Las cineastas siguen mandando en el Festival de San Sebastián. Por cuarto año consecutivo la Concha de Oro ha sido para una realizadora, la vasca de nacimiento y gallega de adopción Jaione Camborda (San Sebastián 1983). Arrancó la georgiana Dea Kulumbegashvilli con Beginning en 2020, siguió Alina Grigore con Blue Moon y el año pasado fue para la colombiana Laura Mora, por Los reyes del mundo.
Tras décadas en las que las mujeres no podían dirigir, nadie duda que ese punto de vista que ha sido negado por la Historia supone una revolución en la mirada que está renovando de manera profunda el cine. Aunque luego, claro, cada cineasta lo haga a su manera.
Camborda creció en Donostia pero lleva quince años viviendo en Galicia, donde ambienta O corno, una película que ella misma dice que no es paisajística pero en la que el entorno juega un papel fundamental. Un entorno rural tan bello e incluso místico como difícil para las mujeres en un 1971 extremadamente machista, marcado también por la dictadura franquista y la pobreza de unas zonas rurales en las que el contrabando surge como oportunidad para subsistir.
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O corno, que llega a los cines el 11 de octubre, cuenta la historia de María (Janet Novas), mariscadora y partera. Tras un suceso insospechado, que conviene no desvelar, no tiene más remedio que huir al país vecino. Como una sucesión de personajes “espejo”, surge también el protagonismo de varias mujeres que ayudarán a María en su peripecia y que simbolizan una experiencia compartida en un canto a la sororidad. El tema del aborto, del que la directora considera que en pleno siglo XXI sigue siendo necesario hablar, surge como contexto a un filme poético en el que las imágenes telúricas cobran una gran fisicidad.
Pregunta. ¿Cómo llega una donostiarra a vivir en Santiago de Compostela?
Respuesta. Estudié en el extranjero en Praga en la escuela de cine, centrándome más en dirección, y luego hice en Múnich un posgrado de dirección de arte. Yo había estudiado comunicación audiovisual en España. Me vine por amor a Galicia y me enamoré de esta tierra. Venía de muchos años en el extranjero y quería arraigar. Euskadi y Galicia son territorios hermanos. Además, coincide que cuando llegué, Galicia estaba en ebullición de un cine nuevo. Bastantes personas empezamos a confluir con ganas de hacer cine y con amor hacia él, era ese “novo cine galego”. En ese momento de ebullición podías sentir el calor de gente afín entre los que nos hemos ido ayudando.
P. ¿Existe relación entre O corno y sus cortos anteriores, como Arima (2019 u Ons (2020)?
R. Espero que los cortos no me abandonen porque quiero seguir manteniéndolos. Son de corte más experimental, trabajo sobre todo con material de celuloide y Super Ocho. Trato el tema de la relación del hombre y el animal en diferentes contextos. Ese es un tema que también se aborda mucho en esta película aunque de otra manera. Los cortos son más de no ficción pero son una prolongación hacia esta película.
P. ¿Cree que O corno es cine poético?
El cine tiene esa capacidad de generar unas imágenes que reflejan cosas que no son verbalizables, donde una palabra no podría llegar. Busco esa dimensión y emerge inevitablemente la poética. No persigo la poética, pero emerge la poesía.
R. ¿Cree que abordar el aborto sigue siendo un tema polémico?
La película intenta recordar lo que significa vivir en tiempos de prohibición y de control, empezando por el control sobre el propio cuerpo de la mujer. Es importante intentar llevarlo a la actualidad porque es un tema que todavía sorprendentemente sigue en el debate. Me imagino que para ciertos sectores es polémico, yo creo que es necesario. Para mí debería ser incuestionable, pero como tenemos el cuestionamiento de cierta parte de la población es necesario.
P. ¿Vemos un lugar bellísimo como el gallego en el que pasan cosas terribles?
R. Me gusta situarme en esa incertidumbre en las que hay dudas que emergen de la vida, todo contiene una parte de dolor. En esa belleza hay cosas terribles, dolor, todo contiene sensaciones variadas. María debe atravesar una frontera que es política, no real. La idea del espejo es muy importante. En Galicia conoce a una portuguesa que también ha debido exiliarse. En esa idea de los personajes espejo, vemos que todas podrían ser María y limitamos esa otredad. Cuando podemos ser el otro, se desarrolla la sororidad y la empatía.
P. ¿Cómo filma ese paisaje agreste y bestial de Galicia?
R. Me interesaba un paisaje con poco cielo, con mujeres apegadas a la tierra. Quería que el paisaje envolviera al personaje, por eso no quería planos generales, más postales con belleza abrumadora. Busco un paisaje pegado al personaje y para eso también utilizamos el vestuario y diferentes recursos para que el personaje estuviera como fusionado con el paisaje: el centeno, el bosque, el mar… Diluirse en la naturaleza formando parte de ella.
P. En tiempos recientes hemos visto varias películas ambientadas en el mundo rural como Alcarrás de Carla Simón, As bestas de Rodrigo Sorogoyen o El agua de Elena López Riera. ¿Hay un retorno a lo rural?
R. En esta época de crisis existencial y de valores, recurrimos a la tierra como una especie de búsqueda, de beber de la fuente de la vida para volvernos a conectar con la tierra. Creo que tampoco idealizamos lo rural, lo vemos desde puntos de vista distintos, a veces el asfalto nos enfría. De todos modos estoy segura de que también van a surgir películas urbanas, aunque ha coincidido un interés ahora por esto. Pero el cine irá mudándose a otras latitudes y a otras cosas. Estamos viendo también las últimas generaciones que quizá han crecido en las ciudades, pero aún tiene vínculos con la tierra, una sensación de decir adiós a toda una generación.
P. ¿Cómo quería abordar el contrabando en la región, todo un clásico gallego?
R. Mi película se podría decir que es un cúmulo de historias reales, de historias verídicas. He hecho mucha documentación de archivo aunque también hay mil formas de investigar. El testimonio está muy presente, testimonios de bastantes personas, mujeres de la época. Toda la parte del contrabando está muy basada en historias reales.