A Joaquín Reyes (Albacete, 1974) le daba “mucho pudor” escribir una novela. No quería bajo ningún concepto que su debut literario fuera recibido como “la novela de un famosete”. Por eso el cómico, dibujante y actor, todo un rey Midas del humor en nuestro país desde los tiempos de La hora chanante, ha tardado cuatro años en escribir Subidón (Blackie Books), ese libro verde fosforito que desde hace varias semanas le mira a usted con sus ojillos saltones de plástico al pasar por las estanterías de novedades. 

Siempre se ha dicho que uno debe escribir de lo que conoce. Por eso el protagonista de esta historia es Emilio Escribano, un cómico manchego como él pero diez años menor, afincado en Madrid. A nivel profesional el personaje está coronando la cima del éxito, pero su vida personal atraviesa un valle de incertidumbre y miserias. La novela narra una semana en la vida de Emilio, una montaña rusa en la que después de cada subidón hay, inevitablemente, un bajón. Él no es más que un pasajero —a veces parece que no hay nadie a los mandos, en todo caso su primo, un cafre que hace las veces de mánager— y el decorado de la atracción, en cartón piedra, es el mundillo de la farándula con su puntito ridículo y artificial.

Reyes nos abre las puertas de su casa en Madrid, muy cerca de los lugares donde transcurre Subidón, para hablar de la novela, de lo mucho que ha cambiado la comedia en España en los últimos años, de los límites del humor y de sus referentes, entre los que destacan Monthy Python, José Luis Cuerda, Javier Cansado y un Miguel Gila al que acaba de rendir homenaje con el espectáculo Todo es Gila, junto a colegas como Ernesto Sevilla, Arturo Valls, Ana Morgade, Ignatius Farray o Valeria Ros, y que se emitirá próximamente en televisión. Además continúa con la gira de su espectáculo Festejen la broma y acaba de terminar el rodaje de una película basada en la serie Camera Café que ha escrito junto a su inseparable compañero de aventuras, Ernesto Sevilla.

Pregunta. ¿Cómo ha sido la experiencia de escribir su primera novela?

Respuesta. No sé si puedo decir que lo haya disfrutado porque escribir es muy frustrante. Reviso mucho, vuelvo atrás… Me pasa también con otros procesos creativos. Piensas que lo que estás haciendo es una mierda pinchada en un palo, y luego hay momentos en los que te animas y ves que no está mal… Pero es picar piedra. Hay gente superdotada que escribe como un torrente. Por ejemplo, los manuscritos de Onetti apenas tienen tachones, pero Onettis hay muy pocos.

P. ¿Ha sido muy distinto a escribir un sketch o un monólogo?

R. En el tono sí. Decidí no abusar de las bromas porque si la cosa se convertía en una astracanada, la historia no tendría interés. El humor tenía que estar al servicio de la historia, para que el lector acompañe al protagonista y le importe lo que le pase.

P. ¿Cree que en ciertos sectores culturales la comedia está infravalorada, que hay que escribir una novela para que a uno le tomen en serio?

R. Sí, y eso tiene que ver con la dificultad que tiene la cultura popular para acceder a esferas reservadas a la alta cultura. Pasa con los cómicos o con los cantantes pop. A eso hay que sumarle que alrededor de la comedia hay muchos prejuicios, no se la toma en serio. Hay muy pocas películas premiadas que sean comedias, por ejemplo. En la literatura pasa una cosa curiosa: muchas de las grandes obras de la literatura tienen humor. El Quijote es una sátira de los libros de caballería y muy poca gente dice que sea una novela de humor. Yo me he encontrado mi novela en la sección de libros de humor y me parece que es reducirla. Por supuesto mi pretensión es divertir (¡estaría bueno!), pero es una novela como otra cualquiera, lo que pasa es que utilizo el humor como un idioma.

P. Sin duda ha seguido esa máxima que dice que hay que escribir de lo que uno sabe. ¿Cuánto de Joaquín Reyes hay en Emilio Escribano?

R. Cuando me han hecho esta pregunta antes la respuesta ha sido “nada”, pero me he dado cuenta de que lo decía para protegerme, porque Emilio me cae mal. El libro no es autobiográfico ni es autoficción, pero tiene mucho de mí, y hay situaciones que me han pasado a mí, tal cual o muy parecidas, que me han servido para contar la historia. Emilio es egoísta, un personaje que se deja llevar por las circunstancias cuando le favorecen, toma muy pocas decisiones. Su relación va mal y él no hace nada por arreglarla y apenas se comunica con su pareja. Y además es un poco mezquino porque le indigna que justo en el momento en que a él le va bien, a la novia le vaya mal y se lo haga saber.

