Habitación con vistas al mar , 2011
Promoción y apoyo al arte joven. Con ese objetivo nació, en 2001, el Premio de Fotografía El Cultural. A su XI edición llega Irene de Andrés que el 10 de junio presenta, en la galería Marta Cervera, Habitación con vistas al mar, el proyecto ganador de este año, patrocinado por Ámbito Cultural de El Corte Inglés. Los finalistas han sido Juan Margolles, Ana Devora y Lúa Ocaña.
Los proyectos en los que ha estado trabajando recientemente desarrollan de forma coherente unas determinadas líneas argumentales y unos procedimientos recurrentes. Se podría decir que el eje temático es el turismo pero, como ella matiza, éste se entrelaza con otras cuestiones de mayor calado. La propaganda turística conlleva, entre otras cosas, la promesa de una "felicidad visual" que se cifra a menudo en la contemplación del mar. Lo ha subrayado la artista al enlutar por entero las páginas de folletos de vacaciones -y otras revistas- dejando "ventanas" que enmarcan las fotografías con playa. También insiste en ese deseo arquetípico de horizontes en su vídeo Isla, realizado filmando en vídeo los escenarios costeros que aparecen en anuncios, series y películas. Las vistas al mar son una de las características más buscadas en los hoteles, e Irene de Andrés se ha centrado en la contradicción existente entre lo que el texto publicitario asegura y lo que las imágenes que ilustran los folletos reflejan. Interesa mostrar con nitidez el confort de las habitaciones, lo que obliga a hacer exposiciones más largas que resultan en que las ventanas con supuestas vistas -o sin ellas- se vean blancas, cegadas por la luz.
A partir de imágenes de ese tipo, concibió la acumulación de engaños que es Habitación con vistas al mar. En primer lugar, la habitación que fotografía y filma está en Brno, República Checa, en el centro de Europa y a más de 600 km de cualquier costa. Pernoctó en ella durante 10 noches gracias a un programa de residencia para artistas y allí mismo acabó de perfilar la idea. El vídeo de alta definición y las fotografías -las pequeñas son stills del vídeo, la grande no- parecen mostrar el trascurso de un día, cuando en realidad pasan sólo unos minutos. La utilización de una cámara HD le permitió jugar con el obturador para fingir las condiciones lumínicas deseadas, produciendo la impresión de una aceleración de las horas. Sobre la mesa, un ordenador portátil abierto muestra por el contrario una iluminación estable, producto de que, frente a lo que imaginaríamos de inmediato, no se trata de una filmación simultánea a través de una webcam sino de una fotografía abierta en la pantalla.
Las diferencias en la intensidad lumínica en el interior y el exterior han servido a múltiples propósitos en el arte y en la arquitectura y la penetración de la luz en la oscuridad ha funcionado como símbolo espiritual en diferentes momentos. Irene de Andrés, que ha establecido un diálogo con el pasado artístico -fundamentalmente con el paisaje romántico- en otros proyectos, tiende un puente aquí hacia el Simbolismo. Cita en concreto la litografía El día, que forma parte del álbum Sueños (1891) de Odilon Redon y que fue utilizada por Rosalind Krauss en su ensayo Retículas -incluido en Mitos modernos- para ilustrar una idea: que la ventana simbolista es simultáneamente transparente y opaca.
Esta imagen aparece en el vídeo, fundiéndose con la ventana del hotel al "anochecer", y en una caja de luz independiente, Radiografía de una ventana, en la que aplica al grabado de Redon el referido cegamiento por sobreexposición. Hay aquí otro encogimiento del tiempo, en este caso del tiempo de la historia del arte, que ha practicado ya en otras obras: haciendo navegar, por ejemplo, barcos de los cuadros de Friedrich en mares actuales representados a través de web cams. De Andrés suele extender la idea de "ventana" a los procedimientos. Es frecuente que interponga uno o varios filtros entre la realidad y la mirada. Se combinan varios dispositivos de visualización o representación: cámaras, monitores, reproducciones fotográficas... incidiendo en la pérdida de transparencia.
En definitiva, lo que la artista hace es alterar las condiciones en las que nos enfrentamos a "las vistas" para hacernos conscientes de su "opacidad", que diría Krauss, de la pérdida de significado del paisaje a través de su sometimiento a los estereotipos comerciales. Aquí, la habitación con vistas al mar se revela finalmente como una cárcel en la que la luz y la oscuridad se relevan para formar una pantalla infranqueable por la mirada.