Image: Carlos Bunga

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Arte

Carlos Bunga

“Trabajo con instalaciones, un formato fronterizo y complejo como la sociedad de hoy en día”

18 septiembre, 2008 02:00

Carlos Bunga. Foto: Sergio Enríquez

Es uno de los artistas con más proyección internacional y además, uno de los más jóvenes. Con sus instalaciones crea pasadizos, espacios laberínticos o improvisados corredores, todos ellos maquetas de cartón que rompe, pinta y rehabilita para hablarnos de las sensaciones de vulnerabilidad y transitoriedad provocadas por los fenómenos de incertidumbre que definen la sociedad actual. La elaboración manual, la economía de medios y el uso de materiales pobres aluden, además, a lo doméstico y lo sencillo. El 18 de septiembre se inaugura su segunda exposición individual en la galería Elba Benítez de Madrid, con la que nos invita a seguirle la pista.

Carlos Bunga (Oporto, 1976) se dio a conocer en nuestro país en 2004, dentro del programa de Manifesta 5 de San Sebastián. Desde entonces, su participación el año pasado en la exposición Unmonumental. The Object in the 21st Century, en el New Museum de Nueva York, así como su selección en la última edición de ArtUnlimited, la estrella de la feria de Basilea, auguran el mejor de los pronósticos para su carrera.
En una charla tras aterrizar en Madrid, confiesa que piensa como un pintor aunque su labor se parece más bien a la de un arqueólogo. No es raro pues ver, entre sus archivos, la imagen del vestigio de la bomba atómica de Hiroshima de 1945. Una imagen desoladora que a menudo revisa para reflexionar sobre el espacio que aparece cuando muchos otros ya no están. Elementos endebles, acabados imperfectos y técnicas de reciclaje definen un trabajo con el que remite a una cadena de correspondencias: desde el concepto de intuición de Henri Bergson, a la expansión abierta y provisional del proyecto dadá Merzbau de Kurt Schwitters, pasando por los no lugares de Marc Augé. Mental y complejo, reclama, tal y como titula una de sus series, "más espacios para otras construcciones". De eso trata su segunda exposición en Elba Benítez.

-¿Por qué el título de Yuxtaposiciones? ¿De qué trata su nuevo proyecto?
-Esta exposición no es ni una recopilación ni una retrospectiva, pero sí viene a ser una especie de comisariado de los conceptos de mi proceso de trabajo. Es una superposición de soportes -pintura, arquitectura, diseño, fotografía o instalación- y conceptos implícitos en mi trabajo. Entre ellos, la idea de apropiación, el espacio y la pintura en relación a la arquitectura, el interés de conservación y de memoria, la fragilidad así como el diseño, la temporalidad de los objetos, la historia o la casa como espacio habitable entre otros.

Entre la escultura y la pintura
-Efectivamente, su producción tiene tanto de pintura como de escultura, de vídeo o de acción. ¿Cómo la define usted?
-Mis instalaciones son un formato por definición siempre fronterizo entre una cosa y otra, y tan complejo como lo es tratar de referirse a la sociedad hoy en día con términos tan complejos como multiculturalismo, migraciones, internet, multidisciplinar, nomadismo… Me interesa potenciar esas correspondencias entre el espacio de mis instalaciones y el espacio social. De hecho, miro la ciudad como una maqueta completamente manipulable y moldeable. Como parte de ella, creo que somos muy vulnerables. De hecho, no muy lejos están los recientes tornados en Centroamérica o el accidente de Spanair este verano… Ese tipo de fenómenos nos recuerdan que somos mortales. Frente a ellos, es inevitable la sensación de fragilidad.
-De hecho, uno de los nuevos trabajos es Soy un nómada I (2008). Háblenos de él...
-Es una fotografía en la que me apropio de mi propia imagen utilizando el color acrílico, una referencia a la pintura y también a la arquitectura. Pienso que de algún modo nuestra sociedad es un espacio nómada. Los flujos de gente, tecnologías o comercio tan marcados en nuestro tiempo me han llevado a reflexionar sobre el deambular de las cosas. También el factor de estar siempre viajando me ha influido en esta reflexión. Esta imagen ha sido tomada delante de la "zona cero" de de Nueva York, aunque sus connotaciones son mucho más complejas y expandidas de nuestro mundo global y capitalista.

