João Onofre. Fotografía de Anamary Bilbao

Su nombre es ya un referente del arte portugués de la última década. João Onofre ha hecho del vídeo y la performance su particular sello para reflexionar sobre el peor de los miedos: el autoengaño. Hablamos con él con motivo de su próxima exposición en la galería Toni Tàpies de Barcelona.

Hizo su primera exposición individual en 2001, en la galería I-20 de Nueva York con 25 años y tras acumular varias colectivas en la guantera, como su paso por la Tate Modern de Londres y la XXVI Bienal de Pontevedra. Ese mismo año, Harald Szeemann le incluyó en la 49ª Bienal de Venecia, fichó por la galería Cristina Guerra de Lisboa y fue incluido en la revisión que el Yerba Buena Center for the Arts de San Francisco hizo del arte portugués reciente. Desde entonces, su carrera ha sido imparable. Su trabajo se ha visto en centros como el neoyorkino P.S.1 o el Georges Pompidou de París; forma parte de colecciones tan importantes como la del Museo de Arte Contemporáneo de Chicago o el de Museo Serralves, de Oporto y, a día de hoy, trabaja con cuatro galerías y suma 110 exposiciones colectivas en su currículo. Y eso, con 34 años.



Aunque João Onofre (Lisboa, 1976) no siente un ápice de vértigo por la expectativa que sabe que despierta. Constante, incisivo y meticuloso, es consciente que sólo el trabajo genera trabajo: "Para mí es muy importante la perseverancia y, gracias a ella, creo que ha llegado todo lo demás". Con ese propósito en mente ya prepara lo que va a ser un 2011 sin descanso: exposición en febrero en el parisino Palais de Tokyo; en julio en el Espai 13 de la Fundació Joan Miró de Barcelona y en México, y todavía le faltan concretar, cuenta, un par de exposiciones para los próximos meses.



Aunque otra cita lo tiene absolutamente concentrado en el estudio de su Lisboa natal: el próximo jueves 20 de enero presentará su nuevo trabajo en la galería Toni Tàpies de Barcelona bajo el título de Untitled (La nuit ne'n finit plus), un vídeo centrado en la performance de una adolescente de 14 años interpretando una canción: "En esta ocasión, y al contrario que en trabajos anteriores, no hay planos fijos y el movimiento de la cámara tiene un papel determinante. La chica está cantando un tema que ha tenido repetidas versiones desde los años 60. Con ello, lo que pretendo es pensar cómo una obra musical cambia de identidad con el curso de la historia".



Remix adictivo

-No es la primera vez que hace uso de la "reintrepretación". En Catriona Shaw Sings Baldessari Sings LeWitt Re-edit Like a Virgin (2003), mezclaba sobre el tempo del hit de Madonna, en un doble movimiento de apropiación, las 35 Sentences on Conceptual Art de Sol LeWitt versionando una performance que hizo John Baldessari en 1966...

-Sí, el nexo de este último trabajo con los anteriores tiene que ver con la interpretación. Interpretar no desvirtúa en absoluto el sentido original de un texto o una canción. Más bien al contrario, amplía su latitud de significados.



-Con su versión de Sol LeWitt y Baldessari a ritmo de Madonna parece aludir al deterioro de los presupuestos conceptuales del arte.¿Supone este trabajo una denuncia de la situación del arte? ¿A su complicidad en la banalización de la cultura?

-El arte contemporáneo no es cómplice de la banalización de la cultura, es lo que mi trabajo intenta poner de relieve, que la cultura no es una calle de un único sentido. El resultado de un momento creativo existe ultrapasando sus propios cánones. Así es que el arte es un reflejo del mundo en que vivimos, aunque éste sea banal a veces.



Para Onofre, en el proceso creativo no existe el vacío, por lo que muchos son los referentes que aparecen, una vez tras otra, en su trabajo, especialmente el cine, la música y el arte. El intento de Bruce Nauman de levitar en su estudio (Failing to Levitate in the Studio, 1966) le llevó, en 2002, a Untitled (Levitation in the Studio), uno de sus trabajos más emblemáticos: "Lo que hice fue contratar a un mago profesional quien hizo levitar a su asistente en mi estudio. El taller del artista siempre se ha visto como un lugar mágico donde las obras surgen de la nada. Pero es como el de cualquier trabajador. Incluyo un truco de magia en el espacio donde trabajaba habitualmente, como indicador de los trucos que se pueden hacer con las imágenes".



-Precisamente, muchas de sus obras son reflexiones sobre la vacuidad de lo visible. ¿Cree que vivimos atrapados en un laberinto de apariencias?

-Creo que los artistas tienen la obligación de reflexionar sobre lo visible y, en consecuencia, sobre lo invisible, preguntarse qué es una imagen y qué se esconde tras ella. Muchas de mis obras, como Casting (2000) o Thomas Dekker, an interview (2006) son reflexiones sobre lo que no es evidente. Este último trabajo, por ejemplo, es una entrevista a este actor de cine y televisión que actúa desde los cinco años. Toda su vida se ha regido en pos de la representación, incluso estudiaba en casa con tutores particulares para tener todo el tiempo posible para dedicarse a la interpretación. Con ello me pregunto, ¿es Thomas una imagen en sí mismo?



Su pregunta se queda congelada en el aire como la mirada del propio Thomas Dekker en el vídeo del artista. Con ese juego de resistencia al que insta al actor, que acaba interpretándose a sí mismo, una vez más, Onofre explora las apariencias como un medio para intentar llegar a las posibles verdades que encierran las cosas. Alto rendimiento

El alto rendimiento que João Onofre se impone a sí mismo, también lo exige a los personajes de sus vídeos, con ejercicios al límite de lo posible. En Nothing Will Go Wrong (2000) un equilibrista subido a un semáforo hace el pino y abre las piernas cada vez que cambia de verde a rojo, o en Pas d'action (2002), unos bailarines se mantienen sobre sus puntas el mayor tiempo posible. Tras estos movimientos mínimos que derivan tensiones máximas, está "la búsqueda de lo imprevisible, de lo extraordinario que pasa desapercibido o, incluso, de lo insólito disfrazado de banal". Eso es lo que busca, cuenta Onofre, con su trabajo, "pensar dónde está eso que llamamos arte. Mi interés por el arte parte de ese contacto con algo que te sobrepasa. Duchamp nos colocó ante una cuestión que todavía estamos debatiendo, lo que es o no es arte. Hay muchas cosas llamadas arte que no lo son. En la actualidad, ser contemporáneo quiere decir que está hecho hoy. Lo que es o no arte contemporáneo es mucho más difícil de averiguar".



-Y, el videoarte, ¿qué es?

-En las artes visuales, el vídeo se define como un formato documental expandido. Surgió con el famoso Portapak de Sony, en 1967, en un momento histórico muy intenso tanto en que Europa como en Estados Unidos, que incluso estaban sumidos en guerra. La tecnología del vídeo aportó una idea de participación en la construcción de imágenes que supuso un cambio importantísimo en cómo nos vemos a nosotros y al entorno.



-Lisboa es su lugar de operaciones. ¿Es una capital artística equiparable a otras europeas?

-No. Lisboa todavía está a años luz de ser una capital artística como Berlín, Bruselas, Londres o París, pero es posible que llegue a serlo si los políticos y los agentes culturales reflexionan sobre ello. Con que lo hicieran un poco sería suficiente.