Por suerte, la función del estreno de La vida es sueño en Kiev, levantada con un elenco local sobre la dramaturgia de José Gabriel Antuñano y la dirección de Ignacio García, no ha tenido que interrumpirse. Las insidiosas alarmas antiaéreas que obligan a desalojar los edificios públicos no sonaron durante los avatares del atribulado Segismundo.



El parón anticlimático que se produce durante muchas funciones en el Teatro Académico Dramático Nacional Lesya Ukrainka, uno de los dos más importantes de la capital ucraniana, no llegó a afectar a esta incursión de nuestro Siglo de Oro en la guerra que tiene a Europa con la respiración suspendida desde hace un año y medio.

“El público ha experimentado un gran impacto”, explica a El Cultural Antuñano, pocos minutos después de completado el estreno. “Por dos razones. La primera, por las intervenciones de los actores [pequeños textos de su propia cosecha que se han entrelazado con el verso calderoniano]. Han traído el presente de Ucrania al escenario. La segunda, por la resignificación de La vida es sueño visto desde aquí, en este contexto de guerra. Es lo que nos ha dicho el director del teatro y otros espectadores”.

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Al estreno acudió, como no podía ser de otra manera, el impulsor de esta aventura, Ricardo López-Aranda, embajador de España en Ucrania. Él, lógicamente, conoce de primera mano la situación del conflicto en el momento actual. Así lo describía tras la escenificación: “Estamos ante una guerra psicológica y el arte es una forma de escapar a esta presión. También es una guerra cultural que busca la supresión de la cultura de Ucrania. La cooperación internacional es una manera de contratacar esta política. Más allá del apoyo financiero y político, esta iniciativa supone un apoyo moral y es muy apreciada por los ucranianos”.

De izquierda a derecha: Ignacio García, José Gabriel Antuñano y Ricardo López-Aranda, embajador de España en Ucrania.

“Palabras como 'libertad', 'justicia' y 'paz' nunca tuvieron un contexto en el que resonaran con tanta fuerza que esta noche en Kiev. Estamos muy orgullosos y muy felices de lo que significa hacer teatro aquí, ahora y con ellos”, concluía García. La actriz Olga Nagimiak, que encarna a Rosaura, agradecía a Antuñano y García su presencia en la capital ucraniana: “Hay que tener mucho coraje para venir en estos momentos tan complicados, con las sirenas, las bombas”.

“Es muy difícil -seguía explicando por teléfono la intérprete a El Cultural al término de su actuación- hablar de la guerra en un país donde la guerra está teniendo lugar. Por eso nuestros dramaturgos y directores todavía no se atreven a poner en escena los acontecimientos actuales. No lo hemos asumido del todo y un texto clásico es una herramienta para expresar esta tragedia”. Así lo ha entendido el público, que ha llenado el teatro. Calderón les ha rearmado anímicamente en una tarde memorable.