Daniel Castillejo. Fotografía: Cesar San Millán

Al frente de Artium desde hace cuatro años, pero en las cocinas de su Colección y unido al proyecto desde su origen, el director del museo de arte contemporáneo de Vitoria, Daniel Castillejo, celebra estos días el décimo aniversario del centro. Muy involucrado en el mundo artístico y en un sistema que él trata de hacer más transparente, habla también en esta entrevista de los graves problemas que hoy acechan al sector.

El síndrome del boxeador sonado es una patología por la cual las conmociones cerebrales repetidas dan como resultado una marcha anormal, movimientos lentos, temblor y habla confusa o vacilante. Así ve Daniel Castillejo (Burgos, 1957) el actual sistema del arte español. "Le han dado tantos golpes que, aunque se mantiene en pie, no puede reaccionar y no es siquiera consciente de lo que está pasando", explica con aire preocupado el responsable del Artium de Vitoria. "Aquí vivimos, como todos, momentos de incertidumbre, atentos a lo que ocurre e intentando solventar las nuevas exigencias que se nos piden", dice al hilo de los recientes despidos del MACBA de Barcelona y del CDAN de Huesca. "Se ha olvidado que la cultura también es un servicio público de primer orden". A pesar de todo, Castillejo -y, por extensión, Artium-, sigue en pie y dispuesto a celebrar merecidamente el décimo aniversario de un museo que le ha visto crecer como profesional desde su etapa en la Sala Amárica de Vitoria (1989-2001), cuya colección fue germen de la actual. De allí saltó al museo como conservador de la Colección y, en octubre de 2008, fue nombrado, tras concurso público, director del centro.



Castillejo hace memoria y recuerda el panorama y las circunstancias que rodearon el nacimiento de Artium en abril de 2002. "Estaba Amárica, de algún modo padre del museo, el Centro Montehermoso y la galería Trayecto. Al poco tiempo desapareció Amárica para no duplicar actividad, pero renació luego convertida en un espacio de autogestión artística. En 2008 aparecen la plataforma Krea y el Espacio Ciudad, vinculado a la cultura a través del urbanismo. Seguían Montehermoso y Trayecto. Pero en los últimos cuatro años -los mismos que lleva al frente del centro- este conglomerado artístico ha caído estrepitosamente. Cierran Amárica, Krea y Espacio Ciudad, y Montehermoso está en su mínima expresión. Nos hemos quedado en nada". Y de ahí la importancia de Artium: "Ahora mismo lo que más aporta el museo a Vitoria es su existencia y un compromiso absoluto con el arte contemporáneo".



-Al tiempo que Artium nacieron otros, en un momento de bonanza, cuando tener un museo parecía imprescindible. ¿Cuál es ahora el futuro de estos centros medios, con cada vez menos presupuesto, menos exposiciones y menos personal?

-En aquellos años había un interés importante por un lado del mundo del arte que pretendía de manera legítima la creación de un contexto español dedicado al arte contemporáneo, similar al que ya existía en países como Alemania o Francia, y, por otro, el interés coyuntural de una clase política por crear centros de manera menos pensada, equipamientos casi caídos del cielo. El interés de unos y de otros dio como resultado esta proliferación de museos. El problema es que unos y otros no tiraban en la misma dirección y esto ha creado un sistema del arte español con unos cimientos muy débiles. A la mínima -o no tan mínima- todo se ha derrumbado. Volver a construirlo será complicado porque la política ahora ya no va a ser cómplice.



Evolución natural

-Pero Artium tiene unas particularidades que no tuvieron otros centros.

-Sí, en realidad todo empezó en los 70 y en la Diputación Foral de Álava. El país no estaba entonces para coleccionar y fue increíble cómo aquí ciertas condiciones políticas, como la foralidad, unidas a personas con sensibilidad artística, hicieron posible que se empezase a comprar arte. Cuando se inauguró el museo en 2002 se hizo con una colección de 1.600 piezas, muchas de los grupos clásicos de los 50 como Dau al Set, El Paso, Picasso o Miró. Ahora hay más de 3.000 cedidas a la Fundación Artium. Fue una manera natural de ofrecer un techo a esta ingente cantidad de obras. Artium es fruto de una evolución y no de una circunstancia coyuntural.



También la colección es especial y Castillejo se ocupa de ella desde hace diez años. Artium ha sido uno de los primeros museos en los que la colección se ha tratado contextualmente, en base a tesis determinadas, rompiendo cronologías, estilos o modas. "De hecho son los discursos de marcado carácter crítico, que tratan problemáticas actuales, lejos de la frivolidad permanente, los que ordenan y muestran este conjunto", explica pensando en exposiciones como Basado en hecho reales, Catarsis y Mensajes cruzados, todas en torno a la colección.



-Se define como activista cultural y ha sido responsable, en parte, de las estructuras culturales de Vitoria. ¿Hacia dónde enfoca ahora su trabajo?

-La cosa se ha complicado bastante desde los tiempos en que me ocupaba en exclusiva de la colección. Ahora trabajo en tres direcciones: desde lo social y lo político, para defender un arte comprometido; desde los valores éticos y desde el arte y el museo. Me interesa trabajar con el entorno del museo, local, vasco, y también en clarificar los discursos que emitimos que tienen que ser más claros para que nos entiendan, para llegar a más gente. Además, el museo tiene que ser cómplice con los artistas.



En el entorno privado

-Supongo que la complicidad ahora va más allá, ¿qué hay de la empresa privada?

-En Artium hay muchas instituciones implicadas: Diputación foral, Gobierno vasco, Ayuntamiento de Vitoria y Ministerio de Cultura. Todas ahora muy restrictivas y que suponen el 71% de los fondos de Artium -este año con un presupuesto total de 4.500.000 euros, un 10,5% menos que el año pasado-. El 29% restante es privado, de empresas que forman también parte del patronato del museo, y de ingresos propios. Es un porcentaje bastante alto más de lo habitual. El entorno privado ha sido menos restrictivo que el institucional.



-Y, como gestor, ¿Cómo afronta el temporal?

-Hay una premisa máxima: no se debe recortar lo que funciona bien, lo que es eficiente. Está claro que ahora no valen los paraguas, que se los lleva el viento. Nuestra receta debe pasar por una gestión más eficaz, reducir costes y ser más transparentes. Que se vea dónde se quita y dónde se pone. Hay que plantear estrategias de legitimación del arte y colocar todas las piedras, todos los obstáculos para que les resulte difícil recortar y la única forma es explicar bien todo lo que se está haciendo.



La crisis que, según Castillejo, no puede separase ahora de nada, refuerza también las tesis ya sabidas de la frivolidad en el arte, en un nuevo intento de deslegitimizar el arte contemporáneo. "Hay carnaza -dice- y contra esto tenemos que defender nuestra postura y debemos explicar que es el arte de nuestro tiempo, que define lo que está ocurriendo. Hay que apoyarlo y, sobre todo, explicarlo. Contra la deslegitimación del arte se impone una visión pedagógica y argumental", afirma. Así, el objetivo del museo parece claro: "Es un lugar donde se investiga, se educa, se documenta y se transmite el patrimonio. Desde el museo facilitamos el desarrollo de experiencias en torno al arte y despertamos la conciencia crítica de la sociedad. La capacidad de tener criterio".