Javier Cercas acaba de publicar Independencia (Tusquets), la segunda novela protagonizada por el mosso d’esquadra Melchor Marín. Las obras más aclamadas del escritor catalán de origen extremeño (Ibahernando, 1958) son sus novelas sin ficción, especialmente Soldados de Salamina y Anatomía de un instante, pero su penúltima novela, Terra Alta, con la que ganó el Premio Planeta en 2019 y de la que ya se han vendido los derechos para su adaptación como serie, fue su primera incursión en el género negro y supuso un cambio de rumbo en su carrera. Independencia continúa en esta nueva senda, y de hecho él considera que ambas novelas, junto con al menos otras dos más que están por venir, pueden considerarse “parte de un mismo libro, un work in progress”, aunque señala que esta nueva entrega puede leerse de manera, nunca mejor dicho, independiente.
El escritor, muy crítico con la deriva nacionalista de Cataluña, ha puesto sin duda un título provocativo a su libro. De hecho, aunque el detonante de la trama es la extorsión a la alcaldesa de Barcelona (no es Ada Colau) con un vídeo sexual, la novela es una disección de los mecanismos de poder de la élite económica y política catalana, así como una crónica de lo que ha ocurrido con el procés en los últimos años. El propio Cercas ha presentado la novela como “un furioso alegato contra la tiranía de los dueños del dinero y los amos del mundo”.
Pregunta. Usted nunca ha dado la impresión de ser una persona furibunda. ¿De dónde sale esta furia contra las élites? ¿Estamos ante un nuevo Cercas?
Respuesta. Yo ya dije que era un nuevo Javier Cercas con Terra Alta. Quizá la gente no se lo tomó en serio, pero es la verdad. ¿De dónde sale esa furia? Eso siempre ha estado en mí. Como persona, intento ser razonablemente razonable, pero como novelista, sobre todo como novelista de ficción, vuelco todo lo que tengo, toda la furia, todo el dolor. Para eso sirve la literatura. Como diría Georges Bataille, la literatura es la expresión de nuestra parte maldita. Precisamente el hecho de expresarla luego me permite ser una persona razonable y no andar quemando contenedores por la calle. Pero si yo me dejase ir, quemar contenedores sería una broma comparado con lo que yo haría. Así que ese furioso siempre ha estado dentro de mí, siempre ha existido. Y no solo soy yo, tú también, y todos, porque todos llevamos eso dentro.
"Yo como persona soy razonablemente cobarde, pero como escritor no puedo serlo. Un escritor cobarde es como un torero cobarde, se ha equivocado de oficio"
P. Se suele decir que la novela negra es el mejor género para hacer crítica social, de actualidad, criticar el funcionamiento del poder y del dinero. ¿Le apetecía hablar de todo eso y por eso decidió empezar con Terra Alta un nuevo ciclo narrativo?
R. No, fue exactamente lo contrario. Yo nunca me propuse escribir una novela negra, jamás. De hecho no sé si esto es una novela negra, aunque haya gente que la lea así. Borges decía que todas las novelas son policiacas. Partamos de esa base. En todas mis novelas y en todas las que me gustan hay un enigma y alguien que intenta solucionarlo. Y en eso consiste básicamente el esquema policial, solo que, es verdad, en esta novela hay un policía y un caso de extorsión sexual, y en el anterior un caso de asesinato. Pero esto no lo hace distinto de Soldados de Salamina o Anatomía de un instante, donde había siempre alguien que tenía que solucionar un enigma. Claro, como la gente piensa mal por definición, la gente pensó que había escrito Terra Alta para ganar el Planeta. Pero fue exactamente lo contrario. Cuando escribí Monarca en las sombras, sentí que había acabado algo que había empezado en Soldados de Salamina. Aquel fue un libro muy importante para mí por motivos personales, y sentí que no debía continuar por el mismo camino, que había llegado al final. Si continuaba por ahí corría el peor riesgo que puede correr un escritor: repetirse o convertirse en un imitador de sí mismo. Aunque hay escritores que se llaman a sí mismos vanguardistas o experimentales que repiten siempre la misma fórmula. No entiendo entonces en qué consiste el experimento o la vanguardia. Es como si Duchamp le hubiese pintado 20 veces el bigote a la Gioconda. Terra Alta fue un cambio, una reinvención.
