Tàpies en su estudio de Barcelona, 2008. Foto: Quique García

El pintor, escultor y teórico del arte Antoni Tàpies ha muerto este lunes a los 88 años. El artista catalán (Barcelona 1923) ha sido uno de los maestros del arte de vanguardia del siglo XX. Destacó por su estilo propio, matérico por el uso de elementos de desecho, pero muy espiritual porque trascendió el soporte de la obra para profundizar en la imbricada condición humana. Por voluntad expresa de la familia del artista, la ceremonia de despedida será en la estricta intimidad. En gesto de duelo, la Fundación Antoni Tàpies permanecerá con las puertas abiertas dos días (martes 7, de 15 h a 21 h, y miércoles 8, de 9 h a 21 h), para facilitar a la ciudadanía el acceso libre a la Fundación y a las obras expuestas del artista, y pondrá a disposición de quien quiera dejar su testimonio un libro de pésame. Asimismo, próximamente, se anunciará la fecha, los contenidos y los participantes en el acto de homenaje público que tendrá lugar en la sede de la Fundación.



De formación autodidacta, Antoni Tápies decía no sentirse un pintor antiguo. Quizá un clásico contemporáneo, pero desde luego tenía claro la época a la que pertenecía. Nació un 13 de diciembre de 1923 en la Barcelona más liberal y culturalmente tolerante gracias a las relaciones de sus padres, que le introdujeron desde muy pronto en los círculos de personajes notables de la vida catalana. En 1934 inició sus estudios de bachillerato y los continuó durante la guerra civil, pero su débil salud le obliagaba a menudo a interrumpirlos. Entre 1942 y 1943 sufrió una enfermedad pulmonar con una larga convalecencia que le permitió disfrutar del tiempo necesario para seguir formándose, primero copiando a Van Gogh y Picasso, y más tarde leyendo a los grandes filósofos y estudiando el movimiento Romántico, por el que siempre sintió predilección. La angustia de algunas de sus primeras obras tienen su origen precisamente en esta enfermedad, lo somático se une a la expresión artística, o en palabras de Tàpies "En el arte todo es unidad".



En 1944 ingresó en la universidad de Barcelona para estudiar Derecho, pero se sintió enseguida atraído por el círculo de jóvenes poetas que le rodeaban: Carlos Barral, Alfonso Costafreda y Gil de Biedma entre otros, que por la carrera que nunca llegó a terminar. Este mismo año trabajó durante unos meses en la Academia Valls, donde conoció al poeta y crítico de arte Josep M. Junoy, cuya influencia será decisiva en el joven artista. Durante estos años fue creciendo su interés por la pintura y la mística oriental, asimilada de forma visible en su obra plástica, como comentaba en una entrevista concedida a EL CULTURAL en 1998: "El lenguaje místico no es exclusivo de las religiones, también hay un misticsimo profano, ya sea oriental u occidental. En el contenido de muchas obras del arte contemporáneo descubrimos un espíritu, una visión del mundo que se aproxima a esta dimensión, religiosa o no, que nos lleva a la realidad profunda de las cosas".



La ruptura con ‘Dau al set'

Conoció a Joan Brossa en 1947, con quien fundó al año siguiente la revista Dau al set, una de las primeras y más relevantes iniciativas renovadoras del arte español de posguerra. Tàpies rompió poco después con el movimiento por considerar que se le daba una importancia desmedida, y ha llegado a decir que la revista no era más que un refrito de los residuos del surrealismo. Este episodio lo explicaba también en la entrevista de EL CULTURAL: "Llegué a romper completamente con la estética de Dau al set, que era más brossiana que otra cosa. Rompí totalmente. Lo que ocurre es que que soy una persona educada y no me enfadé con la gente, y mucho menos con mi amigo Brossa. Durante muchos tiempo mantuvimos la amistad. Eso sí, sin hablar de arte". De esta época data su pintura deudora del surrealismo, donde aparecen sus paisajes fantásticos y oníricos influidos por Paul Klee y Max Ernst.



En 1950 obtuvo una beca para completar sus estudios en París, allí se acercó al marxismo y a partir de este momento asumió una postura socialmente comprometida de defensa de los derechos humanos y la libertad. Este mismo año se celebró su primera exposición individual en las Galeries Laietanes de Barcelona. En 1953 abandona el surrealismo y retoma las investigaciones sobre la materia que terminarían por desarrollar su lenguaje personal. Tàpies no puede evitar sonreír ante el paralelismo que algunos críticos establecen entre las pinturas de estos años, semejantes a paredes desconchadas y su apellido (en catalán "tapias").



