Image: Las naciones del arte

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Arte

Las naciones del arte

51 Bienal de Venecia: Pabellones

16 junio, 2005 02:00

Vista del trabajo de Muntadas en el Pabellón español

Intentar trazar una historia de las aportaciones nacionales a esta Bienal de Venecia no tiene demasiado sentido. Los pabellones son espacios aislados y diseminados por ese raro territorio que son los Giardini del Castello y todo lo que pueden hacer es potenciar la idea de heterogeneidad del escenario artístico contemporáneo, además de volver a poner sobre el tapete la reflexión en torno a la "nacionalidad" del arte. Los pabellones que suelen salir más airosos son los que se someten a una transformación o, cuando menos, a un ejercicio de contextualización. En este sentido, Muntadas ha disfrazado el espacio central del pabellón de España de terminal de aeropuerto, con bancos en hilera y marquesinas que informan sobre la historia de los pabellones desde su propia fachada, desde la arquitectura. En los espacios adyacentes, Bartomeu Marí y Muntadas han dispuesto diferentes "momentos" del proyecto On translation que inciden en una de las ideas centrales de la creación de Muntadas: "Attenzione: la percezione richiede impegno", que viene a advertir al espectador que su implicación es necesaria en pos de una percepción total. Lo cierto es que, posiblemente por la intención permanente de concebir su trabajo como un continuo proceso, si exceptuamos el espacio central del pabellón, la propuesta se puede entender como un pequeña retrospectiva.

En el resto de los pabellones hay, como siempre, un poco de todo. En el pabellón nórdico se condensa lo más sugerente de esta edición. De un lado, la disolución de la idea de "nación" -Carsten Holler es alemán y en el proyecto ha participado también su compatriota la comisaria Ute Meta Bauer- y de otro la idea de la intervención espacial, a la que me refería. Miriam Bäckstrüm y Carsten Hüller han realizado un proyecto radical que se apoya en la idea de sustracción. Si habitualmente los artistas que actúan sobre un espacio lo hacen desde la acumulación de objetos, la sueca y el alemán han eliminado los dos grandes muros de cristal que cierran en ángulo recto el edificio y, mediante una instalación de sonido, juegan con la oposición interior-exterior. Es una experiencia de gran sutileza que produce una refrescante sensación de extrañamiento.

Otra de las grandes aportaciones es la de Annette Messager. La francesa transforma el pabellón de su país en un espacio íntimo, en penumbra, donde se desarrolla una trama argumental con Pinocchio como protagonista. Messager ha sustituido la palabra Francia de la entrada del pabellón por la de "casino", una palabra universal que se entiende siempre en el ámbito del riesgo, algo que para la francesa se encuentra en un plano similar al del artista, siempre en la cuerda floja. Teatral y poética, Casino es de lo mejor de este año.

El pabellón de Gran Bretana, contiguo al francés, se sitúa en las antípodas de éste aunque también se trata de un clásico: Gilbert & George. El tándem británico tiene una presencia apabullante con piezas gigantescas, en su línea iconográfica habitual, que se comen el espacio y, con él, al espectador. Divertidos y cercanos, repartían autógrafos y sonrisas a diestro y siniestro el día de la inauguración. También divertida es la propuesta del pabellón alemán en la que la armonía del convencional montaje de Thomas Schebitz y Tino Sehgal es violentamente quebrada por una graciosa performance de los responsables de seguridad que, bailando y cantando, cuestionan el papel de la institución.

Y, realmente, no hay mucho más pero hay algunos pabellones que organizan exposiciones colectivas en los que se pueden encontrar sorpresas: Ham Jin en el de Corea y, sobre todo, Manfredi Beninati, que opta al premio de creación joven italiana con una espléndida instalación en el pabellón Venecia.