P. Parece que la historia va a acabar bien para el protagonista, pero en el último momento hace algo completamente absurdo que complica aún más la cosas. ¿En la vida real le ha pasado eso de dejarse llevar por impulsos tontos que le ponen en una situación comprometida?

"El humor se ha sofisticado, se han superado ciertos chistes y eso es una buena noticia. Estamos en un buen momento para la comedia"

R. Sí, totalmente. Y hay otro momento también en la novela en el que Emilio dice una mentira tonta que le compromete, cuando dice que está leyendo el libro de Raúl Sánchez Arévalo. Eso me pasa a mí con cierta frecuencia. Hace poco fui invitado a formar parte del jurado del Festival de Sitges y antes de empezar un amigo me preguntó si había visto ya alguna película. No había visto ninguna todavía pero aun así le dije “sí, alguna he visto”. Me preguntó cuál me había gustado y le respondí “la coreana”, sin especificar más. Y me dijo “no hay ninguna película coreana” y yo insistí: “Sí, Mona Lisa and the Blood Moon”. Él me dijo “pero si esa no es coreana”, y ya no supe qué más decirle. ¿Por qué actué así, si no tenía ninguna necesidad? Pues en esos jardines me meto con cierta frecuencia.

P. En España hemos pasado de los chistes a los monólogos y de ahí al posthumor. ¿Qué le ha pasado a la comedia en los últimos 30 años?

R. Ha evolucionado. Se ha sofisticado, se han superado ciertos chistes, y eso es una buena noticia. La llegada del monólogo hizo que la gente que nos dedicábamos a la comedia tuviéramos que articular un discurso más elaborado, y eso es bueno. Por eso tienen tanto mérito figuras como Gila, una persona que, en un momento muy difícil y habiendo vivido situaciones muy dramáticas, hacía un humor muy brillante, sofisticado y complejo que tenía mucho que ver con lo que nosotros hemos intentado hacer, por eso a Gila se le considera una influencia en el ámbito del monólogo para una generación posterior a la suya. Aparte de eso creo que lo que ha pasado en la comedia tiene que ver con que hemos evolucionado como sociedad y hemos superado muchas cosas. Me parece que estamos en un buen momento para la comedia.

Los orígenes del humor chanante

P. Usted capitaneó la revolución chanante de la que también formaron parte Ernesto Sevilla, Raúl Cimas, Julián López, Carlos Areces o Pablo Chiapella. ¿Cómo se gestó ese grupo de cómicos?

R. Ernesto hacía vídeos de sketches con Julián y con Raúl en la Facultad de Bellas Artes de Cuenca. Por otra parte, yo conocía a Carlos Areces y a Santiago de Lucas, que fue el realizador de La hora chanante. Y Ernesto llamó también a Pablo Chiapella, y de esa manera un poco azarosa fuimos conectando. Por supuesto, yo conocía a Ernesto porque nuestros padres eran amigos de toda la vida en Albacete. El núcleo era la Facultad de Bellas Artes de Cuenca. En ese momento Paramount Comedy, donde Ernesto trabajaba como guionista y donde luego entré yo a hacer monólogos, estaba produciendo su propia ficción y nos propuso hacer un programa de sketches. Éramos un grupo de gente muy diferente pero con una visión del humor parecida y con unas influencias muy claras: Monty Python, José Luis Cuerda, Faemino y Cansado… Nos dieron mucha libertad para desarrollar nuestras ideas y mientras trabajábamos íbamos aprendiendo. Estuvimos mucho tiempo haciendo un programa que no era un medio, sino un fin en sí mismo. Duró cinco años y pronto se cumplirán veinte desde que empezamos en 2002.

P. Sería un buen momento para juntarse de nuevo y hacer algo. ¿Lo tienen previsto?

R. No. Es difícil volver a juntarnos. Cada uno tiene ya su propia carrera, Julián y Carlos son más actores, eligieron el camino de la interpretación. También entonces éramos más jóvenes y teníamos ese ímpetu, es bonito recordarlo pero difícil que vuelva a suceder. Coincidimos en proyectos, por supuesto, y con Ernesto sigo trabajando, tenemos una relación muy estrecha y creo que seguiremos juntos hasta el final. No olvidemos que los Monty Python se volvieron a juntar para pagar un juicio. Montaron una gira y luego se forraron, pero lo hicieron con esa idea.

P. Lo de hacer parodias de personajes famosos sin imitarlos, poniendo siempre la misma voz y usando expresiones manchegas, es uno de sus grandes logros como humorista. ¿Cómo se le ocurrió?

