Regina de Miguel en el parque berlinés de Tempelhof. Foto: Clara Asanza

Su último proyecto recoge hasta el ruido del agujero negro Sagitarius A*, situado en el centro de la Vía Láctea, aunque ese viaje espacial tiene paradas mucho más cercanas en la terra incógnita de las emociones. Hablamos con Regina de Miguel de su próxima exposición en la galería Maisterravalbuena de Madrid, el próximo 20 de septiembre, y de una carrera que cada vez gana más terreno.

A Regina de Miguel (Málaga, 1977) le gustan los viajes en el tiempo, los saltos mentales, los espacios intermedios, subvertir historias, la ciencia como poesía, la ficción como reescritura... Aunque especialmente, observarlo todo desde el asombro. Es metódica, exigente, intuitiva y delicadamente astuta. También, una de las artistas más interesantes de su generación y con uno de los trabajos más coherentes. Algo tiene de arqueóloga: el territorio que explora está lleno de interconexiones que nos llevan a los lugares más remotos del mundo, y no siempre físicos. Muchas veces, a la incógnita permanente con que asimilamos la realidad. Un lugar de paso que nos reta a habitarlo.



Desde hace un par de meses ella lo hace en su nuevo estudio en la antigua sede de la radio RDA, en el barrio de Lichtenberg de Berlín, donde vive desde hace dos años. Trabaja rodeada de novelas, planos, imágenes satélites, ensayos de arte, películas de ciencia ficción, manuales de ciencia... Dice tener un ritmo de producción lento y dedicar mucho del tiempo a la investigación y la lectura, dos de los trabajos que más disfruta como artista. También el trabajo en colaboración y recopilando todo tipo de notas: "Suelo llevar a cabo una labor de archivo, reciclaje, mezcla y apropiación para luego revisar esos materiales y estudiar su asociación. Me interesa la simultaneidad de distintos mensajes operando al mismo tiempo, la idea de estrato asociada a la visión y la comprensión; investigar aportando ficciones posibles, lecturas insólitas en contra de las lógicas útiles y encaminadas a cuestionar el propio estatus del conocimiento. En sí, proponer relecturas subjetivas de pensamientos y objetos que están ahí pero que pueden o necesitan ser reescritos", explica. Entre sus hojas de ruta está Santiago de Chile, donde en breve se irá a rodar una película sobre el desierto de Atacama y el observatorio astronómico Panamal que podremos ver en Arqueológica, una de las colectivas más esperadas de la temporada comisariada por Virginia Torrente para Matadero Madrid, y que abrirá el 25 de enero. Aunque antes pasará por el Centro Cultural Montehermoso de Vitoria, donde expone en octubre, y la galería Maisterravalbuena de Madrid, el próximo jueves 20, donde presenta de manera completa su último proyecto: Nouvelle Science Vague Fiction.



Hasta el fin del mundo

Lo empezó en 2010 y surgió de una de esas asociaciones de ideas: "Por un lado, me hablaron de las antenas de ASTRON, el Instituto de Radioastronomía de Holanda, el más antiguo de Europa, en el que se estudian objetos tan lejanos que no pueden ser alcanzados en su magnitud total más que por ondas sonoras, un registro realizado para este proyecto por el artista y músico Jonathan Saldanha. Luego entró en escena el lago de Cerknica de Eslovenia y las cuevas que tiene debajo, un paisaje que alberga un mecanismo invisible que hace que el agua aparezca y desaparezca, y que me llevó a pensar en la definición de ‘interfaz': una pantalla que hace surgir algo supuestamente de la nada. Me quedé fascinada con el sitio. También está Solaris, la novela de Stanislaw Lem que proyecta una biblioteca que propone una representación virtual de la propia ciencia compuesta de fragmentos y presencias sin orden aparente. Finalmente, cayó en mis manos otro libro, El fondo del cielo de Rodrigo Fresán, una larga descripción de posibles finales del mundo", explica.



El resultado de este viaje espacial es una película con dos canales, Un efecto de verdad, la serie de microfotografías de un vinilo con el registro sonoro de Sagitario A*, que se llevó el último Premio de Fotografía Purificación García, una nueva serie de fotografías y un diaporama llamado El orden, que recoge muchos de los ecos y referencias que encierra este trabajo, un halo utópico de un tiempo caduco, pero muy presente: Alain Resnais, Chris Marker, Godard, Anrei Tarkovski, Paul Otlet... "El proyecto tiene mucho que ver con una reflexión sobre la imagen científica y sobre la legitimación que la ciencia hace de su discurso. Sobre cómo se construye una idea de verdad y cómo, gracias al lenguaje y las imágenes, la aceptamos como un dogma que no se cuestiona, pese a estar sujeto a errores humanos. Mi trabajo trata de generar un lugar subjetivo desde el que mostrar una resistencia y cuestionar el concepto de verdad como valor absoluto", añade.



-En sus trabajos siempre hay referencias a lugares liminares (Borderland), indefinidos (Terrain Vague) o todavía inexistentes (El aire aún no respirado). Lugares siempre remotos y desconocidos. ¿A dónde deben llevarnos?

-Construir escenarios indefinidos para que el individuo tenga que definirse es una de las constantes en todo mi trabajo. Lo que trato de hacer son metáforas y relecturas de dispositivos culturales y de conocimiento, como por ejemplo el mapa ya sea como instrumento de poder, control territorial, bien como herramienta militar, económica, catalogadora, etc. Hablo de la necesidad de realizar una reescritura mediante la cual hacer perceptible cómo, en el capitalismo de última generación, se produce una pérdida de referentes al comprobar cómo quedan por explorar multitud de territorios desconocidos, así como determinados síntomas, aquellos que nos hace singulares y únicos.



-Y de la ciencia ficción, ¿qué le interesa?

-Me interesa mucho pensar en la dificultad de imaginar un futuro a través de ejemplos de ficción. Por distintas razones, hace mucho que no albergamos visiones milagrosas y utópicas en relación a las promesas del progreso tecnológico y científico por venir. La ingente producción de imágenes que tanto la literatura como el cine de ciencia ficción ha suministrado al respecto, han resultado ser el futuro de lo que ya inevitablemente es nuestro pasado. De modo que, al analizarlas realizamos una suerte de 'arqueología del futuro'.



Un deseo llamado utopía

-En esos saltos temporales, en esa 'arqueología del futuro', ¿qué lugar ocupa la memoria?

-Me interesa ver cómo la memoria individual y colectiva se apoya en imágenes espaciales y cómo los nuevos sentidos del tiempo y el espacio generados por las comunicaciones han transformado la experiencia del paisaje. Hoy lo percibimos a través de pantallas. El paisaje ya no existe como lugar de relaciones interpersonales sino como imagen para un espectador.



-¿Ese interés por el espacio desconocido tiene un viaje de vuelta a lo personal?

-Ciertamente, tengo un especial interés por lo invisible, por cierta clase de fenómenos físicos y psíquicos que ofrecen una resistencia a ser estudiados u observados pero que ejercen una fuerza determinante de nuestras relaciones. En todo mi trabajo hay un sentido autorreferencial, en mayor o menor medida. Trabajo con las emociones, un territorio que, para lo importante que es, sigue estando demasiado oculto.



-Y la idea de verdad en el mundo del arte, ¿habría que cuestionarla también?

-En el mundo del arte el posicionamiento crítico y la intención con la que se trabaja resultan determinantes. La capacidad crítica, la exigencia en este sentido, es fundamental. Cualquier dispositivo artístico legitimado desde el poder marcará unas pautas de representación ideológica a través de lenguajes formales que hay que reflexionar constantemente.