Jonathan Brown contemplando una Inmaculada de Murillo en el Museo del Prado
Johnathan Brown viajó por primera vez a España a finales de los 50 y quedó fascinado por la pintura del Siglo de Oro. Desde entonces, El Museo del Prado es su 'residencia' en la Península. "Vengo constantemente", asegura mientras surca los pasillos de la pinacoteca, maravillosamente vacía por ser lunes, como quien va del salón a la cocina. Ni un alma en la sala de Las Meninas y este historiador, restaurador e hispanista que lleva toda su vida estudiando el lienzo más famoso de Velázquez se toma unos minutos para volver a contemplarlo.Esta vez ha venido a España para recoger el prestigioso premio Bernardo de Gálvez, reconocimiento que recibe por sus estudios de la pintura española del Siglo de Oro, que constituyen, a juicio del jurado, una referencia imprescindible y en los que continuamente ha tenido en cuenta no sólo los aspectos históricos y estéticos, sino los de conservación y restauración, que han resultado fundamentales para su adecuada puesta en valor". Él lo recibe como una sorpresa más que grata: "Es un premio independiente desde el punto de vista político y su misión es mejorar las interrelaciones en materia de cultura entre España y Estados Unidos. Ese es el trabajo de los hispanistas, que queremos que la riquísima cultura española se tome muy en serio en mi país". Para este cometido este catedrático de Bellas Artes en el Institute of Fine Arts de la Universidad de Nueva York y doctor por Princeton ha organizado exposiciones, publicado libros, organizado simposios... "Me siento muy orgulloso de tener el premio, para mí es un incentivo para redoblar mis esfuerzos", empieza explicando.
Su relación con el arte español nace de su propia biografía, cuestión que no es baladí, pues estima que en la obra de los historiadores siempre operan, de forma decisiva, las vivencias personales de cada uno de ellos. En concreto las suyas hablan de una familia norteamericana interesada de forma especial por el arte de vanguardia. Y, más adelante, de un joven impresionado con el sistema político en general de la España ceniza de los años cincuenta y, especialmente, con el arte que este país albergaba: "Un banquete de cultura", distingue.
Por eso sus muchas labores en el mundo del arte nunca han dejado de incorporar el esfuerzo por afianzar los lazos entre su país y España, para que en Estados Unidos conozcan "las riquezas culturales que alberga". Así que, en este sentido, también celebra la iniciativa del Museo de crear la Cátedra del Prado, el segundo motivo por el que regresa a Madrid, de la que será el cuarto estudioso invitado y que presentará este martes bajo el epígrafe 'La pintura del Siglo de Oro: perspectivas personales'. "Hablaré sobre la pintura española del Siglo de Oro y de la conexión entre el historiador como profesor y el historiador como persona para ver la influencia, la ida y la vuelta entre estos dos polos", enumera contemplado por la infanta Margarita y compañía.
Pero, además, Brown repasará algunas de sus aportaciones al estudio del arte español a través de sus pintores predilectos: Velázquez, de quien es una de las máximas autoridades mundiales, Murillo, Ribera y El Greco. A estos dos últimos, y al contrario de lo que suele ocurrir, los explicará de forma conjunta, recordando cómo se interesó por estos dos artistas tan diferentes a través del rasgo que tenían en común: "La creación de talleres para la producción masiva de cuadros en cuya creación a veces participaban únicamente poniéndoles su firma", señala.
Además, hablará en la Cátedra de otras cuestiones como la Corte española como motor de la creación artística, especialmente con Felipe II y Felipe IV como "grandes patronos y mecenas del arte", del Palacio del Buen Retiro, uno de sus temas predilectos, y del candente asunto de las atribuciones, sobre el que vierte alguna crítica: "Estamos viviendo una lluvia de ellas y es un tema complejo, porque en el arte todo hoy es dinero. Un trocito de Velázquez vale hoy infinitamente más de lo que el rey pagó por Las Meninas en su día. Al entrar en el mercado, todo cambia, hay un gran afán de certificar la autenticidad. Pero la duda es muy poderosa y puede tener un efecto muy importante sobre el valor de un cuadro. No es algo que se deba hacer a la ligera".
Y, entre todos estos temas, de nuevo Velázquez y Las Meninas, claro: "¿Por qué ese cuadro? ¿Por qué sigue siendo un misterio? En las últimas dos décadas se han aportado muchas respuestas y trataré de exponerlas. No es que haya una solución única, es una obra que está siempre en movimiento, al menos en la mente de los estudiosos que quieran penetrar en sus secretos", expone antes de abandonar la imponente sala que alberga esta obra maestra.
En su paseo, mientras explica con verdadera pasión la cascada de ángeles que Murillo dispuso en una de sus Inmaculadas, mientras insiste en la paleta de colores del Greco más artesano o mientras se detiene en contemplar cómo la composición de El sueño de Jacob, de Ribera, tiene algo de Picasso, concluye que esas salas, las de El Prado, se lo han enseñado todo: "Este es un museo muy distinto a todos los demás en el mundo. Primero porque solo tiene pintura; segundo, porque, a diferencia de los grandes museos de otros países, todos sus fondos han sido comprados o cedidos, no robados; y tercero porque concentra lo que llama la pintura española, una genealogía que arranca con los venecianos, que sigue a través de Velázquez para llegar a su fin con Goya. Y yo incluso incluiría a Picasso".