"Independencia es un libro independiente, autónomo, se puede leer por sí mismo y no pasa absolutamente nada y te enteras de todo, pero también forma parte de un proyecto más amplio. Es una novela en partes, un work in progress. Es un experimento que no había hecho nunca, y el corazón de ese experimento es un asunto que yo no había abordado antes: la justicia. La pregunta central del libro (de Independencia y de Terra Alta y creo que lo va a ser de todo el libro) es: ¿es legítima la venganza cuando la justicia no nos hace justicia? Y por supuesto, nuestra respuesta de ciudadanos que intentan ser razonables es que no, pero la literatura lo que hace, a mi entender, es poner en cuestión nuestras propias certezas. Someterlas, cuestionarlas, sacarnos de nuestras casillas. Obligarnos a empatizar con cosas con las que nunca empatizaríamos. Tú lees Ricardo III, donde está el monstruo más grande de la literatura universal, y de repente sientes que estás de su lado. Lees Crimen y castigo y claro que estás del lado del asesino de una pobre vieja. Ese sacarte de tus casillas es la forma de conocimiento de la literatura. Por eso estoy seguro (contra lo que creía cuando era un joven feliz e indocumentado que aspiraba a ser un escritor posmoderno) de que la literatura es útil, siempre y cuando no se lo proponga. Si se lo propone, se convierte en propaganda o pedagogía y deja de ser útil. Y deja de ser buena literatura".
P. ¿Con el título Independencia buscaba una provocación?
R. Hay muchas cosas detrás de esa decisión. Para empezar, elegí el título Independencia para que todos me preguntéis por él. La segunda razón es que la palabra me encanta, me parece asombroso que nadie la haya usado antes para titular una novela, se lo agradezco mucho a todos mis predecesores. En tercer lugar, me encanta su polisemia, me parece maravillosa. La gente piensa el título en términos políticos, pero en realidad hay muchas independencias: moral, de criterio, la física, la económica... Adoro esos títulos ambiguos, equívocos, que se prestan a multitud de interpretaciones. Sin ambigüedad no hay literatura. ¿Pero por qué, en el fondo, acabé titulando la novela así? Porque, si tengo que resumir este libro, te diría que es la historia de un hombre que se llama Ricky Ramírez, que es la contrafigura exacta de Melchor Marín, que busca su independencia económica de la manera equivocada. “Arrímate a los buenos”, le dice su padre. Que es, por cierto, lo que le dice al Lazarillo de Tormes su madre. Y Enrique Ramírez, siguiendo el consejo de su padre, se arrima a los ricos y a los poderosos, y estos hacen lo que hacen siempre las élites: usarlo para sus propósitos perversos y luego desecharlo como papel higiénico. Eso es una metáfora perfecta de lo ocurrido en Cataluña en los últimos años, y lo dice además uno de los personajes. En 2012, cuando empieza esto que se ha denominado el procés, unas élites económicas enquistadas desde hace más de un siglo en el poder toman la decisión de, inmersos como estábamos todos en una crisis feroz, terrible, presionar al gobierno de Madrid para salir de ella de la mejor manera posible y para conseguir sus propósitos. ¿Cómo lo hacen? Como siempre lo han hecho las élites desde que el mundo es mundo: sacando a la gente a la calle con la utopía disponible, la de "crear un país maravilloso separándonos de estos españoles que nos roban". El problema es que la gente se lo creyó. Y ahora el problema es que la gente no quiere volver a casa. Y en esas estamos, ahora las élites están asustaditas. La verdad crea hombres y mujeres libres, pero la mentira crea esclavos. Por eso este libro no solo contiene un retrato muy duro de esas élites, que no son privativas de Cataluña, toda élite en el poder opera de esta manera. Por eso este libro es un furioso alegato contra la tiranía de los amos del poder y los dueños del mundo, y la democracia es el mejor invento, el más eficaz, si te la tomas en serio, para parar a esta gente, porque el dinero siempre quiere más dinero y el poder quiere más poder. Desde que el mundo es mundo es así. ¿A quién no le pone furioso eso?
"La gente se creyó el procés. Y ahora el problema es que la gente no quiere volver a casa. Y en esas estamos, ahora las élites están asustaditas"
P. Muchos narradores rehuyen las comparaciones entre sus obras y la realidad, por no meterse en camisa de once varas. Usted hace todo lo contrario, lo proclama a los cuatro vientos. ¿No ha temido nunca perder lectores por sus opiniones políticas?
R. Si se me hubiese pasado por la cabeza ese asunto no escribiría lo que escribo en la prensa, por ejemplo. Un escritor que no quiere correr riesgos no es un escritor, es un escribano. Yo como persona soy razonablemente cobarde, pero como escritor no puedo serlo. Un escritor cobarde es como un torero cobarde, se ha equivocado de oficio. Me da igual perder lectores. Escribo lo mejor posible. Claro que me encanta si a la gente le gustan mis libros, y quien diga lo contrario miente como un canalla. Pero yo escribo lo mejor que sé, y es lo único que me importa y lo único que tengo en la cabeza. ¿Que las mentiras venden más que la verdad? De eso no hay ninguna duda. La verdad a veces es aburrida, a veces es incómoda, mientras que las mentiras son bonitas y entretenidas, pero un escritor que se dedica a contar mentiras tampoco es un escritor. ¿Crees que me habría convertido en el demonio de los independentistas si me hubiera preocupado por eso?
