Image: Casebere, el espacio sagrado

Image: Casebere, el espacio sagrado

Arte

Casebere, el espacio sagrado

26 mayo, 2005 02:00

Nineveh. Horizontal, 2004

Helga de Alvear. Doctor Fourquet,12. Madrid. Hasta el 30 de junio. De 19. 230 a 24.615 e.

Nacido en Lansing, Michigan, en 1953, James Casebere fue pionero a mediados los setenta de la llamada staged photography con sus fotografías de maquetas arquitectónicas. De sólida formación, estudió con Siah Armajani en Minneapolis y fue asistente de Baldessari en el California Institute of Arts. Casado con la artista Lorna Simpson, ha expuesto en prestigiosas galerías y centros de fotografía. En España, su obra se vio en el CGAC en 1999.

"He tenido sueños recurrentes de lugares inundados". James Casebere lo confesaba en una entrevista hace seis años, cuando ya había producido alguna obra aislada con arquitecturas anegadas. Ese agua que fluye desde los sueños ha llegado a sus arquitecturas ficticias, pequeñas maquetas hechas con yeso, poliestireno y cartón, en coincidencia con un giro estilístico en la producción del artista. Estilístico y, en cierta medida, argumental. Las construcciones de Casebere tuvieron durante muchos años una acusada vertiente sociológica derivada de las tipologías arquitectónicas que emulaba: cárceles, asilos, hospitales. Lugares de reclusión y vigilancia. Es cierto que su desnudez, limpieza y el carácter de su iluminación conferían un aire de misticismo a esos espacios, pero no dejaban de tener un primordial significado social. En los últimos años, él mismo ha reconocido un peso mayor de la búsqueda de la belleza en sus intenciones, y ha incorporado calidades más pictóricas a sus obras. Aunque el cromatismo es muy discreto, los tonos cálidos o la riqueza de grises de estos tiempos poco tienen que ver con el seco blanco y negro de sus inicios, y los reflejos que el agua envía a las paredes y techos producen movimiento y riqueza de luces, y suavizan las líneas arquitectónicas. En esta exposición de imágenes "moriscas" podemos ver obras de distintas series: están las tituladas Tunnel, que surgen a partir de una fotografía de guerra en Afganistán publicada en un periódico, los Spanish Bath, relacionados con la invasión de Irak y las recreaciones de salas de abadías medievales. Las imágenes desencadenantes, ligadas a la actualidad bélica, no pueden adivinarse en la quietud de estas obras, que de alguna forma niegan no sólo la violencia sino también la acción, la narrativa. En conjunto, dice el artista, se trata de evocaciones del espacio sagrado, al margen de las distintas confesiones, cuya convivencia en la España musulmana, en Al-Andalus, considera un ejemplo para la actualidad.

En la consideración de la visión del espacio sagrado de James Casebere no se puede obviar la historia del género de fotografía en el que, con todas las distancias conceptuales, se inscribe su obra: la fotografía de arquitecturas. Y es curioso que el primer gran reformador del lenguaje dentro de este campo fuera Frederick Henry Evans (1853-1943) -muy alabado por el pope Alfred Stieglitz-, que buscaba en el interior de las catedrales británicas y francesas los valores espirituales y emocionales de la luz con un estilo moderadamente pictoricista no demasiado alejado de Casebere. Estos valores son ahora más evidentes en sus fotografías, ya que la evidencia del artificio de antes (imperfecciones en el acabado, uniones a la vista, ineficacia en el salto de escala) se ha diluido a favor, como apuntaba, de un mayor naturalismo. El yeso coloreado con pigmentos, y detalles como los azulejos de los muros, que habrían sido impensables en los momentos de mayor desnudez, pueden llegar a hacer pensar fácilmente, a quien no conozca los métodos del artista, que se encuentra ante fotografías de arquitecturas reales. Y si previamente había jugado con arquitecturas arquetípicas, inexistentes, no es infrecuente en sus últimas series la imitación de espacios reales, como Monticello, la casa de Thomas Jefferson en Virginia, o la Phillips Academy en Andover, Massachusetts, siempre esencializados, desiertos o inundados.

Son fotografías de gran belleza y serenidad, con alta capacidad de sugerencia sensorial, a pesar de su intelectualizado planteamiento inicial. Es fácil proyectarse en esas arquitecturas, escuchar la leve oscilación del agua o el eco de los pasos en las bóvedas de las estancias vacías. Quizá lo que diferencie a Casebere de otros "fabricadores" de imágenes sea su poso humanista, o la dimensión paradójicamente humana de estas miniaturas amplificadas. Los yesos, el agua, las calculadas sombras, tienen algo de los ásperos bodegones con cacharrería de Zurbarán. éstas son arquitecturas efímeras, vanitas melancólicas hechas de tierra, agua y luz: el agua de la purificación y el renacimiento, la luz del intelecto y la espiritualidad.