Un hombre camina por la exposición de Mondrian en el Centro Pompidou de París. Foto: AFP
Centre Pompidou, París. Del 1 de diciembre al 31 de marzo
Arranca la muestra con una serie de trabajos que quieren contextualizar el escenario pre-racionalista holandés, con dibujos y planos que arrojan muy buena luz sobre un sentir que ya era muy generalizado en las Ámsterdam, La Haya o Rótterdam de principios del siglo XX. Es una buena declaración de intenciones antes de pasar a las obras de la etapa figurativa de Mondrian, extraordinaria, en la que se dan cita algunas de las pinturas más representativas del artista, obras que de formato medio que tocan las disciplinas del paisaje. Muchos de estos cuadros son los que contribuyen a dar forma al discurso de Robert Rosemblum sobre el romanticismo y misticismo nórdicos, aquél que va desde Friedrich hasta Rothko sin necesariamente pasar por París, cuna del arte del momento. Están los turbadores árboles y las torres de iglesias holandesas, lienzos, papeles y tablas sobre los que la salida del fauvismo ya es definitiva y sobre las que, a pesar del color encendido, a menudo se proyectan más sombras que luces... Son años que Mondrian llama "de transición", una fase de pintura experimental en su búsqueda de lo universal.
En esta etapa figurativa vemos cómo Mondrian está ya acompañado por muchos de los pintores que más adelante irán con él de la mano en su radicalización geométrica. Vemos trabajos de Van Doesburg y Van der Lek, de Vantogerloo o el húngaro Huzar. Pronto se anuncia la llegada de Mondrian a París, en 1912. Ya había conocido la pintura de Cezanne y el cubismo de Picasso y Braque en la Moderne Kunstkring del museo Stedelijk de Ámsterdam. Su pintura se hace más drástica y elemental, y desaparece ese contenido trágico tan característico en sus paisajes en pos de un mayor misticismo y esencialidad. Una serie de cuadros que tienen árboles como motivos marcan la ruptura definitiva con el naturalismo. De ahí en adelante, el anhelo de universalidad se convertirá en obsesión. La imposición del diálogo entre horizontalidad y verticalidad, la relación entre línea y plano, la convivencia entre los colores primarios, la propia forma del soporte, que rotará en su especulación sobre la validez de la línea diagonal... La exposición es riquísima en el periodo más abstracto del holandés.
La parte dedicada a la abstracción de Mondrian sólo está interrumpida por espacios de documentación. La exposición se centra primero en el maestro holandés para, después, detenerse ante De Stijl. Una reconstrucción del estudio de Mondrian a partir de las famosas fotografías de André Kerstez, quien, casualmente, es objeto de una importante exposición en el Jeu de Paume, marca la división entre ambas partes. En adelante, las investigaciones geométricas de De Stijl, con los extraordinarios Theo Van Doesburg y Bart Van der Lek a la cabeza y la asunción del color como elemento vertebral de composiciones espaciales. La relación con el arquitecto J.J.P. Oud, con su proyecto de viviendas en Spangen, está muy bien tratada. Y como colofón, la relación de los miembros con el concepto de espacio público, como el proyecto de Van Doesburg La cité de circulation, realizado entre 1924 y 1929 o Skyscraper city de Vantongerloo, de 1930.