R. Tiene que ver con las imitaciones que hacían Faemino y Cansado. “Vamos a imitar a Manuel Campo Vidal: ¡Manuel Campo Vidal, el tío de la corbata!”. Cuando vi eso de pequeño no lo podía creer. Yo lo relaciono con eso. Muchos años después estaba viendo un documental de David Hasselhoff en el que contaba que se quería dedicar a la canción pero no le tomaban en serio. Él venía de hacer El coche fantástico y no quería hacer Los vigilantes de la playa. Montó un concierto en un canal de pago coincidiendo con la fuga de O. J. Simpson por la autopista de Los Ángeles y nadie compró su concierto. Hasta los cámaras que estaban grabándole estaban viendo al mismo tiempo la fuga de O. J. Simpson. Mientras veía el documental empecé a contar lo que él estaba contando pero con acento manchego y me pareció graciosísimo. Se lo conté a Felipe Pontón, uno de los jefes en Paramount. Le dije que quería imitar a David Hasselhof pero con acento manchego y me dijo “adelante”. Y hasta ahora. ¡Qué idea más sencilla! Es verdad que es rara, podría no haber funcionado y fíjate lo que me ha dado de sí, que todavía en El intermedio, con esta nueva etiqueta de Zanguangos, sigo haciendo esas parodias manchegas. No es una imitación sino una distorsión de los personajes y me resulta curiosísimo que a la gente le siga gustando.

P. Precisamente las expresiones manchegas son parte fundamental de su trabajo. ¿Qué tiene el humor manchego que lo hace tan especial?

R. Antes la gente no tenía una opinión muy formada sobre los manchegos más allá de que somos paletos, y es verdad, no pasa nada por decirlo, no somos muy sofisticados. Pero nosotros, sin planearlo, empezamos a hacer humor con acento manchego porque nos hacía gracia, nos remitía a Amanece que no es poco y su mezcla de costumbrismo y absurdo, a las películas de Almodóvar… En La Mancha el humor está muy presente aunque tenemos fama de ser secos. Por ejemplo, los andaluces son más expansivos, tienen un humor muy reconocible. Los manchegos tenemos mucho humor irónico, socarrón, siempre estamos hablando con un segundo sentido. Es difícil estar con un manchego y que no haya bromillas. Yo voy a El Provencio (Cuenca) y me muero de risa con las primas de mi mujer.

P. Emilio Escribano admira mucho a Ramón Gómez, un cómico de la generación anterior. ¿Quién sería el Ramón Gómez de Joaquín Reyes?

"Muchas veces te ves obligado a repetir la misma broma, pero eso suele envejecer mal. Yo prefiero seguir adelante y escribir cosas nuevas"

R. Javier Cansado. Él ha logrado dar un salto a otra generación de público y eso es muy difícil. No perder vigencia, seguir siendo divertido. Él lo consigue porque su humor sigue siendo muy vanguardista, absurdo. Faemino y Cansado siguen llenando teatros y gustan a la gente joven, y fueron los que demostraron que se podía hacer un humor diferente en un momento en el que primaban los que contaban chistes, como Eugenio (que los escribía él y son buenísimos). También Pedro Reyes fue un cómico muy adelantado a su tiempo y en su momento no se reivindicó. En la exposición de humor absurdo del CA2M, comisariada por Mery Cuesta, había unos vídeos suyos increíbles, pero en su momento no se entendían y tuvo que adaptar su humor.

P. Para triunfar a gran escala, un humorista debe crear un universo y un lenguaje propios, elementos que se mantengan inmutables en el tiempo pero al mismo tiempo ofrecer cosas nuevas y no resultar demasiado repetitivo. ¿Cómo se equilibra eso?

R. Ese es uno de los peligros a los que nos enfrentamos quienes nos dedicamos a la comedia. Muchas veces te ves obligado a repetir la misma broma, el mismo gesto, pero eso suele envejecer mal, deja de funcionar por una mera cuestión de repetición y porque ya no eres el mismo. Yo prefiero seguir adelante y escribir cosas nuevas. Ahora con Ernesto estamos explorando la comedia en otros campos, en otros formatos, aunque por supuesto no renunciamos a nuestro estilo. También es imprescindible tener una voz propia cuando te dedicas al monólogo, porque vas a bromear sobre los mismos temas. Los temas no son muchos, lo que te hace original es tu voz, cómo los enfocas, cómo cuentas las bromas. Ese debate lo tenemos Ernesto y yo con bastante frecuencia: repetir la broma o no repetirla. En tus bromas del pasado solo hay certeza, en el material nuevo está la incertidumbre de si sigues siendo gracioso o no. Porque llegará un momento en que eso pase, dejarás de ser divertido y ya está.

Los límites del humor

P. Usted ha parodiado a muchísima gente y sin embargo se ha metido en pocos jardines por ofender a alguien o a algún colectivo. ¿Qué opina del eterno debate sobre los límites del humor? ¿Cree que debe haberlos?

