Nancy Spero.

Bea Espejo
La muerte de Nancy Spero el pasado domingo ha dejado conmocionado al mundo del arte. Todavía tenemos en la memoria la magnífica exposición retrospectiva, la mayor dedicada a la artista americana en Europa, que el MACBA, el Reina Sofía y el CAAC de Sevilla acercaron a nuestro país el pasado año año. Entonces, ya enferma, seguía trabajando con su equipo de colaboradores de su estudio de Nueva York. El leit motiv de esa muestra, el que resume su apuesta creativa es, también, el que mejor la define como artista y como mujer: la fragilidad frente a la fuerza.

Su trabajo siempre ha sido, como ella, determinante e infalible. Frágil pero indomable. Pionera del arte feminista, Nancy Spero desarrolló su carrera desde la escena contestaria del Nueva York de los 60 desafiando las pautas estéticas e ideológicas dominantes. Su postura crítica frente a la situación política contemporánea y la exploración del cuerpo como herramienta para formular su discurso fueron sus dos grandes frentes de batalla.

Aunque su rebelión estaba lejos de cualquier "violencia de estado" con que se refería a cualquier tipo de guerra. El suyo fue un arte rebelde y subversivo; un arte lleno de manifiestos, una historia de los márgenes. Ella misma confesaba no encajar en el sistema artístico y que su voz fue underground durante mucho tiempo. En sí, un trabajo, como le gustaba definir, abierto, sin final definido. Que quede así también en nuestra historia.