Andrés Rábago, un coloso de tres pisos
OPS, El Roto y Andrés Rábago son, por ese orden y en sentido ascendente, tres pisos de un mismo edificio. "Quizá en la azotea, donde no hago nada, soy realmente yo", afirma su propietario, uno de los dibujantes satíricos más reconocidos de España. Su extensa trayectoria comenzó a finales de los 60 y hasta mediados de los 80 publicó viñetas e ilustraciones bajo el seudónimo OPS en revistas como La Estafeta Literaria, La Codorniz, Hermano Lobo, Triunfo, Cuadernos para el Diálogo o Madriz. Hace un año publicó una selección de esos dibujos en La edad del silencio (Mondadori) y ahora la Calcografía Nacional, perteneciente a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, expone otros 60 dibujos de aquella etapa hasta el 10 de junio.
Rábago firma actualmente con su apellido sus obras pictóricas, su faceta menos conocida, y como El Roto todos los días en El País. Sus mordaces críticas sociopolíticas, que combinan a menudo dibujo y texto, han convertido sus viñetas más recientes en todo un icono del movimiento 15-M. Pero la época de OPS era otra. Hoy, asegura el dibujante, se puede hablar de cualquier cosa, pero aquel tiempo estaba dominado por "la oscuridad, la tristeza, la opresión y el deseo de abrir puertas y ventanas". Por eso los dibujos de OPS eran mudos, con un lenguaje visual eminentemente simbólico, con influencias de la pintura metafísica y surrealista. Iban dirigidos a "un lector culto, o por lo menos maduro", que debía decodificar un mensaje que hablaba de opresión e injusticia. Un tono macabro sobrevuela toda su obra, como reflejo de "la muerte mental de la sociedad" de aquellos últimos años del franquismo.
Para Rábago, el dibujo debe reflejar la forma de ser, pensar y sentir del autor, pero al mismo tiempo transcribir el pensamiento colectivo. Y debe ser capaz de traspasar el tiempo: "Un dibujo que hagas hoy, debería tener validez dentro de seis años", afirma. Por eso, como OPS o como El Roto, Rábago no ha dedicado sus dibujos a la actualidad del día a día, sino a temas con densidad que permanecen en el tiempo.
Con la llegada de la democracia, Rábago sintió que aquel lenguaje críptico dejaba de tener sentido, por eso adoptó un tono directo y explícito, acorde a las nuevas posibilidades y necesidades de la sociedad posfranquista.
Pero hay algo que no ha cambiado nunca: "Siempre he dibujado lo que he querido y no he permitido que me marquen ninguna pauta. Sólo puedo comunicar aquello que nace de forma natural en mí". De esta manera, Rábago distingue entre difundir sus dibujos a través de un vehículo y dibujar para un vehículo. Él siempre ha hecho lo primero, "por eso no se puede saber a priori en qué medio fue publicado cada dibujo de la exposición". Hoy, lamenta Rábago, los dibujantes son "un apéndice del consejo de redacción" y se limitan a trasladar sus ideas. Esto, asegura, lo hemos adquirido por influencia de la prensa anglosajona, y es algo muy grave porque convierte al dibujante en servidor de ideas ajenas. Por eso, se puede hablar de "buenos profesionales, pero no grandes personalidades" entre los viñetistas de la prensa escrita actual.
El estilo formal de Rábago siempre ha sido limpio, buscando una comunicación fluida y sencilla: "Nunca he querido complicarme la vida ni a mí ni a los demás", asegura el artista, que abomina de las nuevas tecnologías y sigue empleando papel, lápiz, pincel muy fino y tinta. "Podría enviar los dibujos escaneados, pero prefiero relacionarme con el motorista que viene a recogerlos que con el escáner".