P. ¿Le ha afectado el procés a nivel personal?
R. Por supuesto, a todos los catalanes nos ha afectado de manera personal. Yo cito siempre a Josep Fonatana, patriarca de los historiadores catalanes, independentista en su vejez, que habló de un clima prebélico en la Cataluña de otoño de 2017. Lo dijo él y estoy de acuerdo. ¿Cómo no me va a afectar? Jamás me imaginé que el lugar donde vivo, uno de los más privilegiados del mundo, se iba a partir por la mitad. Y a mí me afectó mucho porque ten en cuenta que yo vengo de la Cataluña catalana, si me permites el pleonasmo. He crecido en Gerona, vivo en Verges, que es un pueblecito donde todo el mundo es independentista y mi mundo ha sido ese. Claro que lo he sufrido. Creo que la gente todavía no es consciente del cambio que se ha producido. El cambio que se produce en mí con Terra Alta surge de ahí, porque para los novelistas el mejor carburante es lo malo, no lo bueno, la oscuridad y el dolor y las crisis. Yo necesitaba reinventarme y esa crisis brutal vino en mi ayuda, esa es la verdad.
P. ¿Cuándo se podrá considerar que el procés es agua pasada, cuándo se restaurará la convivencia en Cataluña?
R. El procés, tal como se planteó en 2012, con el apoyo de las élites y la gente convencida de que la independencia era inminente, se acabó en 2017, cuando se supo que el Estado de derecho felizmente funcionaría, apoyándose en la Unión Europea. Ahora estamos en las consecuencias, que no sabemos aún cómo van a ser, pero lo cierto es que ni un solo político habla ahora de procés, porque eso se acabó. Pero ¿cuándo vamos a ver la solución del problema que ha causado? Yo no lo veré. Basta conocer un poco de historia para saber que dividir una sociedad es muy fácil, con los medios de comunicación actuales y las redes sociales eso se consigue en un pispás, pero volverla a unir es algo muy complicado, muy laborioso y muy lento. Yo no aspiro a verlo.
P. Los políticos independentistas fueron el pedernal, pero yesca ya había lista para ser prendida… ¿Todo eso nace solo de la manipulación?
R. Claro que no, había una crisis brutal. Nada sale de la nada. Trump y el Brexit no salen tampoco de la nada. La crisis de 2008 consolidó el nacionalpopulismo en todo occidente. La de Cataluña es una versión peculiar de ese fenómeno. Te diré más: el procés es la consecuencia del 15-M en Cataluña. ¿Te acuerdas de los indignados de la plaza de Cataluña? Las élites vieron que iban a por ellas y dijeron: vamos a reconducir este movimiento y encauzarlo hacia nuestros intereses. No se lo inventaron de la nada. Esto no es una opinión, es un hecho que te lo cuentan ellos mismos. Tienen nombres y apellidos. Te los daría tomando una copa, aunque todo el mundo sabe quiénes son.
P. En su novela da la sensación de que tanto en la izquierda como en la derecha los políticos son manejados por las familias de la élite barcelonesa que tienen el poder económico. ¿Qué sería necesario entonces para librarse de su influjo en la política?
R. Tomarse en serio la democracia. Primero, no es que las elites manejen al poder político, es que están dentro de él. Los políticos en una democracia tienen la obligación de controlar el poder económico, tienen los instrumentos para hacerlo. Cuando digo tomarse en serio la democracia significa que debemos ir, lenta pero inapelablemente, hacia una democracia directa. Que haya un control del poder político por parte de los ciudadanos. Los politólogos más interesantes del momento están yendo hacia eso. La democracia representativa está bien y tiene muchos recursos, muchísimos. Si el dinero lo controla todo será porque ellos quieren o porque nosotros les dejamos, pero no es así. Pero el poder político tiene la capacidad de poner diques a la voracidad insaciable del dinero. Otra cosa es que no quiera hacerlo o que ese mismo poder político forme parte de las élites, como ocurre en mi novela, que eso es lo habitual, por otra parte. Las élites adoptan máscaras diversas, se disfrazan muy bien. Son élites enquistadas en el poder. En Estados Unidos, por ejemplo, la sociedad es mucho más fluida, pero aquí, en Cataluña, desde hace un siglo mandan las mismas familias. Y se disfrazan: eran franquistas, ahora son nacionalistas, pero son los mismos.