Image: Carlos Maciá, huellas visuales

Image: Carlos Maciá, huellas visuales

Arte

Carlos Maciá, huellas visuales

Miopía

24 abril, 2008 02:00

Vista de la sala pintada por Macià

Galería SKL. Costa San Creu, 8. Palma de Mallorca. Hasta el 28 de mayo. De 1.200 a 3.000 E.


Con marcadores, rotuladores o sprays industriales, todos ellos instrumentos idóneos para dejar un rastro improvisado sobre cualquier superficie, ejecuta Carlos Maciá (Lugo, 1977) sus habituales intervenciones efímeras. Combinadas con esas obras pintadas sobre aluminio que ponen en cada nuevo mapa de signos violentos un contrapunto académico, estas acciones artísticas sugieren que la pintura es algo así como una huella visual explícita, una instantánea que se dilata en un espacio susceptible de ser transformado plásticamente por los mismos gestos banales que dibujamos intuitivamente sobre un papel.

Su gesto es radical y en estrecha sintonía con la estética del graffiti y esa lógica generacional de citas que propugna que la pintura responde al estímulo de las sensaciones con memoria. Maciá hace de esa escritura espontánea que deposita como un virus temporal en muros y salas, una episódica recreación de aquello que por sernos tan familiar puede incluso haber dejado de interesarnos. Como esas composiciones invasivas afines al espíritu del expresionismo abstracto neoyorquino y a la cultura underground o el funk art que él lleva a un "punto ciego", a un extremo a partir del cual es tan importante lo que "vemos" como la actitud que lo ha causado. Así, Maciá problematiza la pintura, reduciéndola a un ser hipotético, transitorio y efímero equivalente a ese flujo de movimientos circulares suyos donde todo se confunde y donde el único anclaje posible reside en la mirada, en el aquí y ahora.

Su planteamiento de la pintura como una intervención compulsiva que transforma la experiencia sensorial del espacio se muestra deudor del discurso de Katharina Grosse e incluso, conceptualmente hablando, de la pintura expansiva de Luis Gordillo. Pero Maciá ahonda en esa ausencia de límites para convertir el trabajo artístico en un ciclo infinito, en un continuo proceso de construcción de "versiones" acaso necesitadas de amparo crítico. Esa posible dependencia planea sobre su presentación en la galería SKL, donde los ejemplares de sus más meditativas pinturas de la serie Sakura modulan el vertiginoso ritmo que imponen esos efectistas torbellinos azules que nos llevaremos, aunque sea momentáneamente, prendidos en la retina.