Image: Habitación roja con punto y final negro

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Arte

Habitación roja con punto y final negro

El Museo del Hermitage de Amsterdam repasa las vanguardias del siglo XX a través de 75 piezas de artistas como Picasso, Matisse, Malevich y Kandinsky en una muestra con fondos que pertenecieron a dos precursores coleccionistas rusos

8 marzo, 2010 01:00

De arriba a abajo: Juego de bolos, de Matisse; Composición VI, de Kandinsky; La habitación roja, de Matisse; y el interior la casa de Shukin, uno de los dos coleccionistas a los que pertenecieron las piezas.

Marta Caballero (Amsterdam)
Anclado en una encrucijada de canales se alza en el centro de Amsterdam el edificio del Museo Hermitage, apuesta de última hora (se inauguró el pasado año) de una de las capitales con más oferta artística de Europa. ¿Le hacía falta a esa ciudad, que ya tiene el Rijks y el Van Gogh, un nuevo espacio de exhibición? La pregunta se soluciona si uno cruza el umbral de la apabullante sala principal del nuevo centro, en cuyas paredes bailan y se entrecruzan sin molestarse obras maestras de Matisse, Picasso, Van Dongen, De Vlaminck, Derain y otros muchos pintores contemporáneos.

En su tiempo, fueron propiedad de dos señores visionarios, de nombres Sergei Ivanovich Shchukin (1854-1936) e Iván Morozov (1871-1921), coleccionistas y mecenas cuyas adquisiciones forman hoy parte del patrimonio del Hermitage de San Petesburgo. Sin embargo, desde el pasado día 6 y hasta el próximo 17 de septiembre, buena parte de sus colecciones será un potente atractivo en la oferta cultural de la ciudad holandesa, dentro de la exposición De Matisse a Malevich, pioneros del arte moderno del Hermitage, que se ha presentado este fin de semana.

La clave de la muestra, la segunda desde la inauguración del Hermitage de Amsterdam tras una en torno a la cultura rusa de los zares, está en prescindir del exceso de información y en dejar que los cuadros respiren limpiamente. De esta forma, el visitante puede entrar en el carmesí profundo de La habitación roja de Matisse y pasar en pocos pasos al caos ordenado de la Composición VI, de Kandinsky. Asimismo, en las salas adyacentes, puede uno sorprenderse al hallar un Picasso de la época azul -Niño con perro- enfrentado al Invierno multicolor de, otra vez, Kandinsky. En total, 75 cuadros y varias esculturas conforman esta iniciativa que desentraña la génesis del arte moderno como fenómeno en la historia del arte, desde los maestros franceses a artistas contemporáneos rusos, como Malevich y Kandinsky, que precisamente esbozaron sus nuevos estilos inspirándose en aquellos.

La muestra se completa con varias proyecciones, entre las que destaca una presentación en torno a las vidas de ambos coleccionistas y su condición de adelantados a su tiempo, un momento en el que el arte da la espalda a las tradiciones académicas y da cabida, por la vía del color, a la expresión de sentimientos en la pintura, la explosión de la naturaleza en el lienzo, la vehemencia en la combinación de tonos y la simplificación de la pincelada.

Por separado, De Matisse a Malevich desgrana los hallazgos de unos y de otros, como la eterna búsqueda de nuevas técnicas de Picasso, del que se presentan 12 obras, entre ellas La bebedora de absenta, en la que el maestro malagueño capta sentimientos intangibles como la soledad y la miseria, y otras piezas que muestran el camino que le llevó a sentar las bases del cubismo. O como la influencia de la música en la pintura de Kandinski o la reducción que Malevich hizo de todas aquellas novedades gráficas en piezas como el imponente Cuadrado negro que, como un punto y final, tal vez como final definitivo del arte precedente, cierra la exposición.

Así que ¿Tiene sentido la transformación de un antiguo asilo en Holanda en un centro de arte como el que describimos? ¿Tiene sentido que el turista, más allá de Los Girasoles y La ronda de noche aproveche la coyuntura de encontarse en la capital holandesa para conocer estas obras? Y, más aún, ¿merece la pena subirse al carro del turismo cultural? Sí, sí y sí. Y la solución está en muestras como la del Hermitage.