¿Qué libro tiene entre manos?
Zona ciega, de Lina Meruane, y Para comerte mejor, de Giovanna Rivero. Buenísimas.
¿Qué le hace abandonar la lectura de un libro?
Pocas cosas, elijo mucho lo que leo.
¿Con qué personaje literario le gustaría tomarse un café mañana?
Con cualquiera de Alice Munro. Tengo muchas cosas para preguntarles.
¿Recuerda el primer libro que leyó?
Celia, lo que dice, de Elena Fortún, que me convirtió en una lectora adicta.
¿Cuáles son sus hábitos de lectura: es de tableta, de papel, lee por la mañana, por la noche…?
Leo por la noche o por la mañana, en la cama, en papel si es literatura, en cualquier otro soporte, si es teoría.
Cuéntenos una experiencia cultural que cambió su manera de ver la vida.
La cultura me cambia la manera de ver la vida constantemente. Esa es su riqueza.
¿Cuánto hay de ficción y cuánto de autorretrato, de nostalgia y de confesión en Todo lo que crece?
Es un “ensayito” que investiga en la relación entre naturaleza y escritura usando como soporte la autobiografía y tendiendo hilos hacia otros campos. Pretende ser una manera de reflexionar no solemne, que invita al lector a conversar conmigo.
¿Cómo mantiene viva la mirada inaugural de la infancia, es una estrategia vital?
Sí, la mantengo viva, y quizá por eso escribo. Mi infancia no fue feliz, y eso me protege del “todo tiempo pasado fue mejor”. Construimos mitos y nos llena de culpa reconocer la infelicidad que esconde toda niñez. Mi infancia es una biblioteca donde encuentro emociones en carne viva.
¿Qué tienen que ver el feminismo y los ñandúes?
Mucho. Los ñandúes dividen las tareas de cuidado. Las hembras ponen los huevos y los machos crían a los polluelos. Mirándolas en la pampa, aprendí que “responsabilidad doméstica” era cosa de dos. Luego vinieron algunas experiencias, algunas lecturas.
¿Qué importancia tiene la naturaleza en este curioso libro, es su eje, su inspiración, quizá?
Somos parte de la naturaleza, estudiarla es entendernos. Si no lo vemos así, caminamos hacia la extinción. Ella seguirá imperturbable, somos nosotros los que estamos en peligro. La pandemia nos mostró que pensarnos como parte de un todo es realista e inteligente. Todo lo que crece, que es, un canto de esperanza.
Dirige talleres y escuelas de escritura: ¿cuál es el primer consejo que da a los jóvenes narradores?
Que se tomen en serio su escritura, pero que no se tomen demasiado en serio a sí mismos.
¿Le importa la crítica? ¿Le sirve para algo?
No me importa demasiado. Como a todo el mundo, me gustan los elogios y no me tomo mal los comentarios negativos. Me duele más el ninguneo, que es, a veces, un deporte nacional.
¿Qué música escucha habitualmente?
Me gusta la música clásica. En particular, la barroca.
¿Se ha enganchado a alguna serie de televisión?
Yo, hermanos, soy una adicta. Me encantan las series. Si tuviera que mencionar una menos conocida, quizá sería River, esa pequeña joya.
¿Le gusta España? Denos sus razones.
Me gusta y no me gusta, como aquello a lo que amamos. Tengo un librito que se llama Una casa lejos de casa donde desarrollo qué significa ser extranjera, y me parece un ángulo interesante para pensar la realidad.
Una medida para mejorar nuestra situación cultural.
Sería bueno que se comprendiera que la cultura necesita tiempo y no se le puede exigir rentabilidad inmediata, que hacen falta técnicos preparados y presupuestos dignos. Y me gustaría abolir la palabra “cultureta”, que es una manera peyorativa de definir la cultura.