La Gioconda del Prado



Hoy la Gioconda ha vuelto a brillar en el Prado. Pudimos verla durante poco menos de un mes en el museo pero fue un éxito total. El primer día de ser expuesta, la "Giocondita", como muchos llaman ya a este original que un discípulo de Leonardo pintó a la vez que el maestro realizaba su conocida pintura, congregó a centenares de personas que se acercaron a la sala 49 del edificio Villanueva, donde miraba por primera vez al público madrileño tras su restauración. Un minucioso estudio que reveló la importancia del cuadro y sus increíbles similitudes con la obra primitiva y llevó a admitir a Miguel Falomir, conservador de la pinacoteca, que "esta Gioconda invita a ver la original con otros ojos".



Dicho y hecho, porque la pintura de Madrid viajaba al Louvre, a la exposición centrada en la restauración de La Virgen, el Niño y Santa Ana, a finales del pasado mes de marzo. Aunque el montaje no permitió ver las dos obras enfrentadas, no había motivo para forzar este "duelo", explicó entonces el director del museo francés, Henri Loyrette. Lo cierto es que para algunos estudiosos la pieza del Prado es sin duda la hermana pequeña del original, y no precisamente por quitarle importancia, sino porque tras la restauración del Prado, la figura pintada por el discípulo de Leonardo aparenta 10 o 15 años menos que la de su maestro, que, oculta y oscurecida por capas y capas de barniz, ha visto sus rasgos envejecer peor.



La muestra de París cerraba sus puertas el 25 de junio y la Gioconda del Prado emprendía el viaje de vuelta. Pero ahora ya es una diva y su regreso no ha pasado inadvertido, a pesar de que el museo resta importancia al asunto. Desde hoy puede verse en la sala 47, muy cerca de la copia de la Trasfiguración de Rafael, en el edificio Villanueva. Una ubicación todavía temporal porque su lugar definitivo, en las salas habitualmente dedicadas a la pintura italiana, no estará disponible hasta que Rafael deje el museo madrileño, ya el próximo 16 de septiembre.