Vista de la exposición Ligia Pape. Espacio imantado. Foto: Joaquín Cortés / Román Lores. Museo Reina Sofía, 2011
Lygia Pape es, sencillamente, esencial. Cuando Manuel Borja-Villel presentaba este martes la exposición a un grupo de periodistas, afirmaba que este era uno de los momentos más importantes en la historia del museo, o de su museo, pues la artista brasileña se encuentra en el centro mismo del discurso descentralizador e insumiso ante la norma dominante que ha venido enarbolando el director desde su llegada a la institución hace poco más de tres años.Si hace no más de una semana Borja-Villel celebraba la ley que otorga mayor autonomía al Museo Nacional como el segundo momento más importante desde que echó andar hace 21 años, hoy sitúa esta exposición de Lygia Pape en un plano de relevancia similar. Parece, pues, a tenor de lo visto en los últimos días, que el Reina Sofía vive uno de los momentos más dulces que se recuerdan, algo que lamentablemente no pueden decir muchos otros centros de arte españoles, asfixiados por la tijera perniciosa de quienes rigen lasdespiadadas políticas culturales de nuestro país.
Esta de Lygia Pape es una exposición indispensable para entender el marco conceptual y estético en el que se desarrolla buena parte del arte brasileño de la segunda mitad del siglo XX. Nacida en la montañosa Nova Friburgo en 1927, Pape se inició en el mundo del arte entrando a formar parte del Grupo Frente. Fue en este contexto en el que realizó una estupendas primeras pinturas, abstractas y de fuerte raíz geométrica, reunidas bajo el título Jogos Vectorais, cuatro de las cuales marcan el comienzo de la exposición. Poco después, aún en la veintena, realizó sus Tecelares, cuerpo de obra ya importante, sutil y preciso, que amplía el horizonte poético de su trabajo. Es la sala de los Tecelares uno de los lugares destacados de la exposición. La obra de Pape tiene un fuerte acento manual. Los Tecelares revelan un proceder lento y sosegado sobre un soporte frágil que no acepta prisas. Son una geometría fragmentaria y vibrante, luminosa y magnética.
En las salas posteriores nos vemos arrastrados a una deriva audiovisual con documentaciones de algunas performances y algún metraje de corte experimental que desemboca en los trabajos íntimamente conectados con latradición cinematográfica brasileña, encabezada por el gran Glauber Rocha, artífice primero del Cinema Novo, uno de los episodios trascendentales de la cultura brasileña del siglo pasado.
En una de las grandes salas adyacentes puede verse otro de los momentos importantes del recorrido, la sala dedicada a los libros, libros sin palabras, de enorme calado poético. El Livro do Tempo es un conjunto de 365 pequeñas maderas pintadas cuya dimensión temporal se expande orgánicamente por el espacio expositivo en una sala de rotundo poder visual. Lo acompaña el Livro daCriaçao, en el que la cualidad semántica se revela en el corte sutil del papel, que genera geografías sencillas y articuladas que devienen tridimensionales.
Ya al final de la muestra, tras una serie de trabajos experimentales en el ámbito del cine, pueden verse las famosas Tteias, trabajos asombrosos realizados con hilo, formas prismáticas en los que la luz otorga una penetrante dimensión mística. Son obras hechas desde finales de los 70 hasta el final de su vida (Pape murió en 2004), que fueron poco conocidas en Europa. Pudieron verse, eso sí,en la Bienal de Venecia de 2009, la dirigida por Daniel Birnbaum (funcionaban como deslumbrante introducción al espacio del Arsenale). Las Tteias marcan el punto álgido y final de esta importante exposición que estará acompañada, nos dicen, de un extraordinario catálogo en el que se ha hecho un notable esfuerzo de recuperación de los textos de la artista.