"Yo creo bastante en la autocensura, que es un concepto que parece negativo, pero al final es cuestión de criterio. ¿Se puede bromear de casi todo? Sí. Depende del enfoque"

R. Yo creo bastante en la autocensura, que es un concepto que parece negativo, pero al final es cuestión de criterio. Si defiendes que hay que decir lo que te dé la gana, me parece bien, pero asume las consecuencias. Yo recomiendo no decir algo si piensas que se va a malinterpretar, si crees que tu mensaje no va a llegar de manera clara. El humor es un medio y no está exento de crítica. Lo que pasa ahora es que la gente puede expresar su crítica, muchas veces de una manera no apropiada, con insultos, con amenazas. Bueno, eso es otro debate. Pero no me parece mal que se nos critique y que uno tenga que hacerse responsable de su propio discurso, es tan sencillo como eso. ¿Se puede bromear de casi todo? Sí. La cuestión es el enfoque. El humor es burla y la burla a veces es cruel. Si has ofendido a alguien a quien querías ofender, no hay problema. Si no ha sido así, es que seguramente algo ha fallado. También hay que tener en cuenta dónde se expresa el humor. Si es en un sitio público como las redes, es probable que se te malinterprete o que le llegue a gente a la que no está destinada la broma. En un teatro, en cambio, hay un acuerdo tácito. Si vas a ver a Ricky Gervais sabes que vas a ver bromas inapropiadas y que se va a meter con gente, y no pasa nada, porque sabes a lo que vas.

P. ¿Entonces no es una cuestión de que la sociedad tenga la piel cada vez más fina?

R. No, eso de la piel fina yo no lo comparto, no creo que como sociedad hayamos perdido nada. Hemos evolucionado y en muchos casos es algo bueno. Lo que pasa es que cuando la libertad de expresión la ejercen otros, le ponemos pegas. Las herramientas de las redes sociales las estamos aprendiendo a manejar y lo hacemos con torpeza. La generación que venga lo hará mejor que nosotros, seguro. Estoy de acuerdo en que a veces la crítica se expresa de mala manera y no sienta bien, lógicamente. Pero creo que la comedia está viviendo un buen momento, está presente en muchísimos programas. Es una cosa que nos une, nos gusta que nos hagan reír.  

P. Otro debate reciente es el de la escasa visibilidad que han tenido siempre las mujeres humoristas, algo que lentamente empieza a cambiar, aunque todavía algún empresario del mundillo dice que las mujeres son menos graciosas y por eso tienen menos huecos.

"El humor no responde a un género, a si tienes unos genitales u otros. Es como preguntar si las personas son graciosas. Pues algunas sí y otras no"

R. Me parece una cosa superada plantearse si las mujeres son graciosas. El humor no responde a un género, a si tienes unos genitales u otros. Es como preguntar si las personas son graciosas. Pues algunas sí y otras no. Lo que pasaba es que a las mujeres no se les daba espacio en la comedia, como en tantos otros lugares. Ahora hay cómicas graciosísimas con mucho talento y, de hecho, la gente que más me interesa ahora mismo son mujeres. Luego está la cuestión del “humor femenino”. ¿Cómo que el humor femenino? El humor es humor, no creo que las mujeres hagan humor para mujeres, sino para todo el mundo. ¿Hablan de las cosas que les interesan? Hombre, claro, estaría bueno… ¿Reivindican cosas? Si les apetece sí. Me parece un debate obsoleto y hecho con muy mala intención. El feminismo es incómodo en cualquier caso para mucha gente, porque te sitúa ante tus contradicciones, tiene que ver con la pérdida de privilegios.

P. Desde su papel de fauno en Spanish Movie hasta ahora, ya ha aparecido en varias series y películas de cine, y acaba de terminar el rodaje de Camera Café: la película. ¿Qué importancia le da a su faceta de actor?

R. No me la tomo muy en serio. Me hace ilusión que cuenten conmigo para actuar. Está claro que soy un actor cómico, yo habría sido un buen galán cómico, como Fernando Fernán Gómez, pero esa figura se ha perdido. Tengo claro cuáles son mis limitaciones. No podría ser un papel dramático, creo que no lo haría bien, sinceramente. Yo me limito a la comedia, es lo que me gusta. Hay muy pocos actores que puedan hacer cualquier cosa. Si entiendo el personaje, lo más probable es que lo haga bien, pero no tengo las herramientas para enfrentarme a un drama. Prefiero ser sincero y consciente de cuáles son mis limitaciones. Por eso a Emilio le halaga tanto que se le considere como actor. Mira el caso de Bill Murray, ahora es un actor reconocido porque ha hecho papeles dramáticos. Dentro de la comedia también puede haber drama, eso sí lo puedo hacer y de hecho lo exploramos en Capítulo 0, en episodios como “Mi padre” o “Reyes”. Y lo haré mejor cuando tenga más edad. Los cómicos cuando envejecemos podemos hacer papeles de dar más penica.

@FDQuijano