La Tate Modern celebra el sábado 14 de abril en varios espacios de su sede en Bankside un importante y esperado congreso en el que se revisa el trabajo y el legado del llamado NSK (Neue Slowenische Kunst), un grupo de artistas o, mejor, un colectivo de colectivos, que, radicados en el entorno de Ljubliana, dinamizaron la escena cultural en los Balcanes ejerciendo, al mismo tiempo, una enorme influencia en el arte más allá de su fronteras. Sus integrantes fueron los grupos IRWIN, que, en principio, procedían del mundo de la pintura; Laibach, que venían de la música; Scipion Nasice Sisters, centrados en las artes escénicas y el grupo de diseño New Collectivism. Fue uno de los momentos más fértiles que se han dado en una zona geográfica concreta en las dos últimas décadas. Ahora, en lo que constituye una paradoja recurrente, ven su trabajo enaltecido por la gran institución de arte tras haber desarrollado una carrera en el más acérrimo activismo político. La Tate montará el sábado un congreso que correrá paralelo a la exposición que en torno a NSK ha organizado Calvert 22, una entidad sin ánimo de lucro dedicada al impulso de la creación en Rusia, la CEI y Europa del Este, y a la que programa también estos días el Chelsea Space, centrada en documentos y material de archivo que arrojan luz sobre los casi treinta años de carrera del grupo.
El Nuevo Arte Esloveno, o NSK, nace en un periodo histórico, 1984, en el que se van definiendo las bases para la caída del comunismo. Además, en la Yugoslavia post-Tito, se está gestando lo que sería una de las mayores carnicerías de la historia reciente y uno de los grandes dislates morales, la disolución de la antigua Yugoslavia y la guerra infame que trajo consigo. Desde su creación, el NSK comenzó a especular sobre la identidad nacional a través del arte y la cultura, e inició un trabajo que lo mezclaba todo, en lo que ha sido calificado por muchos como un gran ejemplo de "obra de arte total", creada desde el espíritu posmoderno que parecía ya consolidado en Occidente. Con una actitud provocadora, integraron la reflexión sobre el sistema político en su propio arte, causando verdadera irritación en las esferas de poder.
El despedazamiento de Yugoslavia y la consecuente aparición de nuevos estados fue el detonante para la exploración de una idea de "nación" que es vertebral en el discurso del grupo. En una publicación fundamental editada por Afterall que lleva por título East Art Map, el grupo IRWIN afirmaba que buena parte del arte que se había desarrollado en la Europa del Este había sido determinado por férreas fronteras nacionales. Bajo esta luz, NSK también se definió como un estado, pero éste no existiría en el espacio, delimitado por fronteras como todos los estados del mundo, sino que se inscribiría en el tiempo únicamente. Sería, por tanto, un espacio de carácter mental, abstracto. Como cualquier otro estado, el NSK creó unos pasaportes que, a la postre, trascendieron el estatus de obra de arte pues ya han sido utilizados por ciudadanos en Bosnia y en el centro de África. La del NSK es una transgresión perpetua de los valores del arte academicista. Es un colectivo que atenta con persistencia contra la figura del artista-genio y las producciones que definen su trabajo se alejan de toda consideración estética para filtrarse en la vida. ¿Qué mejor obra de arte que aquélla que te permite transitar libremente las fronteras?
Buena parte del contenido ideológico de NSK desde sus inicios nace del psicoanálisis. Parte de las premisas instauradas por Freud por las que para desterrar los fantasmas del pasado que afectan a nuestro presente es necesario volver a ellos. De ahí nace una de las mayores aportaciones del grupo, el concepto de "sobreidentificacion", que Slavoj Zizek ha contribuido a modelar. Se trata de una estrategia que huye de la típica "distancia irónica" que se toma para criticar o denunciar un sistema y que es corriente en las sociedades postmodernas. Muy al contrario, mediante la sobreidentificación con el sistema corrupto y vil, NSK pretendía hacer aflorar su "super ego" y mitigar así su eficacia.
Quienes de un modo más visible ahondaron en esta idea de sobreidentificación está Laibach, que en la Sala de las Turbinas de la Tate ofrecerán el sábado por la noche un concierto que recuperará algunos de los hitos más importantes de su carrera. Los conciertos de Laibach están cercanos a la estética de la propaganda nazi. Ellos no se posicionaron en un frente concreto desde el que enfrentarse al poder sino que se disfrazaron del poder mismo para revelar sus obscenas fallas.
Tres buenas ocasiones, la de Calvert 22, la del Chelsea Space y la del simposio de la Tate Modern, para conocer a uno de los grupos que con mayor criterio han abundado en las relaciones entre el arte y el poder.