Juan Garaizabal
Fuera de las normas y convenciones que rigen el arte actual se ha situado muy conscientemente
Juan Garaizabal (Madrid, 1971), un artista que desde sus comienzos vuela en solitario, preocupado por encontrar un lenguaje único, ese que te distingue del resto y que te hace especial. Un camino que corre en paralelo a la búsqueda, también, de la belleza.
Tras varios años de investigación y trabajo en espacios abiertos con esculturas de gran formato, ha logrado poner en pie su proyecto más ambicioso: la recuperación en acero y leds de la iglesia Bohemia de Berlín. Muy dañada por los bombardeos de 1943, la Bethlehemskirche fue definitivamente demolida en 1963 y ahora Garaizabal vuelve a izarla -31 metros de alto y 60 toneladas de acero- para que la ciudad pueda asomarse a ella durante tres meses (entre el 26 de junio y el 30 de septiembre). Es la culminación de un gran desafío.
Estructura en acero de la Bethlehemskirche de Berlín
Todo empezó en 2007 en la Noche en Blanco madrileña. Su participación en este evento colectivo llevó al Ayuntamiento de Bucarest a interesarse por él para un proyecto similar: "Me dieron vía libre para llevar a cabo una serie de intervenciones que conformarían el centro de su noche en blanco. A finales de 2007 presenté el proyecto". La idea era recuperar la antigua ciudad que Ceaucescu había derruido para construir la Casa del pueblo y su gran explanada exterior. "Mi propuesta era recuperar, con un lenguaje similar al empleado ahora en Berlín, las siluetas de los cuatro edificios que formaban la Uranus Area. Aquello
me fascinó y me di cuenta de que entraba en otro ritmo, con otra ilusión, que iba a hacer algo que no se había hecho antes", cuenta. El alcalde de Bucarest cambió y el proyecto nunca se llevó a cabo, pero la semilla ya estaba plantada.
En menos de un año Garaizabal estaba instalado en Berlín, con estudio propio y trabajando en varios proyectos de este tipo. Nacían entonces las
Memorias urbanas. Y de nuevo fue la casualidad lo que le llevó a toparse con las huellas de la iglesia Bohemia. "Aunque vivía aquí, Berlín no era mi prioridad y sin embargo ya estaba detrás de una estación de ferrocarril bombardeada y de la que sólo permanecía la entrada. Era una imagen muy potente que me permitió hacer una memoria urbana mezclando lo que quedaba con lo que ya no estaba.
Un día, volviendo de allí vi un mosaico en el suelo, era la marca de la iglesia y había también un cartel que recordaba esa presencia desaparecida". Su curiosidad se fue paliando con la información que devoraba en archivos públicos e internet. La lectura le llevó a los exiliados bohemios quienes, huidos de su tierra por motivos religiosos, fueron acogidos por el rey Federico Guillermo I y la iglesia fue el centro de la comunidad de los berlineses checos hasta la II Guerra Mundial.
"La historia fue creciendo y me olvidé de todo lo demás", confiesa.
Garaizabal trabajando en la estructura de la iglesia Bohemia
Así empezó su primer proyecto de esta nueva etapa. Mucho más importante física y conceptualmente que sus esculturas públicas anteriores, como su
Bosque de flores en Valencia (2006). "Disfruto de este tipo de piezas, de las esculturas de gran formato, y en realidad todo lo que he hecho hasta ahora estaba a caballo entre la arquitectura y el arte". Siempre pensando a lo grande, para Garaizabal las intervenciones de
Christo y Jeanne-Claude son uno de sus referentes, "nos une la búsqueda de la belleza", dice.
Técnicamente le interesa el trabajo de Olafur Eliasson -casi vecinos de estudio en Berlín- por su modo de tratar los materiales y, sobre todo, la luz.
"Me identifico con los artistas que se han lanzado a terrenos que no han sido explorados, como Richard Serra o Jackson Pollock quien al dejar chorrear la pintura por el lienzo encuentra su propio lenguaje, que no sólo es original sino que le permite expresar belleza", cuenta.
Y ahora
ha dado un paso más y al introducir la memoria, la ruina y su recuerdo, la huella y la historia, la pieza crece y las obras se llenan de significados. Fascinado por la ruina, por los arcos en el aire, como los de los conventos abandonados, y, a la vez, por el trabajo silencioso y anónimo de los ingenieros, Garaizabal quiere transmitir todo esto en sus reconstrucciones, que el espectador capte todo lo que hay detrás.
"No es un trabajo reivindicativo, pretendo recuperar un recuerdo", explica. Y esa es la base de estas nuevas instalaciones que empiezan en Berlín pero que tendrán su continuidad en París, Madrid, Valencia o México.
Collage realizado sobre una foto de época de la iglesia berlinesa
En París, el artista quiere recuperar el Palacio de las Tullerías, desaparecido tras un incendio en 1871, y levantar su esqueleto de acero en las inmediaciones del Louvre; en Lisboa pretende hacer lo mismo con el Palacio da Ribeira, destruido en el incendio de 1755;
en Madrid se trata de levantar el Mercado de Olavide demolido en 1976. Otras
memorias urbanas van tomando forma en Londres, México o Tokio. "Los proyectos de París y Madrid están ya muy avanzados, creo que hay posibilidades reales de llevarlos a cabo", asegura. Y de los demás, continúa el proceso de rastreo e investigación.
Una documentación que apoya luego la obra pública y que ahora podremos ver en su primera exposición individual en la galería Álvaro Alcázar de Madrid. Aquí, entre otras cosas,
pone a la venta un collage del trabajo berlinés del que ha editado 100 unidades a 100 euros, una especie de
crowdfunding que le ayude en la financiación del proyecto de la iglesia Bohemia. También en Berlín, en el Museo de las Comunicaciones se podrá ver desde el 24 de junio la exposición con todo el material generado por el proyecto de la iglesia Bohemia.