Lucia Nogueira: Mischief, 1995

Lucia Nogueira murió en 1998 a la edad de 48 años pero su obra se encuentra muy bien instalada en el acervo colectivo del arte contemporáneo internacional.

La escultura y los dibujos de la artista brasileña Lucia Nogueira vuelven a las Islas Británicas tras la exposición que organizara The Drawing Room en Londres en 2005. Ahora es Kettle's Yard, el pequeño centro de la ciudad de Cambridge el que organiza esta pequeña pero deliciosa exposición que lleva por título Mischief y que recorre retrospectivamente una breve carrera que se desarrolló durante unos diez años. Nogueira murió en Londres pero su vínculo con las islas no viene sólo de haber vivido ahí. Como se ha dicho en no pocas ocasiones, como en la reseña de la exposición que en 2007 le dedicó la Fundación Serralves en Oporto, su modo de trabajar el lenguaje escultórico, siendo distinto, guarda ciertas interesantes analogías con cómo se desarrolló la escultura en el Reino Unido (como sabemos, los ingleses fueron los grandes renovadores europeos de las propuestas minimalistas).



Mischief es, a su vez, el título de una pieza de 1995 que revela con claridad todo el universo estético de la artista. Se trata de un silla común de la que solo vemos su estructura. Una de las patas delanteras pisa un rollo de bolsas de plástico de la compra. Es una pieza sensacional. La silla, un elemento cotidiano que aquí solo es estructura, esto es, idea. Las bolsas, que habitualmente utilizamos individualmente, forman aquí parte de una estructura mayor. Sabemos de su noción fragmentaria pero no la visibilizamos aquí. Este es el arte de Lucia Nogueira, sutil aunque complejo, enigmático y sugerente.



Dice la artista que su arte es eminentemente brasileño. "Es algo que conecta mi infancia con un modo de hacer muy brasileño". Se trata de una psicología de los objetos que entronca con el lugar de donde proviene. Sostiene que mientras en Europa tenemos la carga histórica del arte de siglos y siglos, en Brasil todo es muy más empírico. De este modo la artista pronto se adhiere a un modo más intuitivo de trabajar y, por tanto, a un tipo de producción más maleable y fresca partiendo de una elección muy singular del material.



Es una obra fundamentalmente escultórica que se dirige a aspectos propios e intrínsecos de la disciplina pero también al modo en que se relaciona con nosotros. Hay un guiño minimalista que tiene que ver con el material y con cómo se entiende la escultura en el espacio pero hay otro elemento que lo subvierte, que otorga al material la opción de plantear otras narrativas. La escala de las piezas y la presencia del espectador se convierten en uno de los asuntos centrales en su obra. Y, sobre todo, la naturaleza de los trabajos, con los efectos psicológicos que proyecta, se aleja decididamente del minimalismo en una estrategia compartida por muchos artistas escultores de su generación, especialmente aquellos trabajando en la periferia. Y es que el cuerpo es el mayor implicado en sus trabajos pero es una relación que no es fácil advertir pues genera en todo momento un sistema de tensiones que puede ser tan inquietante como emocionante.



La fuente principal de la artista es el objeto encontrado, muebles a menudo fragmentarios que recupera para dotarlos de una nueva dialéctica. A través de levísimas intervenciones es capaz de lograr tremendas transformaciones semánticas. El mero añadido de cualquier elemento trastoca bruscamente la percepción de un espectador que ha de estar constantemente en alerta.