos de Europa (Hambach, situado a 200 kilómetros de Bruselas, donde tiene su estudio). En él se ha establecido una mina de carbón. “No formaba parte del plan hacer una instalación sobre esta mina. Lemercier visitó la zona como ciudadano y finalmente pensamos que se podía hacer algo. Queremos provocar un impacto visual, queremos que cuando el visitante lo mire se plantee si está bien encontrar bello algo que implica el fin de nuestra tierra”, sostiene Bibasse. La instalación titulada Desirable Futures cierra la muestra con un espacio de meditación donde nos invita a reflexionar sobre el presente e imaginar posibles futuros.
Esta última funciona como un epílogo pues es una obra sin acabar. “Queremos incluir esta sala de trabajo en curso que muestra todo lo que está en nuestra cabeza pero también algunos proyectos de futuro. Es un poco raro mostrar trabajos no terminados pero esperamos ser parte de alguna solución y queremos compartirlo”, abunda la comisaria. Para el artista cerrar la muestra era complicado y valoró varias opciones. “Ahora mismo mi mente es caótica porque no solo tenemos la crisis ecológica, la situación es complicada, no sabemos cómo reaccionar, dónde ir y tratamos de compartir nuestra mentalidad con soluciones potenciales. También queremos inspirar a otros artistas para que echen un vistazo a la tecnología”, apunta. Además, añade, no siempre es necesario utilizar la tecnología más puntera. A Lemercier, de hecho, le interesa “usar tecnología que se ha podido quedar obsoleta para ver qué impacto tiene. Podemos pensar en las posibilidades que ofrecen la luz del sol o el agua y entender -concluye- que existe un futuro más positivo”.