El jurado presidido por la cineasta Claire Denis y completado por el director Cristian Petzold, la productora y realizadora Cristina Gallego, las actrices Vicky Luengo y Fang Bing-Bing, la fotógrafa Brigitte Lacombe y el productor Robert Lantos, supo apreciar la delicadeza de dos películas que llegaron en las postrimerías de la 71ª edición del Festival de San Sebastián para limar la aspereza de una sección oficial un tanto roma.
La Concha de Oro para O corno quedará en los anales de la historia del certamen por premiar a Jaione Camborda, primera mujer española que se alza con el máximo galardón de Zinemaldi y que viene a rubricar una tendencia que se ha asentado en los últimos tiempos en los que directoras como Julia Ducournau (Titane), Audrey Diwan (El acontecimiento), Carla Simón (Alcarràs) o Alina Grigore (Blue Moon) se han impuesto en citas como Cannes, Venecia, Berlín o la mismísima Donosti, que lleva cuatro años consecutivos encumbrando a mujeres (Dea Kulumbegashvili, Alina Grigore, Laura Mora y ahora Jaione Camborda).
En esta ocasión se premió no sólo al que fue, de largo, el mejor filme español en competición sino también el arrojo de la directora donostiarra, capaz de vestir con los ropajes de la fisicidad más delicada un esqueleto inequívocamente poético para hablarnos, de manera oblicua, sobre las consecuencias de la prohibición del aborto en la Galicia de 1971.
La secuencia inicial en la que asistimos a un parto nos hunde en una lírica de los cuerpos que ya no nos abandonará en ningún momento (O corno es carne, tierra y agua); el cambio al que se somete al argumento, que muda de estudio ambiental de una comunidad cerrada a road movie supervivencial tras un giro de guion, desemboca en una hermosa sucesión de rimas que culmina en una defensa sobre el derecho a tutelar el propio cuerpo sin necesidad de sermones y atendiendo a la lógica y las circunstancias de su protagonista.
No menos justo se antoja el premio a la mejor dirección para las debutantes Tzu-Hui Peng y Ping-Weng Wang por su primorosa puesta en escena en Un viaje en primavera, tierno drama geriátrico a propósito del duelo ambientado en las afueras de Taipei que contiene algunas de las secuencias más memorables vistas este año y que introduce uno de los temas claves de la presente edición: las reuniones entre padres e hijos largamente separados para someter a un proceso de revisión a las conductas pasadas, cuestión también presente en Le successeur (Xavier Legrand, 2023), Ex-Husbands (Noah Pritzker, 2023), Great absence (Kei Chica-Ura, 2023) o Kalak (Isabella Eklöf, 2023).
Para entender, precisamente, el premio especial del jurado a Kalak quizá sea necesario comparar las esquinadas reflexiones que Isabella Eklöf propone a propósito del colonialismo danés de la isla de Groenlandia con la presencia de esta temática en la filmografía de Claire Denis. Más allá de los excesos de la propuesta de Eklöf, que también se alzó con el reconocimiento a la mejor fotografía para Nadim Carlsen, las conexiones con películas como Beau travail (1999) o Una mujer en África (2009) son más que evidentes y no resulta nada extraño que la máxima responsable del jurado haya visto en la directora sueca un espíritu afín que, además, no rehuye el debate peliagudo ni las imágenes de alto voltaje.
Mejor guion
El viraje radical que María Alché y Benjamín Naishtat le han dado a sus carreras les valió el premio al mejor guion por la reivindicativa Puan, comedia tan bien medida como convencional sobre un veterano profesor inteligente y pavisoso que aspira a hacerse con la cátedra de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires tras la muerte de su titular y amigo. Defensa a ultranza del valor de la educación y la cultura, Puan es cine protesta de acción directa que denuncia el derrumbe de una Argentina que va siendo vendida por fascículos a cualquier postor como bien se encargó de recordar cada uno de los premiados argentinos que subieron al escenario, desde los productores de El auge del humano 3 (Eduardo Williams, 2023), premio Zabaltegi, hasta los responsables de El castillo (Martin Benchimol, 2023) mejor película de Horizontes latinos.
La película se sostiene porque los directores manejan las convenciones del género con cierta solvencia pero, sobre todo, por un elenco actoral soberbio, reconocido con el premio a la mejor interpretación para Marcelo Subiotto, galardón que compartió con Tatsuya Fuji, quien interpreta a otro viejo docente, este aquejado de demencia, coprotagonista de la cinta japonesa Great absence (Kei Chikaura, 2023). Su actuación, marcada por una enfermedad que contamina caprichosamente la dramaturgia, chirría un tanto en el palmarés, más aún en una categoría en la que Jason King (Un viaje en primavera), Jessie Buckley y Riz Ahmed (Fingernails) o Janet Novás (O corno) podrían haberse llevado la Concha.
La otra alegría española de la clausura llevó el nombre de Hovik Keuchkerian, mejor interpretación de reparto por la brillante encarnación que hace de Andreas en Un amor, la irregular adaptación que Isabel Coixet ha hecho de la excelente y árida novela de Sara Mesa en la que el juego con las diferencias anatómicas entre Keuchkerian y Laia Costa (y la manera en que eso define el estado de su relación) se cuenta entre lo mejor de la función.
Fuera de un palmarés más que razonable quedaron dos de las mejores películas vistas en Donosti en este 2023; MMXX, la extralarga película de Cristi Puiu sobre la Rumanía pandémica compuesta por cuatro historias filmadas con extremo rigor, y La práctica, comedia hierática de Martín Rejtman que, sin alzar la voz y sin lanzar discursos, nos habla de una generación varada en esa Argentina que, como quedó patente durante la gala, sobrevive más que vive afincada en la precariedad. La sobriedad no está de moda.