-Su insatisfacción con la pintura le llevó, al inicio de su carrera, no sólo a colocar sus trabajos en paredes de edificios de su ciudad, donde los sometía a los efectos del tiempo, del clima o la polución, sino a experimentar con lo que llamó performances pictóricas. ¿En qué consistían?
-Siempre hay algo performático en mi trabajo, aunque la base es un proceso de pintura expandida. Desde mis estudios en la Escuela Superior de Arte y Diseño de Caldas de Rainha, una escuela relativamente nueva y periférica, alejada de las grandes sedes de Oporto y Lisboa, experimentar se convirtió en mi capacidad de preguntar. Tras aprender varias técnicas y recursos pictóricos, un estado de frustración me llevó a destruir las pinturas, a rasgarlas y tirarlas. Incluso grabé esas acciones sin saber de antemano qué es lo que haría ni el resultado que iba a obtener. Cada vez me fue interesando más ver esas obras en otros contextos. En esos momentos me obsesionaban mucho los espacios urbanos deteriorados o derruidos donde la arquitectura tenía mucha intensidad, por lo que acumulaban de historia y memoria. Eran paredes que también veía como pinturas, espacios que se parecían a mis cuadros. Llevé entonces mis pinturas a esos espacios de la ciudad colgándolas en esas paredes para que se quedasen contextualizadas con el lugar y exponerlas a las condiciones climáticas. Durante varias semanas fotografiaba cualquier cambio que sufrían.

-De ahí nació su particular interés por el espacio…
-Sí, me di cuenta que tras esos experimentos lo que realmente me interesaba era el espacio. Las primeras maquetas eran construcciones con cartón que simulaban pequeñas arquitecturas. Figuras abstractas pero que tenían una referencia real. Me gustaba la idea de trabajar el concepto de casa a partir de una especie de abstracción. Pese a ello, el cartón siempre conseguía remitir a la realidad.

-En sus instalaciones da prioridad al material con el que construye a la vez que destruye. Háblenos del proceso de producción en su obra.
-Lo primero es relacionarme con el espacio. De alguna forma vivirlo, observar los detalles, los lugares llenos de posibilidad. Mi proceso creativo a partir de ahí es una mezcla intuitiva pero racional. También, una mezcla de emociones.

Lugares y no lugares
-La mayor de las instalaciones en esta muestra es la creación de un espacio relacional. Se trata de Between (Entre, 2008). ¿En qué consiste?
-Es una instalación que crea un espacio parecido a un pasillo, un espacio híbrido que tanto puede abarcar la arquitectura, la escultura o la pintura. Con este trabajo lo que trato de cuestionar son los códigos de conducta que tenemos frente a determinadas estructuras, ofrecer al espectador nuevas posibilidades de comprender el espacio. Between presupone este estado híbrido potencializador de los lugares.

-Sus obras niegan pues, cualquier idea de permanencia, estabilidad o solidez. ¿Por qué ese interés por lo precario?
-Muchos de mis trabajos, por el modo en que están construidos y el material que utilizo, ponen en juego la idea de permanencia. Creo que ponemos un constante énfasis en conservar las cosas cuando constantemente están cambiando. La "no permanencia" está siempre presente en nuestro entorno y es algo que forma parte de nuestra condición de ser mortales.

-Asimismo, sus instalaciones de grandes dimensiones de cartón improvisan habitáculos semejantes a chabolas o refugios improvisados en los que se acusa una inevitable sensación de crisis. ¿Qué tiene tu trabajo de crítica a lo doméstico como sinónimo de protección?
-Sin duda me interesa suscitar ese diálogo. Es algo que está implícito en las estructuras de mis instalaciones y en el material, el cartón. Lo doméstico no siempre es sinónimo de confort. Gordon Matta-Clark , por ejemplo, hacía precisamente una metáfora de ello cuando cortaba o fragmentaba una casa.

-De hecho, andar por sus instalaciones es como andar entre ruinas. Precisamente así titulaba su trabajo en la sección ArtUnlimited en la pasada edición de Art Basel…
-Parte de mi interés por la arquitectura contemporánea está en ver de qué modo proyecta una imagen de progreso, cuando creo que nuestra sociedad es una sociedad en ruinas. La I Guerra Mundial y luego la segunda dejaron cicatrices muy fuertes en la sociedad occidental. No hay que olvidar que nuestra historia está llena de memorias. El proyecto de Basilea era una crítica, un trabajo que, dentro de la monumentalidad de la feria, proponía un espacio sencillo, desnudo, un pequeño vestigio de algo que sugería un espacio vacío y que contrastaba con todo lo que había en la feria. Con ello hablaba de lo necesario que esparar y reflexionar sobre lo que pasa a nuestro alrededor. No siempre tenemos respuestas ante las dudas, aunque éstas deberían hacernos preguntar, buscar y avanzar.