¡Buenos días!

Han estado a punto de ganar los siguientes poemas:

Barandal

Mis padres reaparecen como las olas

y pasan sus manos de caracoles azules

sobre la orilla huérfana de mi frente.

Comienzo emocionante con ese retorno desde el regreso, con una imagen simbólica por la lentitud y el milagro que nos ofrecen -esos “caracoles azules”- antes de ese hermoso verso final que concentra con acierto la tensión metafórica que conduce a la pérdida.

Peibol

Escucha el salitre de la playa

sudar en el ocaso de las algas

bajo el plumaje de la luz del faro.

Esa interpelación del primer verso funciona muy bien y ya nos introduce en un estado de escucha, de recepción del mensaje venido del misterio. Eso se entresaca de los dos siguientes versos, con el enigma expuesto a través de imágenes creativas y elegantes.

Matriosko

Trazan mis dedos en horas hambrientas

garabatos esclavos bajo tu piel

buscando avivar tu cráter salvaje.

Estupendo verso inicial, en ese doble sentido que nos ofrece la imagen y también ese otro doble lenguaje de un cuerpo sobre el que también puede escribirse. La sobriedad del tratamiento no sólo no oculta, sino que potencia la sensualidad matizada y plástica.

Pero el ganador es

Ficha

Gambela

Olas de un mar sin voz

cuentan la historia ausente de mis noches,

enjambre en bulevares sumergidos.

Partimos de un silencio en movimiento, de ese “mar sin voz” que nos acecha desde su oleaje de mutismo. A partir de ahí se nos ofrece un relato, sí, que funciona con vigor metafórico: ese magnífico “enjambre de bulevares sumergidos” que concentra toda la fuerza del poema, esta evocación y su añoranza del pasado y el amor ya tan perdidos.

Tema de la semana: “La última habitación”. Siempre nos ha aguardado al fondo del pasillo, con sus últimas voces y primeros silencios. Pudo ser el cuarto del estudio o los juegos, o quizá el dormitorio del hermano siguiente. Pero fue un escenario de luz y de palabras que siempre han mantenido intacto su rescoldo. Escribamos en 3 versos y no más de 140 caracteres de esa última habitación, en cualquiera de las casas o pisos que hemos habitado, de todo ese pasillo de fiesta o de silencio, con la vida a la espera.