Image: Jack Pierson, seducción colorista

Image: Jack Pierson, seducción colorista

Arte

Jack Pierson, seducción colorista

Jack Pierson

10 julio, 2009 02:00

Abstract #2, 2007

CAC. Alemania, s/n. Málaga. Hasta el 27 de septiembre


Llega el verano y algunos centros de arte apuestan por una oferta colorista y abierta a todos los públicos. El CAC de Málaga, gratuito y consciente de los hábitos turísticos -durante el periodo estival, abre hasta las diez de la noche-, presenta una exposición del estadounidense Jack Pierson. Un artista suficientemente cosmopolita, de los que cruzan la alta y baja cultura, fotógrafo de celebrities durante su juventud en Miami y de esos que, si se araña un poco, no decepciona en sus antecedentes -Ed Rusha-, ni en su base conceptual -a los exégetas del artista les gusta remontarse hasta el propio Kosuth- y tampoco, en su compromiso con su orientación homose-xual: tan explícito que últimamente a una exposición por él comisariada en la neoyorquina Paul Kasmin Gallery le puso el título: The Name of This Show Is Not: Gay Art Now, (El nombre de esta exposición no es: Gay Art ahora).

Es la tercera vez que puede verse una muestra de Pierson en nuestro país tras la presentación de sus (falsos) Self Portraits (PHotoEspaña, 2005), donde el artista reconstruía una biografía gay genérica, de la infancia a la senectud, y la individual, pero sólo con cinco piezas de sus célebres wordpieces, en el antiguo Centro de Arte Santa Mónica de Barcelona en 2007. Y sin embargo, a diferencia de sus últimas exposiciones en formato de retrospectiva después de más de veinte años en el circuito artístico, como la que se celebró la pasada temporada en el Irish Museum of Modern Art en Dublín y que incluía dibujos, fotografías, esculturas y pinturas -ahí, la conexión de los hermanos Juncosa, Enrique (director del IMMA) y Helena (coordinadora en el centro malagueño) funciona muy bien-, en el CAC se ha preferido reducir su presentación a lo esencial: la última entrega de sus wordpieces y una serie reciente de imágenes fotográficas.

Con un montaje perfecto, con esculturas murales y piezas de suelo intercaladas entre once carteles fotográficos de impresión digital pulcramente desplegados mostrando palmeras, cielos, playas de dunas, etc., la muestra desprende la filosofía democrática de Pierson: quien defiende un arte hecho por cualquiera, utilizando los materiales adecuados. Y también destila la sensibilidad implícita en sus piezas: un sentimiento agridulce, que alude con cierta nostalgia a las pérdidas, sin huella alguna de ironía, más bien, haciéndose querer por la ternura cruda de su ingenuidad esperanzada. Así son sus esculturas formadas a partir de los rótulos encontrados de comercios arruinados, abandonados, que Pierson ha convertido en marca de la casa.

Entre los artistas estadounidenses de las últimas décadas que han trabajado con el lenguaje, Jack Pierson eligió quizás la opción más simple: la material. Frente a otras opciones más centradas en el significado, como los mensajes desestabilizadores de Jenny Holzer o el eco narrativo de Roni Horn, el trabajo de Pierson es inseparable del reciclaje de rótulos, cimentando una trayectoria que va cubriendo etapas. Ha construido palabras (Cry, 1994) y frases (The World is Yours, 2002). Ha probado a reunirlas formando posibles neologismos (Erosesor, 1997; Noung, 1998); y también ha presentado nombres propios (Kurt Cobain, 1994; Elvis, 2008). Siempre jugando con los colores y las texturas, potenciando la tristeza con el deterioro de la superficie, o bien subrayando la insinuación sexual con la utilización de fluorescentes.

Incluido habitualmente -por dicha nostalgia desarraigada- en la denominada Escuela de Boston, en realidad, la irrupción de Pierson en el panorama artístico es posterior, a partir de los noventa. Y se enlaza a ese momento del arte slacker (descuidado) o loser (perdido) de la instaladora Cady Noland, la pintora Karen Kilimnik o el grafista Sean Landers, tan trash (basura). Pero en el caso de Jack Pierson, pasado por el surfing playero de Baja California. De hecho, posiblemente sólo teniendo en cuenta el aprecio popular que hay en Estados Unidos hacia esos rótulos pegados a muros, flotantes sobre marquesinas y en la vertical de las fachadas, emblemas, al cabo, del centro histórico de la ciudad -como San Diego, con su pobre y vieja arquitectura, tan western-, pueda comprenderse la posición de Pierson.

Pero el artista llega ahora a donde tenía que llegar: es decir, a la superación de las limitaciones culturales y lingöísticas de su idioma. Sensible como tantos otros artistas a la importancia de la "aldea global" -que es un concepto sesentero (del visionario McLuhan) pero convertido en una realidad contante y sonante en el sistema del arte y su comercio a principios del siglo XXI-, Pierson ha ampliado su búsqueda de materiales por todo el país, convirtiendo su estudio en un auténtico almacén de rótulos a los que se suman ahora grafías árabes e hindis. El proceso creativo se ciñe a la combinación puramente formal de las letras, cuyos fragmentos rotos también entran a formar parte de composiciones meramente plásticas en esta nueva serie: Abstracts.

Hay agrupaciones de colores, como la de cromo dorado Secrets (2007), cuyas letras encajadas hacia dentro forman un cofre, que serviría de antecedente de la serie; y elegantes líneas de barras (íes) intermitentes, de diversos tamaños y texturas. Pero a menudo son las oes las que dan más juego: ya sea en composiciones simples, en vertical o bien en círculo; y en otras más articuladas, rigiendo toda la construcción. Sin duda, Jack Pierson conoce bien El poder del centro, eje de la teoría del visual thinking intercultural que Rudolf Arnheim popularizó en su juventud.