The Quick and the Dead
Walker Art Center, Minneapolis, EEUU. Del 25 de abril al 27 de septiembre
24 abril, 2009 02:00Zeit ist keine Autobahn - Berlin (Time Is No Highway, Berlin) , 2006.
Una de las grandes apuestas de la temporada en el Walker Art Center es esta gran exposición de 90 trabajos de 53 artistas internacionales. Todo gira en torno al legado del Conceptual
Una constante en el exposición es el tema del tiempo. Más allá del tratamiento del arte como una definición del propio arte, como exigía Joseph Kosuth, ya en los sesenta había buenos ejemplos de un arte conceptual que apuntaba hacia cuestiones como el tiempo y el espacio. Muchos recordarán trabajos de Dan Graham como March 31, 1966, una obra cercana en su planteamiento a su mítica Schema, que, en su afán por representar su propia autorreferencialidad, cuantifica la distancia que media entre su ojo y otros lugares y posiciones, desde el extremo más lejano del universo hasta su propia cornea. También recordarán algunos trabajos de Cildo Meireles, que podían verse en la exposición del MACBA, con los que trataba de aprehender toda la inmensidad del universo con sus brazos. Una de las piezas más conocidas de Robert Barry es aquélla en la que libera diferentes tipos de gas en diversos contextos. Poética como pocas, la obra incide en su propia invisibilidad en relación con el lugar.
The Quick and the Dead presenta trabajos de todas las épocas y algunos han sido creados específicamente para esta exposición. Es el caso de la del citado Michael Sailstorfer, el joven alemán cuya obra emplea la tecnología con vistas a representar situaciones muchas veces absurdas. Su pieza Time is no highway (Minneapolis) es una escultura de una rueda de coche con un motor que la hacer girar a gran velocidad. El roce con la pared hace que la rueda se vaya desgastando. Así, la velocidad es máxima y la distancia recorrido es nula. Hay pautas conceptuales en su trabajo, sí, pero en su voluntad también está desvirtuar el carácter solemne y críptico de las prácticas conceptuales de primera generación. El trabajo de Kris Martin, por su parte, versa también sobre el tiempo pero el suyo remite a los ejemplos antes citados como el de Robert Barry, que insiste en representar lo intangible. Martin quiere trabajar con partes de su cuerpo que no puede ver, como el cerebro. Para ello, ha utilizado novísimas tecnologías para escanear su cerebro y sacar, después, una escultura de bronce. Still Alive, que así se llama el trabajo, permite al artista recordar su cuerpo cuando muera.
La exposición trasciende las salas del Walker, como se le conoce al centro coloquialmente, y se instala en otros lugares como el jardín de esculturas, la terraza o la cafetería. La famosa Microphone/Tree Piece de Bruce Nauman, un micrófono que amplifica los sonidos interiores de un árbol, puede oírse en una de las salas. Kris Martin cuya presencia en la exposición es imponente, ha enterrado en un lugar secreto del jardín un esqueleto que previamente había sido utilizado para investigaciones anatómicas. La exposición se desarrolla entre lo visible y lo invisible, en lo que de romántico tiene el extrañamiento que produce la realidad circundante. Como dice el comisario de la exposición, "el arte siempre ha tenido la capacidad de trascender el aquí y el ahora". En una palabra, se trata de mirar más allá de lo que vemos.