Imagen de los tapices de la Colegiata de Pastrana tras su restauración.

En el siglo XV no había cine pero sí había tapices. Una afirmación así puede parecer de entrada descabellada: ¿qué tiene que ver lo uno con lo otro? Sin embargo, no lo es tanto. Una manera de comprobar que la distancia no es tan grande es acercarse (hasta el 19 de junio) a la Fundación Carlos de Amberes (Claudio Coello, 99) y ver las grandes telas de la Colegiata de Pastrana expuestas en su interior. Son cuatro, tejidas con lana y seda alrededor de 1470 en los telares flamencos de Tournai y de dimensiones enormes: once metros de largo por cuatro de ancho.



Los paños, donados por una hija del Duque del Infantado en 1630 al pueblo alcarreño, representan los logros bélicos del rey portugués Alfonso V en las plazas de Arcila y Tánger. Miles de soldados agrupados intentando entrar en esas ciudades del norte de África. Los tapices fueron confeccionados para exponerse juntos, formando un plano secuencia de estas batallas de expansión desencadenadas por el monarca luso. Primero, el complicado paso del Estrecho de Gibraltar, con sus ahogados y todo. Luego el asedio y el asalto a las poblaciones magrebíes, en mitad de una aglomeración de adargas, cascos, rudimentarios cañones, armaduras...



Si uno se encuentra contemplando los tapices y alguien osa cimbrearlos desde una esquina, toda la puesta en escena cobra movimiento. Un poco de imaginación por nuestra parte y ya estamos ante un 3D del medievo. Ahí es nada. Las olas del peligroso puerto de Tánger se agitan, algunos soldados portugueses caídos al mar bracean desesperadamente para salir a flote (algo imposible por el peso de sus armaduras), las adargas cortan el aire en busca de la carne enemiga... Toda una experiencia.



Pero toda esa épica hasta hace poco tiempo estaba carcomiéndose en la colegiata de Pastrana. "Los tapices necesitaban una restauración urgente, estaban llenos de polillas y otros insectos, con agujeros de más de cinco centímetros de diámetro", explica el periodista Miguel Ángel Aguilar, presidente de la Fundación Carlos de Amberes, la institución que tomó la iniciativa de devolverles su esplendor. A partir de un acuerdo con la diócesis de Sigüenza-Guadalajara la la operación de salvamento se puso en marcha. Hacían falta fondos para financiarla y ahí entró en juego la Fundación Inbev-BailletLatour de Bélgica, que sufragó el 50%. La otra mitad la asumió la Fundación Caja Madrid, la Junta de Castilla-La Mancha y la Diputación de Guadalajara.



De la intervención quirúrgica se ocupó un taller especializado de Malinas. Y el resultado ha sido ensalzado por la Comisión Europea, que le ha concedido el premio Europa Nostra 2011. Desde su restauración los tapices han realizado, en palabras de Aguilar, "un viaje glorioso", que les ha llevado al Museo de Arte e Historia de Bruselas, al Palacio del Infantado de Guadalajara y al Museu de Arte Antiga de Lisboa. El periplo alcanzó en la capital portuguesa su punto álgido. ""Para los portugueses", comenta Aguilar, "los tapices representan la gloria pasada. Exagerando un poco, es como si el cuadro de Las lanzas de Velázquez estuviera en Viena, por ejemplo, y lo trajeran aquí una sola vez: lo recibiríamos con los brazos abiertos".



Luego estuvieron también en Toledo (en el Museo de Santa Cruz) y, tras su escala en Madrid, viajarán a la National Gallery de Washington. Algún día volverán a Pastrana, eso es seguro. Lo que no está tan claro es cuándo: porque a la Fundación Carlos de Amberes, después de tanto trabajo, le dolería mucho dejarlos de nuevo enclaustrados y apolillándose.