Reconocimiento internacional

Su primera retrospectiva se celebró en Hannover en 1962, en la Kestner Gesellschaft, y desde entonces se han sucedido por todo el mundo las muestras antológicas dedicadas a su obra: en 1974 en el Louisiana Museum y en la Nationalgallerie de Berlín; en 1977 una retrospectiva itinerante por EE.UU; en 1980, 1990 y 2000 en el Museo Reina Sofía de Madrid; en 1988 en Marsella y una itinerante de obra gráfica por EE.UU; en 1989 en Pekín; en 1993 en la Schim Kunsthalle de Berlín; en 1995 en el Guggeheim de Nueva York y en 1996 en varios museos japoneses. En 2002 expuso en la galería Elvira González de Madrid y su última obra puede verse en la galería Toni Tàpies de Barcelona (30 de enero de 2003).



La valoración de su trabajo en el mercado va desde los 48.000 euros de sus pequeñas obras gráficas a los 480.000 de sus grandes óleos. Actualmente todos los grandes museos del mundo tienen obras suyas. El mismo año en que se inauguró la fundación que lleva su nombre en Barcelona, 1990, recibió el premio Príncipe de Asturias de las Artes, y, poco después, el León de Oro de la Bienal de Venecia en 1993 y el Premio Herbert Boeckl en 1994.



Los últimos años

Las obras de los últimos años constituyen esencialmente una reflexión sobre el dolor -físico y espiritual-, entendido como parte integrante de la vida. Influido por el pensamiento budista, Tàpies considera que un mayor conocimiento del dolor permite dulcificar sus efectos, y de este modo, mejorar la calidad de vida. El paso del tiempo, que ha sido una constante en la obra de Tàpies, adquiere ahora nuevos matices, al vivirse como una experiencia personal que comporta un mejor autoconocimiento y una comprensión más clara del mundo que le rodea. Durante estos últimos años, Antoni Tàpies ha consolidado un lenguaje artístico que, por una parte, traduce plásticamente su concepción del arte, y por otra, unas preocupaciones filosóficas renovadas con el paso del tiempo. Su práctica artística sigue siendo permeable a la brutalidad del presente, a la vez que ofrece una forma que, pese a su ductilidad, permanece fiel a sus orígenes. En este sentido, las obras últimas no sólo se inscriben en la contemporaneidad, sino que también son un registro del pasado del artista.



En esta línea, en la última entrevista que concedió a El Cultural, y una de las últimas que dio, el artista señalaba que las dificultades físicas le habían obligado a concentrarse más en sí mismo: "A explorar más mi mundo interior, y de ello me he dado cuenta precisamente este verano (de 2008), a causa de los problemas que he tenido con el corazón. Además creo que las sabidurías asiáticas, como el budismo, por las que ya sabes que tengo especial predilección, me han ayudado a tener una visión más profunda del mundo, más cercana a la verdadera realidad. A veces pienso que hoy se vive más pendiente de necesidades mecánicas que de las cosas realmente esenciales". A este respecto, también comentaba: "Yo nunca he separado estas disciplinas, el arte y la filosofía, tal vez por la influencia que han ejercido en mí las filosofías orientales que no excluyen nada, que entienden la existencia y el mundo como una globalidad".



Paralelamente a la producción pictórica y objetual, Tàpies ha ido desarrollando desde 1947 una intensa actividad en el campo de la obra gráfica. El artista ha realizado un gran número de carpetas y libros de bibliófilo en estrecha colaboración con poetas y escritores como Alberti, Bonnefoy, Du Bouchet, Brodsky, Brossa, Daive, Dupin, Foix, Frémon, Gimferrer, Guillén, Jabès, Mestres Quadreny, Mitscherlich, Paz, Saramago, Takiguchi, Ullán, Valente y Zambrano, entre otros.



Asimismo, desarrolló una tarea de ensayista que ha dado lugar a una serie de publicaciones, algunas traducidas a distintos idiomas: La práctica del arte (1971), El arte contra la estética (1977), Memoria personal (1983), La realidad como arte. Por un arte moderno y progresista (1989), El arte y sus lugares (1999) y Valor del arte (2001).



Su fundación

En 1984 el pintor fundó su propia fundación con la idea de crear un centro para el estudio y la promoción del arte contemporáneo. Este centro con una de las colecciones más completas de la obra de Tàpies, donadas por el propio pintor y por Teresa Tàpies, su mujer. Contiene más de 300 obras de todos los periodos artísticos del pintor. Abrió sus puertas en 1990.



Además de las exposiciones permanentes dedicadas al pintor barcelonés, el museo realiza numerosas exposiciones temporales que abarcan todos los géneros artísticos. Destaca también la biblioteca, especializada en arte moderno, y que está considerada como una de las más completas del mundo en su género. Cuenta también con una sección dedicada al estudio del arte asiático. En 2010 se reabrió el museo tras dos años de rehabilitación, a cargo del arquitecto Iñaki Ábalos. En esta ocasión la obra estrella de la nueva exposición fue la escultura titulada Calcetín, situada en la terraza de la Fundación.